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Cuando algo es grave, hay que publicarlo


2018-09-07

VÍCTOR DE LA SERNA | El Mundo

El legendario John Hohenberg (1906-2000), administrador de los premios Pulitzer y profesor de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, inculcaba sin cesar su famosa máxima a sus alumnos: Go with what you've got!. Es decir: "¡Publicad lo que tengáis!". Era la versión moderna de aquel Publish and be damned! ("¡Publicad y que os maldigan!") atribuido a Lord Wellington, cuando le chantajeaban con la amenaza de sacar a la luz su vida amorosa.

Todo ello viene a la memoria cuando en Estados Unidos se desata una tormenta política, periodística y ética en torno a la publicación por el New York Times de la columna anónima de un alto cargo de Donald Trump que revela que sus propios colaboradores temen su amoralidad y su inestabilidad y se han confabulado para mitigar los destrozos. ¿Debería haberla publicado o no? ¿Es siquiera lícito hacerlo?

No es una decisión sin precedentes. Alguna vez ha publicado el Times artículos anónimos de personas que podrían estar en peligro si se supiese su identidad: un inmigrante ilegal salvadoreño, una mujer paquistaní que vivía en territorio controlado por los talibanes... Pero un político estadounidense es otra cosa, claro. No se arriesga a perder la libertad ni la vida, y muchos han apuntado que debería haber dimitido del cargo y hacer esas acusaciones a cara descubierta.

Aun así, los viejos principios periodísticos incitan a aprobar la polémica decisión del Times. A ellos se refería el respetado analista de Politico, Jack Shafer, citando una máxima profesional del siglo XIX: "El New York Times ha hecho lo correcto porque 'el primer deber de la prensa (...) es obtener el exacto conocimiento de los acontecimientos del momento e inmediatamente, publicándolos, hacer de ellos la propiedad común de la nación'".

La cuestión es pues que, al exigir la fuente que se mantuviese su anonimato, al periódico no le quedaban más que dos opciones: o aceptar la condición, o no publicar nada. Evidentemente sus responsables consideraron que la fuente era lo bastante fiable y que era más importante que esa visión desde dentro llegase al público que los reparos que se podrían oponer al peculiar formato.

Por ahora estamos obligados a fiarnos, o no, del buen juicio editorial del Times. Eso sí, pronto hemos sabido de una confirmación política abierta, con nombre y apellido, y nada desdeñables: los del senador republicano, aunque poco amigo de Trump, Bob Corker. Y respalda también, por razones de interés nacional, que esos funcionarios de la resistencia sigan en sus puestos sin dimitir:

"Eso es lo que todos nosotros entendimos que era la situación desde el primer día. Yo creo que ése es el caso, y por eso creo que todos nosotros animamos a la buena gente en torno al presidente a que sigan ahí. Yo doy las gracias al general Mattis cada vez que lo veo".

La mención del actual secretario de Defensa, hombre de principios considerado como uno de los puntales del Gobierno por su integridad y competencia, resulta ilustradora de lo que Corker y el anónimo columnista creen. Como ratificará el inminente y explosivo libro de Bob Woodward sobre Trump, la hora es grave y justifica publicaciones polémicas.

Y, si aún viviese, el profesor Hohenberg estaría de acuerdo.



Jamileth


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