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La política de Puebla se tiñe de luto
Víctor Usón | El País Un campo de maíz es la zona cero de la tragedia que conmocionó a Puebla horas antes de la Nochebuena. Los escasos restos del helicóptero que todavía quedan en el lugar están alumbrados por varios focos y resguardados por agentes con armas largas apostados frente al cordón que impide el paso. Hasta ese lugar se acercan vecinos “a curiosear”, le cuenta un agricultor de la zona a un agente que le pregunta la razón de su presencia frente al cerco. “Ayer pasó un hombre en bicicleta y nos contó que se había estrellado. Se acercaron hasta el lugar pero no pudieron hacer nada”, relata Gabriel, otro vecino de Santa María Coronango -la población más cercana al lugar donde ocurrió la desgracia-, que quiere ver de cerca lo que queda del aparato siniestrado. Todos pasaron la tarde del 24 de diciembre escuchando la multitud de sirenas que circulaban por los sinuosos caminos que llevan hasta este recóndito lugar en el que la aeronave se precipitó al vacío. La muerte de la pareja con más poder de Puebla, Martha Érika Alonso y Rafael Moreno Valle, junto a los dos pilotos y un asistente de él en el Senado, supone el fin de una época política en el quinto Estado más poblado de México. Es el adiós a un matrimonio que hubiera encadenado dos mandatos -12 años- al frente del Gobierno y que hacía frente a la hegemonía de la formación de López Obrador, Morena, en México. Alonso se impuso, in extremis, en unas elecciones que las encuestas le daban por perdidas. Su triunfo fue la nota discordante el pasado 1 de julio, cuando López Obrador arrasó a escala federal y se impuso en Estados que no le eran especialmente proclives. La victoria de la candidata del PAN (conservador), PRD (centroizquierda) y Movimiento Ciudadano (centro) situó al matrimonio en la primera línea de la política poblana y, en cierto modo, nacional: en la derrota generalizada del panismo, ellos se erigieron en los grandes vencedores de la contienda. Moreno Valle era el hombre que gestionaba la batalla diaria que su formación mantiene con Morena en el Senado. Era coordinador en la Cámara Alta del Partido Acción Nacional (PAN, derecha), la formación que le abrió las puertas del poder en 2011 al designarlo candidato a la gobernatura. Allí llegó, siguiendo un método común entre la clase política mexicana: tras una previa militancia de más de una década en el PRI. Soñaba con ser presidente de México, con liderar la formación a escala federal en los comicios del pasado 1 de julio, pero finalmente cedió a Ricardo Anaya la candidatura de la derecha a la presidencia de México. Tras la muerte de ambos, la vida política poblana está rota. Fracturada por completo. En Puebla nadie habla de futuro, de elecciones, ni de gobernadores. Solo hay espacio para el presente y la memoria. Pero la realidad cae como una losa y lo cierto es que al frente del Estado se queda Jesús Rodríguez Almeida, que era hasta ahora secretario de Gobierno del Ejecutivo. Por delante, se abre un periodo breve -entre tres y cinco meses- en el que el Congreso nombrará a un gobernador interino, se celebrará una campaña y se regresará a la contienda electoral aunque siga fresco el recuerdo de los últimos comicios, uno de los más polémicos que se recuerdan en este Estado del centro del país. Solo hacía 10 días que Martha Érika Alonso había tomado posesión de su cargo, pese a que de la elección han pasado casi seis meses. Su victoria se produjo entre acusaciones de fraude, puñetazos y hasta linchamientos. El estrecho margen de 100,000 votos con el que venció al candidato de Morena, Miguel Barbosa, tuvo que ser ratificado por un tribunal electoral. La decisión judicial fue mucho más que la confirmación de un triunfo. Supuso la continuidad de un modelo de gobernar y un profundo alivio para el PAN que conservaba su gran victoria del pasado 1 de julio. “Los poblanos y las poblanas estamos de luto. Es el momento de expresar nuestra solidaridad con los familiares, seres queridos y amigos [del matrimonio] y no es el momento de hacer especulaciones políticas, jurídicas, ni sociales. Para nosotros las rivalidades políticas son políticas y no personales. Lo que ocurrió es un asunto que complica el escenario en Puebla”, apunta a EL PAÍS Miguel Barbosa. Se abre un mar de interrogantes sobre el porvenir político de un Estado que hasta este lunes su futuro estaba encomendado al matrimonio Moreno Valle - Alonso. En el horizonte solo se perfila ahora la incertidumbre. A Gobierno y oposición no le queda más remedio que reinventarse. El PAN tendrá que volver a medir sus fuerzas, ahora sin padrino, más solo y menos arropado, ante un Morena fortalecido y ya con poder a escala federal. Pero la formación de López Obrador se ha topado, tras estas dos trágicas muertes, con su discurso completamente acabado. Los argumentos de hace seis meses no sirven. Ya no podrán decir que la candidatura del PAN es en realidad una estrategia de Moreno Valle para seguir en el poder, ni tampoco criticar su gestión servirá para aplacar por completo al candidato de la oposición. Puebla vive el comienzo de un nuevo ciclo político, impregnado de luto. Por el momento, solo hay presente y tragedia aunque se empiecen a advertir un sinfín de interrogantes y continúen sobre el tablero varias urgencias que atacar. En este próspero Estado del país, donde la industria automotriz tiene una fuerte presencia, el robo de combustible -huachicol- ha acabado por superar a las autoridades y en él la violencia ha crecido imparablemente hasta arrojar la octava tasa de incidencia delictiva más alta de entre los 32 Estados que tiene el país, según el Instituto Nacional de Estadística.
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