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Carta de Judas


2018-05-26

"Aparecerán hombres que se burlarán de Dios y seguirán sus pasiones impías"

Introducción

Judas, hermano de Santiago, responde verdaderamente al apóstol de ese nombre, pero nada indica que haya sido más bien hermano que hijo de Santiago. Tal vez el autor confundió a los Santiagos y a los Judas, porque hubo un Judas hermano de Simón, primo de Jesús, pero que no era el hermano de Santiago “hermano del Señor”. Sea como fuere, lo más probable es que ese nombre figurara en el encabezamiento de la carta con el fin de darle una autoridad apostólica a un escrito cuyo autor podría ser un desconocido. El principal argumento para pensar así es la calidad del estilo griego, que sería sorprendente en un galileo, pariente o apóstol de Jesús.

Esta carta bastante corta, de tono firme, por no decir agresivo, puede sorprendernos por los ejemplos que da de la justicia de Dios, siempre dispuesta a castigar los pecados graves contra el orden moral. Porque va a buscar tales ejemplos no sólo en las más antiguas tradiciones de la Biblia sino incluso en las imaginaciones de los apocalipsis judíos de ese tiempo. La Iglesia no había definido todavía cuáles eran los libros inspirados por Dios y, además del Antiguo Testamento, los cristianos del Oriente Medio utilizaban la literatura religiosa de los judíos (como el libro de Enoc, el Testamento de los doce patriarcas, la asunción de Moisés...). A eso se deben las numerosas leyendas que se encuentran en esta carta.

Para mejor entender el motivo de esta diatriba, hay que aceptar que desde el comienzo las comunidades cristianas no estaban compuestas sólo de santos. En un mundo en que hasta los violentos y los impuros hablaban un lenguaje religioso, algunas personas podían convertirse al cristianismo sin haber renunciado a sus deseos y malas acciones. Es muy difícil, por ejemplo, saber si los reproches que Santiago dirigía a los ricos sin conciencia iban dirigidos a cristianos o a ricos no convertidos que perseguían a los pobres de la comunidad.

No podemos pedir a esta carta altas consideraciones sobre el misterio cristiano, pero invita a ver cómo, incluso hoy, el demonio sabe hacer su trabajo hasta en las comunidades famosas por su fervor y en los medios más “eclesiásticos”.

La inmensa mayoría de los biblistas considera que esta carta de Judas, al igual que la segunda carta de Pedro, son propias de una época en que hacía años que había desaparecido la generación de los apóstoles y de sus auxiliares; de ahí que las ubiquen a fines del siglo primero. Piensan que esta fecha tardía explicaría por qué ambas cartas no fueron reconocidas inmediatamente por todas las Iglesias hasta el siglo tercero. También se pueden esgrimir otros tantos argumentos para ubicar ambas cartas mucho antes, en especial la carta de Judas, que pudo haber sido escrita en Siria entre los años 70 y 80.

Carta de Judas

Judas, servidor de Jesucristo y hermano de Santiago, a los que fueron llamados a la fe, amados por Dios Padre y guardados en Cristo Jesús.

Abunde entre ustedes la misericordia, la paz y el amor.

Amadísimos, tenía un gran deseo de escribirles acerca de nuestra común salvación, y me sentí obligado a hacerlo para exhortarlos a luchar por la fe que Dios entregó de una vez para siempre a sus santos.

Porque se han infiltrado ciertas personas que ya estaban inscritas para esta condenación, gente impía que hacen de la gracia de nuestro Dios un pretexto para su libertinaje y niegan a nuestro único Dueño y Señor Jesucristo.

Quiero recordarles algo que ya saben, y es que el Señor, después de liberar a su pueblo del país de Egipto, intervino por segunda vez para entregar a la muerte a los que no creyeron. Lo mismo hizo con los ángeles que no mantuvieron su dignidad y abandonaron su propia morada: Dios los encerró en cárceles eternas, en profundas tinieblas, hasta que llegue el gran día del Juicio. De igual modo sentenció a Sodoma, Gomorra y las ciudades vecinas que se entregaban a la prostitución y se dejaban llevar por sus instintos; éstas son ahora por su condenación una figura del fuego eterno. Así también estos hombres se dejan llevar por locuras parecidas: envilecen sus cuerpos y desprecian a las autoridades celestiales.

El arcángel Miguel, cuando pleiteaba con el diablo disputándose el cuerpo de Moisés, no se atrevió a pronunciar contra él ninguna palabra de insulto, sino que sencillamente dijo: “¡Que el Señor te reprenda!” En cambio esa gente insulta y desprecia todo lo que no pueden entender, y lo que conocen por instinto, como los animales, lo utilizan para su corrupción.

¡Pobres de ellos! Siguen los pasos de Caín, se extravían por causa del dinero al igual que Balaán y se pierden como el rebelde Coré. Echan a perder las comidas de fraternidad que celebran ustedes, pues no piensan más que en sí mismos y comen desvergonzadamente.

Son como nubes arrastradas por el viento que no dan lluvia, árboles que no dan fruto al final del otoño y que ya están muertos antes de ser arrancados de raíz; olas embravecidas del mar que arrojan la espuma de sus vicios; estrellas errantes a las que esperan las tinieblas eternas.

El patriarca Henoc, el séptimo después de Adán, dijo de ellos estas palabras: «El Señor viene con miles de ángeles para juzgar a todos. Pedirá cuentas a los que se burlan del bien por todas las veces en que se burlaron y castigará a los pecadores enemigos de Dios por todas las palabras injuriosas que profirieron.» Son descontentos y frustrados que sólo tratan de satisfacer sus pasiones; su boca está llena de palabras altisonantes y con ellas quieren impresionar a la gente para su propio provecho.

Pero ustedes, amadísimos, recuerden lo que los apóstoles de Cristo nuestro Señor les anunciaron. Ellos les decían que al final de los tiempos aparecerán hombres que se burlarán de Dios y seguirán sus pasiones impías. En la actualidad éstos son los que causan divisiones, no van más allá de lo humano y no tienen el Espí ritu.

En cambio ustedes, queridos hermanos, construyan su vida sobre los fundamentos de su santísima fe, oren en el Espíritu Santo y manténganse en el amor de Dios, aguardando la misericordia de Jesucristo nuestro Señor, que los llevará a la vida eterna.

Muestren comprensión con los que dudan; a unos los salvarán arrancándolos del fuego eterno; con otros deberán actuar con mucho cuidado, sin tocar ni siquiera sus ropas por miedo a la contaminación.

Al Dios único, que puede preservarlos de todo pecado y presentarlos alegres y sin mancha ante su propia Gloria; al único que nos salva por medio de Cristo Jesús nuestro Señor, a él sea gloria, honor, fuerza y poder desde antes de todos los tiempos, ahora y por todos los siglos. Amén.



JMRS


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