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Angela Merkel y Vladimir Putin, una pareja improbable unida por Donald Trump


2018-08-20

XAVIER COLÁS | El Mundo


El prólogo de la cita de ayer de Angela Merkel y Vladimir Putin hubiese sido difícil de adivinar hace un año. El presidente de Rusia hizo una escala por el camino para asistir a la boda de la ministra de Exteriores de Austria, Karin Kneissl. Como obsequio a los novios, ofreció la actuación del coro Cosacos del Don, que viajó con él. El Ministerio de Exteriores austríaco tuvo que emitir un comunicado negando que hubiese "un cambio en el posicionamiento de la política exterior de Austria" por la "celebración privada" y la "visita personal" de Putin. El presidente ruso sabe que su presencia es divisiva en Europa. Y que el aislamiento de Rusia ya no es lo que era. La última sacudida fue a principios de verano con la aseveración de Donald Trump durante su gira europea: "Alemania está totalmente controlada por Rusia" a través del gas ruso.

Las obras del gasoducto Nord Stream 2 empezaron en mayo. Es la gran apuesta de Gazprom y de Putin, que quiere que la canciller demuestre su independencia facilitando el proyecto pese a las quejas de EU, que a su vez quiere ganar protagonismo en el suministro de gas a Europa. Putin recordó ayer que Nord Stream 2 es "exclusivamente un proyecto económico". Merkel no renunció a sacar el tema de los derechos humanos.

En esta relación entre Putin y Merkel, tantas veces problemática en el pasado, Moscú cree que tiene mucho que aportar. Tras la 'espantada' de EU del acuerdo nuclear con Irán, Rusia emerge como un socio menos voluble con el que trabajar. No sólo en Oriente Próximo, también en Ucrania: Merkel quiere que Rusia siga suministrando gas a través de los gasoductos que hay en suelo ucraniano a pesar del conflicto que mantienen los separatistas prorrusos y el Kremlin con el gobierno de Kiev. Los ucranianos temen que Moscú los 'hiele' en invierno dejándoles sin gas, ahora que es posible cerrar el grifo sin dejar sin suministro a buenos clientes situados más al oeste.

Cualquier avance respecto al conflicto sirio o el ucraniano que consigan ambos antes de que acabe el año va a ser bienvenido: Merkel sufre la presión de una parte de la sociedad por su generosa política de acogida a los refugiados y también del mundo de los negocios por las oportunidades perdidas en el mercado ruso por culpa de las sanciones derivadas del conflicto ucraniano.

Respecto a Siria se abre una oportunidad si se preparase bien la reunión a cuatro bandas en septiembre en Turquía, donde también estarían representadas Rusia, Alemania y Francia. Lo más urgente de momento es lograr que Putin no favorezca un ataque de Asad en la localidad siria Idlib, que podría generar una nueva ola de refugiados. Moscú sabe que esas crisis desestabilizan a los mismos gobiernos que le ponen sanciones y a la vez fortalecen a los partidos más euroescépticos, que normalmente defienden una posición más blanda respecto a los vetos a Rusia, cuando no pura admiración por Putin.
 



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