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El "apartheid" de los rohinyás casi un año después de la limpieza étnica
Gaspar Ruiz-Canela Maungdaw (Birmania), 23 ago (EFE).- Los musulmanes rohinyás viven encerrados en campos de desplazados o incomunicados en aldeas en Birmania (Myanmar), casi un año después de la campaña militar que provocó el éxodo a Bangladesh de unas 700,000 personas de esta minoría apátrida. En una visita de periodistas organizada hoy por las autoridades, varios aldeanos musulmanes, budistas e hindúes afirman sumisos que no tienen problemas de convivencia entre ellos en una aldea del distrito de Maungdaw, en el estado Rakáin (antiguo Arakan, oeste). En este mismo estado se produjo el ataque del 25 de agosto de 2017 de unos militantes rohinyás contra puestos policiales, al que el Ejército respondió con una operación contra esta minoría que provocó una huida masiva calificada de "limpieza étnica" por la ONU. Ahora, en una cabaña de bambú presidida por una foto de Buda, los vecinos de la aldea Shwe Zar responden a las preguntas de los periodistas ante la atenta mirada de varios funcionarios locales y del Gobierno central. Ninguno se atreve a pronunciar la palabra "rohinyá", un término tabú en este país donde la mayoría budista considera a esta comunidad de mayoría musulmana como inmigrantes de Bangladesh y rechaza que sean ciudadanos del país. La mayoría de los rohinyás en Birmania carecen de documentos de identidad válidos y han sufrido persecución y discriminación durante décadas a través de la dictadura militar y bajo el actual Gobierno de la nobel de la paz Aung San Suu Kyi. Un profesor rohinyá de inglés de 27 años afirma en Shwe Zar que está recolectando todos los documentos necesarios para solicitar la ciudadanía, pero la realidad es que muy pocos miembros de su etnia la han obtenido. El joven, quien prefiere no dar su nombre, asegura que desconoce los detalles de lo ocurrido en agosto del año pasado, ya que no salió de su casa durante aquellos días en los que los soldados fueron acusados por los refugiados de cometer asesinatos y violaciones, y quemar hogares de musulmanes. Respecto a Suu Kyi, que ha sido criticada por no defender a los rohinyás, el maestro afirma con fe que es una "líder buena" que resolverá los problemas de su comunidad. "Quiero pedir por mis derechos, nuestra ciudadanía y todos los derechos básicos", agrega a continuación el rohinyá. Una carretera sinuosa que a veces se convierte en camino de barro discurre por el paraje tropical desde poco después de abandonar la capital, Sittwe, hasta Maungdaw, localidad situada en el norte del estado donde vive la mayoría de los rohinyás. Algunas parcelas continúan con restos de los incendios que los refugiados atribuyen a los soldados y las milicias budistas en medio de los campos de arroz flanqueados en el este por el sistema montañoso May Yu y al oeste por el golfo de Bengala que baña la franja costera de Rakáin. Las autoridades birmanas han construido algunas aldeas para acoger a desplazados, así como dos centros en Maungdaw para acoger y verificar el estatus de los rohinyás que, entre el grupo de 700,000 que huyó a Bangladesh, decidan regresar. De momento, solo seis rohinyás han vuelto voluntariamente, mientras que otros 92, que viajaban en un barco en dirección a Tailandia o Malasia, encallaron por accidente en las costas birmanas. Los rakáin, la etnia budista del estado, temen otro ataque de los militantes del Ejército de Salvación Rohinyá de Arakan (ARSA), como el ocurrido hace un año, e incluso aseguran que muchos de estos rebeldes a los que califican de "terroristas" acechan en las colinas May Yu. U Ye Htoo, jefe adjunto del distrito Maungdaw, indicó en una conferencia de prensa que están dispuestos a recibir a los refugiados rohinyás y que deberían denunciar en los tribunales cualquier acusación de supuestas violaciones o asesinatos contra los soldados. Esta buena disposición contrasta con la falta de libertad de los rohinyás en Rakáin, sobre todo, los que continúan hacinados en campos de desplazados desde la violencia sectaria de 2012. "No puedo ir a la universidad porque soy musulmán", explica a Efe un rohinyá de 22 años que se identifica como Ronurteen y que vive desde hace seis años en el campo de Thak Kay Pyin en Sittwe. Con limitado acceso a alimentos, sanidad y educación, familias de hasta nueve miembros viven en angostos chamizos de caña y techos de palmera sin libertad para abandonar el perímetro custodiado por soldados y policías. Como otros muchos rohinyás, el deseo de Ronurteen es poder obtener una ciudadanía que las autoridades birmanas les niegan desde hace décadas y poder volver a su hogar, del que fue expulsado por atacantes budistas. Jamileth |
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