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Teología del Cuerpo


2018-08-17

Por: María Teresa González Maciel 

En la actualidad vemos como ha penetrado en la vida de las personas, el relativismo, materialismo, la revolución sexual, la ideología de género, estos son algunos factores que han influido en las personas que se han alejado del sentido de sus vidas de la razón de su existencia.

Hay muchas personas que hacen alarde de defender la libertad, y la presentan    como un absoluto, esta libertad, va por encima del amor, de la dignidad humana, del respeto a la vida.

Se fomenta la búsqueda de placer, el derecho al aborto, el usar y tirar a la persona, incluso el derecho de rechazar el ser femenino o masculino, eligiendo lo que se quiere ser. Todo esto ha llevado a  la persona a una confusión de valores, a una pérdida de su identidad. 

San Juan Pablo II en los años 50, visualizó esta situación y como buen filósofo y como hombre que camino, respiro, pensó, actúo movido por la presencia de Dios que habitaba en él. Busco incansablemente respuesta a la situación del hombre, aportando luz en el estudio de la persona humana.

El habla de tres momentos en la vida del hombre; el hombre original, antes del pecado, hombre con el corazón dirigido a Dios.  el hombre histórico que es la realidad del hombre actual y el hombre escatológico, es el hombre en la unión con Dios al final de los tiempos.

Juan Pablo II va a las bases, al Génesis donde Dios crea al hombre del polvo y le infunde su espíritu divino, es decir el alma. Dios crea al hombre y a la mujer a imagen y semejanza suya.  La persona necesita estar unida a Dios para cumplir su fin.

Hombre y mujer tienen la misma naturaleza humana porque fueron formados del mismo cuerpo. Tienen la misma vocación, reflejar a Dios. A través del amor, es necesario que la persona salga al encuentro del otro a imitación del Padre del Hijo y del Espíritu Santo que son una comunidad de amor perfecta.

Este proyecto divino se aplica a niños, jóvenes, ancianos, personas consagradas, matrimonios, llamados a una entrega sincera y total de la propia persona.

Desde esta óptica de la vocación del hombre a amar y ser amado. La Santísima Virgen es la persona que ha vivido con mayor perfección el ser imagen de Dios. Ella vivió una vida de amor servicio, donación, siempre atenta a cumplir la voluntad de Dios en su vida.

El matrimonio está llamado a ser camino de donación total, los cónyuges se dan como regalo, cuerpo y alma, Jesús instituye esta unión como sacramento. Supone entrega exclusiva, ser una sola carne, para toda la vida.   Los esposos están llamados a verse con asombro, amor, respeto, valoración, gratitud. Viendo al otro como es visto por Dios. Con la certeza de que con el matrimonio se recibe la gracia divina que santifica y ayuda a vivirlo en plenitud.


 



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