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Mitos e invenciones de López Obrador
Joaquín Robles Linares Negrete, Revista Siempre El presidente electo es un enamorado del pasado, es un ferviente admirador de aquellos personajes hipotéticamente intransigentes y arrojados, de los cuales la historia política mexicana echó mano hasta la saciedad; historia poco reflexiva que produjo enormes mitos, pasajes llenos de distorsiones y anomalías, que a la postre tuvieron consecuencias desafortunadas en la formación cultural de los mexicanos. Es claro que no tiene una lectura profesional de la materia, sino una visión parcial, alimentada por el prejuicio y la quimera. Andrés Manuel López Obrador es un político acostumbrado a construir, creer y propalar leyendas que se tejen a diario en torno a los gobiernos, instituciones y personas. Fábulas que tienen asidero en la corrupción que azota nuestro país desde hace muchísimo tiempo, pero también en la mediocridad intelectual del que las teje, o en una profunda animadversión ante aquel que piensa diferente, ese que siempre verá como enemigo. Pretendiendo con esto deformar una nación entera, enfrentándola, provocando temor, disputa y discordia, todo para lograr un respeto efímero y dudoso, para intentar apuntalarse ante la población como el hombre-destino, que en su imaginación el país demanda. Recientemente hizo una afirmación que, creo, quedó sin respuesta, algo que se entiende, ya que a diario hay un torrente de declaraciones y posturas escandalosas de él y su equipo cercano, para lo cual es muy complicado detenerse a diario ante tanta verborrea. Aseguró que la prensa fifí había contribuido en el golpe y posterior asesinato de Madero, que con su actitud crítica ante el coahuilense —en aquellos días nefastos— habían sido parte del oprobioso crimen, la prensa —a su juicio— era a fin de cuentas responsable. Toda aseveración en el campo de la historia se tiene que probar, lo elemental es remitirse a fuentes y luego hacer un análisis de estas para poder sostener tal afirmación, algo que no ha hecho; luego analizar tendencias y conductas en el universo de periodistas y periódicos de la época para aproximar un juicio, tampoco lo va a hacer. Lo que yo puedo afirmar es que en el expediente de felicitaciones al general Manuel Mondragón (1859-1922) por el golpe de Estado y su posterior nombramiento como ministro de Guerra y Marina en 1913, expediente que he revisado personalmente, el cual consta de más de 300 documentos, entre cartas, escritos personales y oficiales, telegramas, tarjetas, etc. y que viene a ser una prueba sólida para conocer las simpatías y medir las concordancias de distintos grupos y personas con los auténticos golpistas, hay solo un periodista, el director de un medio de la época denominado: El Noticioso Mexicano. La gran mayoría de las felicitaciones son de militares de todas las regiones del país, también de personajes vinculados al antiguo régimen, de extranjeros, empresarios, profesionistas, artistas, aristócratas, ciudadanos comunes, incluyendo amas de casa. Todos veían la Revolución maderista con temor creciente y advertían el caos que se aproximaba; creían que la única entidad confiable en esos momentos, para que no sucediese una debacle nacional debía de ser el Ejército. A Madero no lo mató la prensa, lo mataron los conspiradores pertenecientes al Ejército federal y a una parte de la clase política del antiguo régimen, confabulados y animados por el embajador de Estados Unidos. Es conocido que los golpistas tuvieron simpatías en algunos periódicos, pero de eso a ser parte del magnicidio hay una distancia enorme. Bien valdría que el presidente electo estudiara lo sucedido en aquellos días. Lo otro, son inventos y descalificaciones sin fundamento. regina |
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