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Los demócratas luchan contra la indiferencia electoral de los latinos


2018-10-23

Por José A. Del Real y Jonathan Martin|The New York Times

LAS VEGAS — Niños arrancados de los brazos de sus padres y presos en sofocantes ciudades de carpas. Redadas migratorias frente a hospitales, escuelas y tribunales. Una embestida de anuncios y discursos con insultos y comentarios racistas.

Ahora que las disputadas elecciones intermedias están a dos semanas de distancia, los estrategas del Partido Demócrata esperan que los electores latinos que se encuentran enfadados debido a las políticas y el lenguaje divisorio del gobierno de Donald Trump les ayuden a lograr victorias rotundas en muchas de las contiendas que decidirán el control político en Washington. Su razonamiento es que, si alguna vez hubo un tiempo propicio para emitir votos de protesta, es ahora que el presidente Trump ocupa la Casa Blanca.

Sin embargo, entrevistas con decenas de electores hispanos en Nevada y California, dos estados clave en la contienda, revelaron un panorama más complicado y profundamente alarmante para los funcionarios del Partido Demócrata. Ajenos a los mítines de campaña y los candidatos, muchos electores afirmaron que se sentían desalentados en vez de animados; expresaron que el tenso momento político les ha provocado sentimientos como cinismo, apatía y temor. Otros dijeron que los mensajes que se limitan a la política migratoria no bastan para motivarlos.

Algunos sencillamente han perdido la fe en que los políticos cumplirán sus promesas después de las elecciones.

“Es igual que en México: le prometen a la gente que la van a ayudar y no lo hacen”, se lamentó César Gustamente, de 28 años, mientras comía una carne asada al este de Las Vegas, cuando le preguntamos por qué quizá no vote en la disputada contienda para el Senado.

Gustamente, un ciudadano mexicano-estadounidense, votó por Hillary Clinton en 2016 y le ha disgustado el lenguaje que utiliza el presidente Trump. No obstante, “hay ocasiones en que uno solo pierde el tiempo cuando va a votar”, comentó.

En un año electoral, la brecha entre los votantes de raza blanca y los latinos es una de las principales preocupaciones de los demócratas de cara a las elecciones intermedias. Afirman que tendrían mejores probabilidades de ganar muchos de los distritos que votaron por Hillary Clinton y que ahora ocupan republicanos en la Cámara de Representantes si más adultos latinos se registraran y votaran.

Una encuesta nacional reciente organizada por NBC y Wall Street Journal mostró un aumento en el interés por las elecciones entre los electores latinos, pero parte del reto para los demócratas es superar las marcadas divisiones entre esos electores. Los latinos no son un monolito y factores como la edad, la región y la historia migratoria de su familia influyen en sus decisiones políticas. Las encuestas de salida tras las elecciones de 2016 revelaron que casi el 30 por ciento de los electores latinos apoyaron a Trump, aunque algunas encuestas ubicaron esa cifra más cerca del 20 por ciento.

A nivel local, los electores latinos están más dispuestos a apoyar a los republicanos que conocen, una tendencia que les dificulta el panorama a los demócratas en unas elecciones en las que los funcionarios republicanos en el poder no son tan vulnerables como parece.

“Pensar que todos los latinos están cortados con la misma tijera, que todos son demócratas y tienen posturas progresistas con respecto a todos los temas, incluso el migratorio, es un tanto simplista”, señaló William Frey, del Instituto Brookings. “Los organizadores deben identificar las sutiles diferencias de cada población latina”.

Hay antecedentes que justifican la preocupación de los demócratas. Aunque muchos estrategas políticos creyeron que la postura antinmigrante de Trump durante las elecciones presidenciales de 2016 inspiraría a una cifra histórica de electores latinos a presentarse a votar, el porcentaje de latinos elegibles que fueron a las urnas en realidad bajó un poco con respecto a 2012, según datos del censo respectivo analizados por Frey.

Y eso fue antes de que Trump asumiera la presidencia y su gobierno comenzara a aplicar políticas que han provocado inquietud respecto a votar entre algunas personas de comunidades de inmigrantes, lo que ha llevado a algunos defensores políticos a promover el voto por correo como alternativa a ir a las urnas.

“Los anuncios políticos están dirigidos a los inmigrantes, lo cual ha tenido un verdadero efecto negativo”, indicó Mary Kay Henry, dirigente del Sindicato Internacional de Empleados de Servicios. Henry, quien ha tratado de movilizar a los miembros latinos de su sindicato, afirma que algunos ven con cautela la participación cívica. “Hemos tenido que duplicar las actividades de difusión”, dijo.

De los veintitrés distritos con representantes republicanos en la Cámara Baja que ganó a nivel presidencial Hillary Clinton, en once de ellos el 20 por ciento de la población es hispana.

De California a Texas y Florida, los republicanos que representan distritos con una gran población latina en los que ganó Clinton han resultado más difíciles de vencer de lo que los demócratas esperaban. Los demócratas pueden recuperar la Cámara de Representantes sin ganar esos escaños, pero su mayoría quizá sea mínima si no vencen a congresistas republicanos como Will Hurd, de Texas, o Carlos Curbelo, de Florida.

“Desde hace tiempo ha sido un problema estructural tremendo para nosotros y, si lo hubiéramos arreglado, Texas sería mucho más competitivo”, se lamentó Robby Mook, exadministrador de campaña de Clinton, sobre un estado en el que los latinos representan una proporción mucho más pequeña de los votos que de la población.

Las esperanzas de los demócratas en el Senado por Texas y Florida, al igual que Arizona y Nevada, dependen en gran medida de que logren movilizar a los latinos.

El representante Beto O’Rourke se ha convertido en una luz en la oscuridad entre los electores liberales blancos en su contienda con el senador Ted Cruz, pero no podrá ganar si no logra que más latinos se presenten a votar en las ciudades de Texas y en el valle del río Grande (Bravo), donde la participación por lo regular es mínima. En Florida, el senador Bill Nelson debe aprovechar la llegada de puertorriqueños al estado, tanto después del huracán María como en los años anteriores, para ganar la reelección.

El senador republicano Dean Heller, de Nevada, se enfrenta a la representante demócrata Jacky Rosen, que no podrá ganar a menos que acudan grandes cantidades de latinos a las urnas. “La diferencia entre un 15 y un 17 por ciento de asistencia de los latinos podría ser determinante en estas contiendas que se ganan por márgenes muy cerrados”, explicó Megan Jones, estratega política demócrata del estado.

Los demócratas esperan que Nubia Acosta y Alfonso Maciel, dos representantes electorales de Las Vegas que colaboran con el Sindicato de Trabajadores Culinarios, hablen con suficientes electores latinos para lograr un giro en varias de las campañas más cerradas del país.

Una tarde hace poco fueron en busca de votos de casa en casa, bajo el rayo del sol en el caluroso desierto de Mojave, por las calles de Las Vegas. Con sus tabletas en mano y enfundados en playeras rojas, los dos representantes hispanohablantes han trabajado cerca de diez horas al día, seis días a la semana, desde junio.

El trabajo puede ser difícil, pero incluso en esta era de publicidad digital y mensajes de texto masivos, las visitas de casa en casa se consideran la mejor manera de organización política. Se ha demostrado que el contacto personal aumenta la probabilidad de que un elector vaya a las urnas. “No hay que gastar otros 2 millones de dólares en anuncios televisivos para que la gente vaya”, opinó Jones. “Se trata de invertir tiempo en crear un ejército terrestre”.

En Nevada, y en especial en el condado de Clark, que incluye a Las Vegas, los sindicatos se han convertido en poderosos motores para convencer a los electores de ir a las urnas. Henry señaló que los miembros de su sindicato en el estado ya visitaron a quince mil electores latinos y asiáticos, y el sindicato transportó en autobús a unos doscientos miembros de California a Nevada para que participen en las actividades de movilización el 27 de octubre, el primer día de votaciones anticipadas en el estado.

Quizá no exista una fuerza política desde las bases más fuerte en el condado de Clark, donde viven más de tres cuartas partes de los habitantes del estado, que el grupo Local 226 del Sindicato de Trabajadores Culinarios, conocido en el condado solo como Culinario. Este sindicato, integrado por 57,000 miembros, les otorga a muchos de sus afiliados licencias para ausentarse de su trabajo como cocineros o empleados de limpieza durante meses y dedicarse a actividades de promoción política. El sindicato le ha dado todo su apoyo a Rosen.

Sin embargo, es difícil emprender las mismas acciones en otros estados.

En los distritos del valle central de California, de mayoría agrícola, los latinos “no han tenido mucha comunicación con los demócratas, en especial en visitas de casa en casa, ya sea porque la contienda en esos distritos no ha sido reñida desde hace tiempo, o porque las actividades de campaña demócrata han tenido muy pocos fondos”, aseveró Katie Merrill, estratega jefa del grupo demócrata Fight Back California.

Los electores latinos podrían decidir las seis contiendas disputadas para la Cámara de Representantes en California, pero su tasa de participación es incierta. Para obtener esas curules, los demócratas “necesitan que más de esos latinos que no votan con frecuencia vayan a votar”, dijo Merrill.

En el distrito del valle central del representante David Valadao, su contrincante demócrata, T. J. Cox, ha intentado convertir la contienda en un referendo a Trump. Valadao ganó la reelección por trece puntos porcentuales a pesar de que Trump perdió el distrito por más de dieciséis puntos.

Pero incluso los demócratas se muestran escépticos de que Cox pueda movilizar a los electores este año en el distrito, que tiene una proporción latina del 75 por ciento y en el que la inseguridad de vivienda y el conservadurismo social complican la difusión de campañas políticas.

Un distrito más prometedor para ellos se ubica más al norte, cerca de Modesto, donde el republicano en el poder, Jeff Denham, quedó muy por detrás de su contrincante demócrata, Josh Harder, en la recolección de fondos para el trimestre más reciente. Clinton venció a Trump ahí por tres puntos en 2016; Denham conservó el puesto por el mismo margen.

Jennifer Santiago, de 33 años, dijo en un mercado en Modesto que este año no votará. Al igual que muchos otros latinos del distrito, la mujer dijo que mantiene una mentalidad abierta con respecto a Trump, pero subrayó que no espera que las cosas cambien en Estados Unidos, independientemente de quién ocupe la presidencia.

“Quizá tenga que trabajar hasta los 70 años, quién sabe, por el camino que está tomando Estados Unidos, independientemente de quiénes sean los candidatos”, dijo. “Fue Bush, luego Obama y ahora estamos con Trump”.

María Esquivel, de 34 años, señaló que los políticos no han visitado con frecuencia las áreas latinas del pueblo para establecer un vínculo directo con la comunidad. Le maravilló saber que Harder había ido al mercado El Rematito este mismo mes.

“No creo que haya esa educación ahí”, añadió.

En el ámbito nacional, el 55 por ciento de los latinos afirma que este año ninguna campaña se ha puesto en contacto con ellos ni por correo electrónico ni por correo postal ni por teléfono ni en persona, según una encuesta reciente de la empresa de encuestas Latinos Decision.

Muchos electores latinos comparten la frustración de Esquivel. En una tienda Cardenas Market al este de Las Vegas, Enrique González indicó que muchos de sus amigos latinos que ya obtuvieron la ciudadanía no votan.

“En nuestros países de origen, los políticos dejan mucho que desear, así que cuando llegamos allá, creemos que es igual, pero no es así”, dijo González, de 50 años.

¿Va a votar este año?

“No me he perdido ni una sola elección desde que me convertí en ciudadano hace seis años”, afirmó, con una sonrisa.



Jamileth


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