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El puente Morandi y el relato de la decadencia


2018-08-17

JORGE DEL PALACIO

En política los hechos cuentan, pero también importa tanto o más la interpretación de los mismos. Por muy trillada que resulte la idea, la batalla por el relato es una dimensión ineludible de la competición política. Quien pone letra a la música, gana. De aquí que Matteo Salvini, vicepresidente del Gobierno italiano y ministro del Interior, se haya apresurado a inscribir el derrumbamiento del puente Morandi en la lógica de su revolución anti establishment: la Unión Europea es la responsable de la tragedia de Génova.

En unas declaraciones realizadas con motivo de la tragedia Salvini afirmó que en Italia "hay muchas escuelas, hospitales, líneas de ferrocarril, muchos ríos y autopistas que necesitan de mantenimiento", "pero nos dicen que no podemos gastar dinero porque tenemos vínculos europeos, límites al déficit, el PIB, la deuda, la prima de riesgo...". Y añadía, "la próxima acción económica tendrá que poner en el centro de atención la seguridad de los italianos: el derecho a la vida, el derecho al trabajo, el derecho a la salud. Y después vendrán los vínculos, con todo el respeto".

La intervención de Salvini demuestra el manejo del relato político como un mecanismo que procesa la realidad con arreglo a su discurso. Sobre todo porque habilita al líder de la Lega para legitimar su posición de gobierno señalando al actor responsable, apuntando la manera de solucionar las causas de la tragedia y aprovechando la ocasión para aumentar el consenso en torno a su proyecto político. Lo interesante, en todo caso, es que la intervención de Salvini no solo explica la causa puntual del derrumbamiento del puente de Génova, sino que convierte la tragedia en la expresión concreta de un fenómeno histórico y político más profundo: la decadencia de Italia.

El discurso anti establishment de Salvini no solo implica una retórica contra las élites, sino que también incorpora una visión de la historia de Italia donde se registran las causas de su decadencia. Se trata del clásico esquema narrativo nacionalista donde la historia del país se ajusta a los estadios paraíso-caída-redención. Donde la salida del paraíso de una Italia próspera, segura y con un papel en el mundo se vincula al progresivo sometimiento a la Unión Europea, que en el relato de la Lega es la culpable directa de la pérdida de soberanía nacional y control sobre su territorio.

Se trata, en todo caso, de un marco discursivo utilizado con éxito por el Frente Nacional y que vincula causalmente el desarrollo de la Unión Europea y la llegada masiva de inmigrantes con la destrucción del feliz orden construido en la posguerra, así como del declive de la influencia de Francia en el mundo. Un discurso que habilitó al Frente Nacional para abandonar un viejo liberalismo económico militante y convertirse a una suerte de "populismo patrimonialista", como lo ha llamado el politólogo Dominique Reynié, que defiende el bienestar pero reservándolo en exclusiva para los franceses. Las declaraciones de Salvini, con énfasis el concepto de seguridad para los italianos, apuntan en esa dirección.

El discurso de Salvini, no obstante, no trabaja en el vacío. Omite, ciertamente, elementos de juicio que no favorecen su diagnóstico. Pero encuentra campo abonado en uno de los países donde el apoyo a la UE ha sufrido un declive más pronunciado: del 80%, en 1991, al 34%, en 2017, según el Eurobarómetro. Dónde, además, la sensación de parálisis económica, política y social es más acusado. Como señalaba ayer el Corriere della Sera en su editorial Italia es un país construido en los años sesenta, a lomos del "miracolo económico", y abandonado a su suerte en los noventa. En este contexto, el derrumbamiento del puente Morandi de Génova no hace sino abundar en la imagen de un país envejecido, exhausto y decadente. En definitiva, el escenario perfecto para que la Lega de Salvini siga creciendo. 



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