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Tus células podrían contener el secreto de cuánto vivirás


2018-05-23

Joanna Klein, The New York Times

 

En una ocasión, un experimento produjo un gusano mutante que vivió 46 días. Eso superó el tiempo de vida del gusano normal más longevo que solo vivió 22.

Los investigadores identificaron que el gen mutado que alargó la vida del gusano parecía estar controlado por procesos metabólicos, lo cual condujo a un avance en el estudio del envejecimiento. Posteriormente, a medida que los investigadores estudiaban esos procesos, todas las pruebas parecían apuntar al nucléolo.

Bajo un microscopio es difícil no verlo. Basta tomar cualquier célula y encontrar el núcleo, en su interior se ve una burbuja oscura y pequeña que es el nucléolo. Si la célula fuera un globo ocular, estarías viendo su pupila.

Hay uno en el núcleo de cada una de las células de nuestro cuerpo; de igual manera pasa con los animales, las plantas y las levaduras. Cualquier cosa que tenga una célula con un núcleo tiene un nucléolo. Además ha cobrado una gran importancia en nuestra comprensión de cómo funcionan las células.

“Pensamos que el nucléolo ocupa un lugar importante en la regulación de la expectativa de vida de los animales”, comentó Adam Antebi, biólogo celular del Departamento de Biología del Envejecimiento del Instituto Max Planck en Alemania. Es el autor de un nuevo análisis publicado el 17 de mayo en Trends in Cell Biology que examina los nuevos hallazgos sobre el nucléolo que apasionan a los investigadores, en particular por su relación con el envejecimiento.

Tal vez hayas olvidado esto de tu clase de Biología, pero el nucléolo es la fábrica de ribosomas de la célula. Los ribosomas son como micromáquinas productoras de proteínas que las células usan para, por ejemplo, construir paredes, formar cabellos, crear recuerdos, comunicarse, así como empezar, detener y desacelerar reacciones que ayudan a mantener el funcionamiento de las células. El nucléolo usa alrededor del 80 por ciento de toda la energía de la célula para este trabajo.

Sin embargo, el nucléolo hace mucho más que solo fabricar ribosomas.

Si construir una célula fuera como construir un edificio y el ADN incluyera el plano, el nucléolo sería el gerente o ingeniero de construcción. “Conoce la cadena de suministro, coordina todos los trabajos de construcción, lleva a cabo revisiones de calidad y se asegura de que las cosas sigan funcionando bien”, explicó Antebi.

De lo bien que equilibre estas tareas depende la salud y la longevidad de una célula. En ciertas células, su tamaño tiene que ver con eso.

El nucléolo puede crecer y decrecer en respuesta a los nutrientes disponibles en el cuerpo y las señales de crecimiento.

Cuantas más señales de crecimiento intercepta, más máquinas o ribosomas fabrica. Se hace más grande para contenerlas pero, misteriosamente, eso también disminuye la vida de la célula o del organismo. Cuando el alimento está limitado, o un camino metabólico se silencia o disminuye, los nucléolos se encogen, elaboran menos ribosomas y las células viven más.

Antebi piensa que a medida que el nucléolo se hace más pequeño, también comienza a remodelar las cosas que va a crear para aprovechar al máximo los suministros disponibles.

Este es un proceso altamente coordinado, explicó, y es posible considerar la longevidad como cuán bien equilibra el nucléolo la necesidad de crecer con la necesidad de reparar, corregir errores y asegurarse de que todo funcione.

Un medicamento llamado rapamicina —que bloquea las señales de un camino metabólico— alarga la vida de distintas especies, desde las levaduras y los gusanos hasta las moscas de la fruta y los ratones. Los centenarios tienden a tener células en las que hay una señalización reducida de otro proceso que involucra a la insulina.

Los investigadores han descubierto que una modesta restricción dietética y el ejercicio encogen a los nucléolos en las células musculares de algunas personas mayores de 60 años. La gente con enfermedades como cáncer o progeria, una especie de envejecimiento acelerado, tienden a tener nucléolos más grandes.

Estos efectos se pueden observar en muchas especies distintas. “Es sorprendente; incluso si son genéticamente idénticas, algunas viven menos y otras más”, comentó Antebi.

“Pensamos que los nucléolos más pequeños pueden ser una marca distintiva de longevidad” en ciertas células y con ciertas condiciones, agregó.

Se necesita más investigación para ver si el tamaño de estas estructuras es un marcador de longevidad o envejecimiento, o si en realidad es su causa.

“Hemos invertido enormes sumas de dinero en tratar de encontrar biomarcadores de longevidad o envejecimiento y quizá solo basta con sentarnos frente el microscopio para verlo”, concluyó Antebi.



Jamileth


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