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Donald Trump y Kim Jong Un, cita con la historia
Editorial | Europa Press El presidente estadounidense, Donald Trump, y el dirigente norcoreano, Kim Jong Un, se han citado en Singapur para una cumbre que a todas luces será histórica pero cuyo resultado, entre otras cosas por el carácter de los dos participantes, es incierto, aunque la expectativa es que sirva de punto de partida hacia un proceso de desnuclearización de la península y un futuro tratado de paz. Después de que la retórica belicista entre ambos, que intercambiaron amenazas y apelativos despectivos --Trump ha llamado "pequeño hombre cohete" a Kim en varias ocasiones-- durante meses en 2017 ante los continuados ensayos de misiles norcoreanos y una nueva prueba nuclear, llegara a lo que parecía un punto de no retorno, el que ambos vayan a mantener el primer cara a cara al más alto nivel entre los dos países desde el fin de la guerra de Corea (1950-53) es todo un hito. El año 2018 arrancaba con la mano tendida por parte de Kim a su vecino del sur, en forma de participación norcoreana en los Juegos Olímpicos de Invierno en Pyeongchang, y continuaba con un acercamiento entre los dos países vecinos, técnicamente aún en guerra, que allanaba el camino primero a un encuentro entre el líder norcoreano y el presidente surcoreano, Moon Jae In, y luego a lo que hasta ahora resultaba impensable: un encuentro entre Trump y Kim. El presidente estadounidense ha defendido que el cambio mostrado por Kim obedece a la presión que las sanciones están teniendo sobre Corea del Norte, y el líder norcoreano, aparentemente muy deseoso de agradar, principalmente a Washington, ha dado en estos meses pasos a los que se había negado con anterioridad, como la suspensión de sus ensayos nucleares mientras duren las conversaciones o la liberación de los tres estadounidenses encarcelados en su territorio. Sin embargo, todo estuvo muy cerca de irse al traste el pasado 24 de mayo, cuando Trump anunció que la cumbre de Singapur se cancelaba por el tono de "abierta hostilidad" mostrado por el dirigente norcoreano a raíz de unas declaraciones del vicepresidente, Mike Pence, diciendo que Corea del Norte podría terminar como Libia, cuyo líder, Muamar Gadafi, fue asesinado durante el levantamiento popular en su contra. Pero Pyongyang, consciente quizá de que podría no haber una nueva oportunidad de diálogo tan propicia como esta, optó por un tono conciliador en su respuesta y a los tres días Trump volvía a poner la cumbre en su agenda. Desde ese momento los esfuerzos para que la misma se celebrara se aceleraron e incluyeron la visita a la Casa Blanca de un destacado dirigente norcoreano con una carta de Kim y una segunda cumbre entre los líderes de las dos Coreas. ESCASA PREPARACIÓN DE LA CUMBRE No obstante, una cumbre histórica como esta y del calado que Trump quiere que tenga habría requerido de mucha más preparación de la que se haya podido realizar en estos tres meses. Por eso, desde el 'think-tank' International Crisis Group llaman a "gestionar las expectativas" ya que sería "mágico" pensar que una cumbre anunciada "de improviso" en marzo "pueda producir un acuerdo sobre control de armas viable y bien estudiado en junio". Así, Crisis Group considera "más realista" esperar a que Trump y Kim sean capaces de acordar "una declaración de principios" que aborde los intereses estratégicos de ambos y por la que se comprometan a nuevas citas, al tiempo que se ratifique la actual moratoria, por parte de Pyongyang, de sus ensayos nucleares y de misiles. Todos los expertos coinciden en señalar que no cabe esperar que Corea del Norte acepte una desnuclearización de la península total y verificable sin ninguna contrapartida, habida cuenta de que esta es la mejor baza que Kim tiene para negociar en pie de igualdad con Trump: la amenaza nuclear. Además, el proceso de verificación podría llevar años, según Crisis Group, por lo que sería deseable empezar primero por medidas más asequibles como la vuelta de los inspectores internacionales, quienes en 2009 ya tuvieron "cierto acceso" a las instalaciones nucleares norcoreanas. Un análisis que compartió recientemente en un acto sobre la cumbre de Singapur organizado por Brookings Institute el director de política exterior del Centro para la Seguridad y la Inteligencia en el Siglo XXI, Michael O'Hanlon. "No puedo imaginarme que un hombre cuyo régimen nos ha estado diciendo desde hace años que necesita armas nucleares para su seguridad las vaya a entregar a la ligera, incluso si Corea del Norte recibe muchos beneficios económicos a cambio", sostuvo. Así, tanto él como otros expertos coinciden en que lo más viable sería un proceso por etapas, empezando por la actual congelación de los ensayos nucleares seguida por una verificación del alcance del arsenal nuclear norcoreano y de un desmantelamiento de la producción de armamento de este tipo y misiles de largo alcance. Llegados a ese punto, según O'Hanlon, sería cuando podrían comenzar a levantarse las sanciones a Pyongyang y el régimen norcoreano podría comenzar a comerciar con otros países, entre los que no estaría Estados Unidos, que mantendría sus sanciones hasta que se produjera la cuarta y última etapa: la desnuclearización real. LÍDERES EN LA MISMA ONDA Según sostiene Ryan Hass, del Centro de Estudios sobre Política en Asia Central, aunque Trump "es un líder poco convencional" parece estar aceptando "algunas de las convenciones sobre diplomacia" en lo que respecta a Corea del Norte. En el citado encuentro organizado por Brookings, defendió que una de las claves de la cita de Singapur es que demuestre que "ambos líderes están en la misma onda" y que ambos sean capaces al menos de firmar "una declaración de intenciones sobre un tratado de paz y la desnuclearización". Como resalta el director del Carnegie-Tsinghua Center for Global Policy, Paul Haenle, la Administración Trump se inclina a pensar que Kim ha accedido a negociar "por la exitosa campaña de presión y las amenazas de la fuerza militar estadounidenses", pero sigue sin estar clara la razón que ha provocado el giro hacia la diplomacia en el líder norcoreano. El presidente estadounidense "siente que, dado que los intentos de negociación en el pasado han fracasado, un diálogo de alto nivel podría ser la mejor oportunidad para lograr progresos tangibles en la desnuclearización", señala Haenle. "Trump quiere sentarse en la mesa frente a Kim, intentar desarrollar una relación personal y ver si hay potencial para un acuerdo", añade, si bien como subrayan otros analistas, Kim no es uno de los empresarios con los que el presidente estadounidense está acostumbrado a negociar, algo de lo que el propio mandatario también parece ser consciente ya que ha asegurado repetidamente que si ve que la discusión no va por buen camino, no dudará en abandonar la sala. Por su parte, resalta el director de Carnegie-Tsinghua, el dirigente norcoreano ve en la cumbre "una enorme oportunidad para que Corea del Norte logre un reconocimiento internacional como potencia nuclear de facto". "Kim intentará usar la cumbre para cerrar un acuerdo con Trump que ofrezca un alivio de las sanciones y asistencia económica y potencialmente un tratado de paz, garantías de seguridad, e integración en el sistema internacional", añade el experto. Y advierte: "Resulta difícil ver un escenario en el que Kim acceda a entregar su programa de armamento nuclear, algo que él y su padre y su abuelo antes que él han dicho es crítico para la supervivencia del régimen". Aunque los caracteres de Trump y Kim suscitan "preocupación", Crisis Group confía en que "al menos sus inusuales y problemáticos rasgos puedan ser los adecuados para el reto" que ambos tienen por delante. Habrá que ver qué ocurre. JMRS |
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