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Una mirada a una de las insurrecciones obreras campesinas más importantes de Latinoamérica


2018-12-07

Andrés Rodríguez

La Revolución boliviana de 1952 marca el ingreso de este país al siglo XX. Es un período durante el cual gobernó el Movimiento Nacionalista Revolucionario. En ese tiempo, desde 1952 hasta el golpe de Estado de 1964, se realizó una de las mayores transformaciones fundamentales en la participación ciudadana de esta nación andina: la instauración de una reforma agraria que cambió el régimen terrateniente imperante y el control del Ejecutivo sobre los recursos naturales. Incorpora además, por primera vez, al escenario político nacional a la mayoría indígena y a las mujeres, al establecer el voto universal. Fue una sublevación equiparada a la Revolución mexicana (1910) y antecesora a la cubana (1959). En 24 revoluciones por segundo, los directores Carlos Asseph y Marcos Cabero ofrecen una mirada y recorren los hechos que desencadenaron en una de las insurrecciones obreras campesinas más importantes de Latinoamérica.

El interés de Asseph y Cabero para abordar esta temática nació después de revueltas como la denominada Guerra del Agua, en Cochabamba, Bolivia, en el año 2000 –contra la privatización de los recursos hídricos–, o la crisis económica argentina de 2001. A partir del nuevo milenio, Latinoamérica se vio envuelta en una serie de rebeliones que pusieron en cuestión el orden que había regido desde las dictaduras militares en Chile, Argentina, Uruguay y otras regiones, explica Cabero vía correo electrónico. En medio de este proceso, los dos cineastas comenzaron a rodar una serie de documentales sobre las experiencias sociales que se proponían como “alternativas al capitalismo”.

El detonante final para el foco de atención hacia el país andino por parte de los cineastas argentinos, fueron los hechos de Octubre negro en 2003, una represión militar en la que murieron 60 personas y resultó en la caída del Gobierno y huida del país del entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada. “Bolivia se mantuvo como un centro permanente de procesos de insurgencia obrera y popular del cual participamos documentando e informando en el periodismo alternativo y de los trabajadores. Este país mostraba en su experiencia viviente, la latencia de sus procesos anteriores, su tradición política. Y todo llevaba siempre a la fundación de la Central Obrera Boliviana y el rol de los mineros en la revolución del 52”, afirma Asseph.

Las grandes revoluciones sociales de Latinoamérica durante el siglo XX fueron la mexicana (1910), la cubana (1959) y la nicaragüense, a finales de los años setenta. La gran olvidada de esta lista fue la boliviana, a pesar de que fue la primera, y, hasta hoy, única insurrección obrera campesina triunfante en América Latina, según apuntan diversos historiadores y profesores de política. “Ciertamente este proceso, la revolución del 52, fue menospreciada e incomprendida, al punto tal de que hay escaso material informativo, documental o literario sobre este. Nos parecía muy importante rescatar esta tradición, tratar de entenderla y explicarla, ya que sin entender estos hechos, nos resultaba imposible entender la actualidad”, da a conocer Cabero.
Una versión alternativa

Los cineastas se basaron en material inédito de la época que fue restaurado especialmente para este documental. Se logró un convenio con la Cinemateca Boliviana para recuperar estas históricas cintas audiovisuales. El proceso estuvo a cargo de Stefano Lorusso y la colaboración de los técnicos de dicha institución. Para complementar a las imágenes del archivo fílmico de la época, Cabero y Asseph también consiguieron los testimonios de algunos de los obreros protagonistas de la rebelión, además de un par de especialistas.

“El material de archivo se entremezcla con los relatos de manera libre o no asociativa directa. Nuestra influencia como realizadores de la tradición documental de 1968 en todo el mundo y en Latinoamérica nos hace sentir más cercanos al surrealismo o realismo mágico. Creemos que entre los relatos originales, las secuencias cinematográficas captadas y el archivo se construye un sentido narrativo no lineal que se acerca más a la realidad de los hechos del 52, que si hubiéramos buscando un criterio narrativo más convencional, por decirlo de alguna manera”, precisa Cabero.

La película busca también constituirse como una versión alternativa a la “historia oficial” que el partido gobernante de esa época, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), ha contado a lo largo de los años, junto a sectores intelectuales liberales o nacionalistas. El desafío para ambos realizadores fue compenetrarse y conectarse con un imaginario ligado al mundo andino, indígena y campesino, muy diferente al que estaban acostumbrados en su Argentina natal. “Comprender y sentir el sincretismo de estos sectores llevó muchos años de investigación y experiencias militantes con la clase obrera boliviana y sus organizaciones gremiales y políticas. [La versión del MNR] No se condicen con los hechos narrados por la historia oral y la propia comprensión de los individuos con quienes nos acercábamos a conversar sobre estos hechos”, agrega Asseph.

El preestreno de 24 revoluciones por segundo fue realizado durante la primera versión del Festival Internacional de Cine Documental, organizado por la Asociación de Documentalistas de Argentina, que tuvo lugar en Buenos Aires en noviembre pasado. “Recibimos importantes sugerencias de amigos y colegas y queremos salir a mostrar por todo el mundo esta historia poderosísima, que por los días que corren, tiene una vigencia como mucho más que una pieza de museo”, finaliza Cabero.



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