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Algo no está podrido en Dinamarca


2018-08-20

Paul Krugman, The New York Times

Ser o no ser un tugurio socialista, he ahí la cuestión. Perdón, no pude evitarlo.

El fin de semana pasado, Trish Regan, una comentarista de Fox Business, desató un ligero incidente internacional al describir a Dinamarca como un ejemplo de los horrores del socialismo, justo como Venezuela. El ministro de Finanzas de Dinamarca le sugirió que visitara su país y se enterara de algunos hechos.

En efecto, Regan no pudo haber elegido un peor ejemplo o, para los progresistas estadounidenses, uno mejor.

Y es que Dinamarca efectivamente ha tomado un camino muy diferente al de Estados Unidos en las últimas décadas, desviándose (mesuradamente) hacia la izquierda donde nosotros hemos girado hacia la derecha. Le ha resultado bastante bien.

La política estadounidense ha estado dominada por una cruzada en contra de un gobierno burocrático; Dinamarca ha adoptado la función de un gobierno expansivo, con un gasto público de más de la mitad de su PIB. Los políticos estadounidenses temen las conversaciones sobre la redistribución del ingreso de los ricos a los menos favorecidos; Dinamarca lleva a cabo esa distribución a una escala que en EE. UU. resultaría inimaginable. Las políticas estadounidenses han sido cada vez más hostiles hacia los sindicatos y estos casi han desaparecido del sector privado; dos terceras partes de los trabajadores daneses están sindicalizados.

La ideología conservadora dice que las decisiones políticas de Dinamarca deberían ser desastrosas, que las calles de Copenhague deberían lucir descuidadas. De hecho, Regan estaba describiendo lo que sus empleadores piensan que debería estar ocurriendo en ese país. No obstante, si Dinamarca es un infierno, hace un buen trabajo para ocultarlo: acabo de estar ahí y luce bastante próspera.

Además, los datos coinciden con esa impresión. En comparación con los estadounidenses, hay más probabilidades de que los daneses tengan empleo, y en muchos casos ganan mucho más. En general, el PIB per cápita en Dinamarca es un poco más bajo que en Estados Unidos, pero eso sucede básicamente porque los daneses toman más vacaciones. La desigualdad de ingresos es mucho más baja, y la expectativa de vida es más elevada.

La realidad es que la vida es mejor para la mayoría de los daneses de lo que es para los estadounidenses. Hay una razón por la cual Dinamarca siempre obtiene un lugar mucho mejor que Estados Unidos en las mediciones de felicidad y satisfacción de vida.

¿Acaso Dinamarca es socialista?

El libertario Instituto Cato dice que no: “Dinamarca tiene una fuerte economía de libre mercado, además de sus transferencias del Estado del bienestar y un alto gasto gubernamental”. Esa es una clasificación que da qué pensar.

Es cierto que Dinamarca no encaja para nada en la definición clásica de socialismo, que incluye la propiedad de los medios de producción en manos del gobierno. Es en cambio socialdemócrata: una economía de mercado en la que las desventajas del capitalismo se mitigan por la acción gubernamental, que incluye una red de seguridad social muy fuerte.

Sin embargo, los estadounidenses conservadores —como Regan de Fox— siguen desdibujando sistemáticamente la distinción entre socialdemocracia y socialismo. En 2008, John McCain acusó a Barack Obama de querer el socialismo, básicamente porque Obama hizo un llamado a expandir la cobertura de salud. En 2012, Mitt Romney declaró que Obama sacaba sus ideas de los “socialdemócratas de Europa”.

En otras palabras, en el discurso político estadounidense, a cualquiera que quiera hacer la vida menos desagradable, brutal y corta en una economía de mercado se le acusa de socialista.

Esa campaña de desprestigio ha tenido un efecto predecible: tarde o temprano, si llamas “socialismo” a cualquier intento de mejorar la vida de los estadounidenses, mucha gente concluirá que el socialismo está bien.

Una encuesta reciente de Gallup descubrió que la mayoría de los electores jóvenes y quienes se autodenominan demócratas prefieren el socialismo al capitalismo. Sin embargo, esto no quiere decir que decenas de millones de estadounidenses quieran que el gobierno se apodere de los altos mandos de la economía. Solo significa que a mucha gente que quiere que EE. UU. sea un poco más como Dinamarca se le llama socialista y acaba creyendo que el socialismo no es tan malo después de todo.

Lo mismo se puede decir de algunos políticos demócratas. Se ha dicho mucho de Alexandria Ocasio-Cortez, no solo debido a su victoria sorpresiva en las elecciones primarias, sino también porque se autodenomina socialista. Sin embargo, su plataforma no tiene nada de socialista según la definición tradicional. Solo es abiertamente socialdemócrata.

Eso la coloca en línea con el resto de su partido. Siempre que leo artículos que cuestionan aquello que apoyan los demócratas, me pregunto si los escritores están prestando atención a lo que los candidatos están diciendo en términos de políticas. El Partido Demócrata de hoy en realidad está impresionantemente unificado en torno a metas socialdemócratas, mucho más que en el pasado.

Es cierto, hay diferencias entre las políticas y la estrategia retórica. ¿El impulso por la cobertura universal de salud debería incluir Medicare para todos o simplemente el derecho a que todos compren un programa Medicare mejorado? ¿Los demócratas deberían simplemente ignorar las calumnias de los republicanos acerca de sus ideas socialdemócratas o deberían tratar de convertir la mancha “socialista” en una insignia de honor?

No obstante, estas no son divisiones muy profundas, sin duda nada cercano a las divisiones entre los liberales y los centristas que fracturaron al partido hace un par de décadas.

El hecho indiscutible es que hay más miseria en Estados Unidos de la que debería. Todos los demás países avanzados tienen atención médica universal y una red social mucho más fuerte de la imperante en EE. UU., y no debería ser así.



Jamileth


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