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Unas declaraciones del jefe de la inteligencia alemana sobre la violencia ultra tensan la gran coalición


2018-09-14

PABLO LÓPEZ BARBERO | El Mundo 


Dos semanas después, los sucesos de Chemnitz siguen trayendo cola en Alemania. Ahora es el jefe de la inteligencia alemana, Hans-Georg Maassen, quien se encuentra en el ojo del huracán. Las declaraciones que hizo al sensacionalista Bild la semana pasada, en las que ponía en duda la persecución de inmigrantes en la ciudad sajona, así como la autenticidad de un vídeo que circuló en las redes, amenazan con abrir una nueva crisis de Gobierno y desestabilizar una gran coalición que ya de por sí hace aguas.

Ayer, los líderes de los tres partidos de la coalición entre conservadores (CDU, CSU) y socialdemócratas (SPD) liderada por Angela Merkel celebraron una reunión de crisis para abordar el futuro del presidente de los servicios secretos del interior. Los socialdemócratas exigieron por la mañana su dimisión inmediata. "Para la dirección del SPD está absolutamente claro que hay que tomar medidas. Ahora Merkel debe actuar", dijo el secretario general del SPD, Lars Klingbeil.

Otros políticos de esta formación, como el diputado bávaro Florian Post, plantearon incluso romper la gran coalición. "El partido está ante un problema de credibilidad, tenemos que exigir la dimisión de Maassen, aunque eso implique romper la coalición. A veces me pregunto por qué luché para que entrar en la gran coalición, porque en vista de lo que está ocurriendo, fue un error", dijo Post.

El presidente de la Oficina Federal de Protección de la Constitución (BfV) -como se llaman oficialmente los servicios secretos en el interior del país- declaró el viernes al periódico Bild que no tenía "ninguna información fiable" de que hubiera habido persecuciones en Chemnitz, con lo que contradijo a la canciller. Sobre un vídeo que supuestamente muestra escenas de caza de extranjeros, Maassen dijo: "No hay pruebas de que el vídeo que circula en Internet sobre este supuesto incidente sea auténtico. Habría buenas razones para creer que se trata de una desinformación deliberada para posiblemente distraer al público del asesinato en Chemnitz".

Unas declaraciones que sirvieron de combustible a la formación Alternativa para Alemania (AfD) en su particular cruzada contra inmigrantes y refugiados. En una comisión parlamentaria de Interior a puerta cerrada en el Bundestag, el partido ultraderechista criticó la supuesta manipulación mediática de los hechos de Chemnitz. Cabe recordar que "prensa mentirosa" es uno de los emblemas preferidos de los ultras en las manifestaciones.

Las afinidades de Maassen con la ultraderecha van probablemente más allá: según destapó el magacín Kontraste, de la cadena pública ARD, el jefe de inteligencia puso a disposición de la AfD, cinco semanas antes de su publicación, partes del informe anual de su departamento. En concreto, información sobre islamistas peligrosos y cuestiones presupuestarias. El portavoz de los servicios secretos se apresuró a desmentir esta información, aludiendo a que se trataba de una ronda habitual de contactos con los partidos políticos del Bundestag.

Se como fuere, la presión contra Maassen aumenta a medida que salen a relucir unas posturas políticas que ponen en duda su idoneidad al frente del servicio de inteligencia. La mayoría de la clase política está de acuerdo en que se extralimitó de sus competencias al especular sobre los graves sucesos ocurridos en Chemnitz, cuando una turba ultraderechista salió a la calle para protestar tras la muerte de un joven alemán. Se vieron saludos hitlerianos y consignas xenófobas y neonazis.

Pese a todo, hasta el martes parecía claro que el cargo de Maassen no corría peligro, pues cuenta con las simpatías del ministro del Interior Horst Seehofer. Es secreto a voces que el líder bávaro comparte las tesis de su subalterno. Seehofer destaca por su confrontación con Merkel y su política migratoria, que tacha de demasiado laxa. "La inmigración es la madre de todos los problemas de Alemania", dijo a los medios la semana pasada. Esta es la enésima muestra de división entre la canciller y su ministro, una rivalidad que antes del verano estuvo muy cerca de echar por tierra la coalición de Gobierno.


 



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