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El efecto Magnus': Noruega enloquece por el ajedrez


2018-11-23

Por ANDREW KEH, The New York Times

OSLO — En las últimas horas de la noche del viernes, cientos de personas estaban reunidas en un bar con iluminación tenue y decoración elegante en el centro del distrito de Oslo dedicado a la vida nocturna.

Aunque solo llevaba abierto una semana, el lugar había causado muchos rumores. En una noche reciente, la fila para entrar llegaba hasta el otro extremo de la cuadra. Adentro, el ambiente era como el de otros lugares de moda en el centro de Oslo —obras de arte colgadas a la luz de las velas, el ruido de las conversaciones y los vasos de cerveza— excepto por un pequeño detalle: había tableros de ajedrez en todas las mesas y los mostradores.

“Ese es el ‘efecto Magnus’”, dijo Martin Mortensen, un desarrollador de software de 32 años en el bar, refiriéndose al campeón noruego Magnus Carlsen. “Ahora casi todos en Noruega tienen algún tipo de relación con el ajedrez. Está en la televisión y en los diarios todo el tiempo”. Mortensen miró el concurrido lugar y exclamó: “Es extraño”.

Carlsen, de 27 años, ha sido el mejor jugador de ajedrez del mundo durante los últimos ocho años. Ha ganado los tres campeonatos pasados y este mes en Londres intenta conseguir su cuarto título en una tensa competencia con Fabiano Caruana, un estadounidense de 26 años.

El “efecto Magnus”, por llamarlo así, describe muchos fenómenos socioculturales: la manera en que Carlsen, un joven tímido de Tonsberg, se convirtió en una de las personas más famosas de Noruega; cómo los productores de televisión transformaron una actividad de ocio en un divertido deporte para espectadores y la manera en que millones de noruegos, la mayoría fanáticos nuevos o casuales del juego, lo han integrado en sus vidas.

Por eso, el efecto puede verse en todas partes. En un país de unos cinco millones de habitantes, casi medio millón juega ajedrez de manera regular en internet, según la Federación Noruega de Ajedrez. Las tiendas apenas pueden abastecer sus estantes con tableros. Los pódcasts de ajedrez se encuentran en los primeros lugares de las listas de popularidad y los trenes están llenos de gente que juega en sus celulares. Los niños juegan ajedrez con sus amigos. Los adultos organizan partidos de ajedrez con alcohol y fiestas para ver a otros competidores.

El ajedrez es omnipresente, dicen los noruegos. De alguna manera, ahora está de moda.

“Creo que, per cápita, Noruega ahora es el país más fanático del ajedrez en el mundo”, dijo Lars Petter Fosdahl, de 50 años, uno de los propietarios de The Good Knight, un bar con temática de ajedrez.

Carlsen se convirtió en un experto en ajedrez a los 13 años, y estuvo en los primeros lugares de clasificación mundial en 2010. Sin embargo, los inicios de su brillante carrera no fueron suficientes para hacer que los noruegos se contagiaran con esta obsesión. El dios del ajedrez necesitaba comunicar sus dones y las alegrías del deporte a las masas.

Esa responsabilidad recayó en NRK, la televisora estatal que, a lo largo de los años, ha desarrollado una reputación de jugar según sus propias reglas y seguir sus propios instintos extraños. En 2013, mientras Carlsen se preparaba para competir en su primer campeonato mundial, la estación tomó la decisión audaz de televisar todo el evento.

Fue una apuesta. Un partido profesional de ajedrez en promedio consta de poco más que dos hombres con trajes oscuros que observan una mesa con la cabeza recargada en sus manos. El campeonato mundial se desarrolla como una serie de doce juegos en la que el jugador que gane la mayoría de los partidos es el vencedor. Un solo partido puede durar horas, y en total se podrían necesitar más de dos semanas para terminar. En 2012, el programa de noticias estadounidense 60 Minutes transmitió un segmento sobre Carlsen en el que el corresponsal Bob Simon comentó que, para quienes no lo juegan, ver un partido de ajedrez de élite sería como “ver cómo se seca la pintura de un muro”.

Imperturbable, la NRK desarrolló una emisión al estilo de un programa de entrevistas —filmada en un estudio frente a una audiencia en vivo— que usaba imágenes coloridas y un análisis en tiempo real por parte de un pánel de expertos en ajedrez, personalidades de televisión y celebridades nacionales que muestran su curiosidad sobre el juego.

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El programa fue un éxito. Ese primer año, la final fue vista por un promedio de 335,000 espectadores. Al año siguiente, el partido decisivo atrajo a 572,000 televidentes. En 2016, un promedio de 764,000 espectadores, el 56 por ciento de la audiencia nacional en televisión, atestiguaron el momento en que Carlsen obtuvo su tercer título mundial.

“Fue una confirmación de que la anticipación puede convertirse en acción”, dijo Reidar Stjernen, el productor de la emisión. En algunos aspectos, las transmisiones de los partidos de ajedrez reflejaron una de las innovaciones más noruegas del siglo XXI: la televisión lenta.

Line Andersen, uno de los conductores del programa de ajedrez, describió la televisión lenta como aquella en la que “casi no sucede nada a lo largo de un periodo extendido”. En 2011, millones de personas sintonizaron el canal para ver una transmisión en vivo de un crucero que se dirigía al norte a lo largo de la costa del país. Desde entonces, las emisiones de largo formato dedicadas a cortar leña, tejer y el pastoreo de renos han atraído a audiencias equiparables.

“Somos extraños de muchas maneras, muchas muchas maneras”, dijo Andersen horas antes del programa el pasado viernes. “Nos gustan cosas que no le agradan a nadie más”.

El partido de ajedrez de esa noche, el sexto entre Carlsen y Caruana, tuvo ochenta movimientos y duró seis horas y media. NRK dijo que atrajo a un cuarto de la audiencia televisiva nacional.

“Fue uno de los programas más emocionantes que he visto en años”, dijo Edvin Dybvik, un empleado de 54 años del servicio postal de Trondheim, refiriéndose a la transmisión maratónica.

Dybvik dijo que le gustaba ver el programa en casa con un tablero frente a él para poder reproducir los movimientos mientras escuchaba el análisis.

Otros lo ven en casa con familiares o grupos de amigos; la transmisión ha servido de inspiración para muchos juegos con alcohol, y es común que las interminables emisiones de ajedrez lleguen a interrumpir planes profesionales y compromisos sociales.

“Lo veo todos los días y grito frente al televisor”, dijo Sonja Krohn, de 77 años, una pintora oslense que ha tenido problemas para continuar con su proyecto más reciente, pues le gusta ver los partidos en su estudio. “Tengo que hacer una pausa en mi trabajo”.

El éxito continuo de Carlsen, y de las emisiones, ha provocado que más noruegos se interesen en el juego.

Oystein Brekke, propietario de una tienda de ajedrez en Drammen, dijo que entregaba alrededor de doce pedidos en línea diarios en los años previos al inicio del programa de ajedrez de la NRK. En 2013, durante uno de los partidos de Carlsen, su hijo le mostró algo en la computadora: habían recibido doscientos pedidos en una hora.

“Nuestra tienda jamás ha vuelto a ser la misma”, comentó Brekke.

A pesar de todo el ajetreo que ha provocado el juego en los últimos cinco años, los entusiastas del ajedrez hablan de manera precavida sobre el ciclo de vida de otra tendencia nacional: el curlin.

En 2002, los noruegos se obsesionaron con el juego cuando el equipo masculino del país ganó de manera sorpresiva una medalla de oro en las Olimpiadas de Salt Lake City. Los noruegos se desvelaron todas las noches para ver el evento en televisión y al final muchos se atrevieron a practicarlo. Sin embargo, el tiempo pasó y el interés comenzó a decaer; la moda del curlin pasó.

Por lo tanto, la pregunta de si el ajedrez experimentará un ciclo similar de popularidad ha dividido a los jugadores del país.

“No puedes jugar curlin en tu celular mientras vas al trabajo en el autobús, mientras estás cuidando a un bebé o antes de ir a dormir”, dijo Kristoffer Gressli, uno de los propietarios del bar de ajedrez. “Así que, aunque pase lo peor en este campeonato del mundo —es decir, que Magnus Carlsen pierda— no creo que el fanatismo se acabe”.



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