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Antes de la posesión de Bolsonaro, Brasil ya empezó a cambiar


2019-01-01

Ernesto Londoño y Manuela Andreoni, The New York Times

Los brasileños expresaron sus deseos por un cambio radical en la conducción de su país cuando eligieron a Jair Bolsonaro, un legislador de extrema derecha, como su próximo presidente. No pasó mucho tiempo para que los cambios profundos comenzaran a afianzarse.

En las semanas previas a la toma de posesión de Bolsonaro, su afiliación a un movimiento conservador que rechaza la discusión sobre el género o la orientación sexual en las escuelas puso a los salones de clases en el centro de la guerra cultural.

Desde su elección, Brasil dejó de ser sede de la cumbre sobre el cambio climático de las Naciones Unidas de 2019 y comenzó a dar marcha atrás en su papel como ejemplo mundial de un desarrollo ambientalmente sostenible.

Y en política exterior, Bolsonaro cortejó a Estados Unidos y buscó un enfrentamiento con Cuba, que respondió rescindiendo un programa que desde 2013 había enviado médicos cubanos a lugares remotos de Brasil.

Existe una gran incertidumbre acerca de cuánto se parecerá el presidente Bolsonaro al candidato tosco, indignado e intransigente que se presentó como un político fuera del sistema y logró una gran victoria sorpresiva con sus promesas de desmantelar la cultura de corrupción y utilizar medios draconianos para restaurar la seguridad.

Pero no hay duda de que están en marcha profundas transformaciones. Aquí presentamos algunos ejemplos:

Un país armado

Días antes de la toma de posesión de Bolsonaro, su hijo Carlos, un concejal de la ciudad de Río de Janeiro, publicó un video en Twitter que rendía homenaje al amor de su padre por las armas y destacaba su compromiso para facilitar que la policía mate a los presuntos delincuentes.

“Preferiría que asesinen a 200,000 matones”, dice el próximo mandatario en un segmento del video (lleno de palabras soeces) en el que se refiere a la policía. Durante el fin de semana, Bolsonaro anunció que emitirá una orden ejecutiva que permitirá a los civiles sin antecedentes penales poder comprar y tener armas en casa o el trabajo con fines de protección personal.

Esa política marcaría un cambio significativo de las onerosas reglas de Brasil en cuanto a la posesión de armas, y los expertos aseguran que probablemente exacerbará la violencia en el país, que el año pasado tuvo un récord de 63.880 asesinatos. Una encuesta publicada el domingo por la firma de investigación Datafolha reveló que el 61 por ciento de los brasileños se oponía a relajar las reglas de posesión de armas.

Las promesas de Bolsonaro de suavizar las regulaciones sobre el armamento ya han significado un buen negocio para los campos de tiro donde los aficionados se inscriben para practicar. También aumentó el precio de las acciones de Taurus Armas, el principal fabricante de armas en Brasil.

Más cerca de Washington, lejos de La Habana

Una imagen mostró las grandes esperanzas que Jair Bolsonaro y su equipo tienen para establecer vínculos más sólidos con Estados Unidos: después de que Eduardo Bolsonaro concluyera unas reuniones en la Casa Blanca para sentar las bases de una relación bilateral durante su viaje de noviembre, el hijo del presidente lucía un sombrero de la campaña “Trump 2020”.

El gobierno de Trump ha devuelto los elogios y ha calificado a Bolsonaro como un líder “de ideas afines” en quien Washington espera poder confiar, mientras trata de frenar la creciente influencia de China en la región y ejercer más presión sobre el gobierno autoritario de Venezuela.

El secretario de Estado Mike Pompeo encabeza la delegación estadounidense en la ceremonia de juramentación de Bolsonaro en Brasilia.

La primera pelea diplomática de Bolsonaro sucedió en noviembre, cuando Cuba finalizó abruptamente un programa que desde 2013 enviaba a miles de médicos cubanos a regiones remotas y empobrecidas de Brasil. Bolsonaro calificó al programa como una forma de esclavitud por contrato y prometió acabarlo.

Crítico frontal de los gobiernos autoritarios de izquierda en la región, el nuevo mandatario dijo que no invitaría a representantes de los gobiernos de Cuba, Nicaragua o Venezuela a su ceremonia de juramentación.

La deforestación en el Amazonas se acelera

Durante la campaña electoral, Bolsonaro prometió permitir el acceso a más territorios protegidos para realizar actividades como la minería, la agricultura y otras industrias. Entre agosto y octubre, el período más candente de la campaña, la deforestación en el Amazonas aumentó casi un 50 por ciento en comparación con el mismo período en 2017.

Aunque ese fenómeno es común durante los periodos electorales debido a la expectativa ante los posibles cambios en las regulaciones, este fue el mayor incremento desde que comenzó el monitoreo cercano de la deforestación en el Amazonas en 2004, dijo Adalberto Veríssimo, cofundador de Imazon, una organización de vigilancia ambiental.

“Hay una expectativa de que el gobierno será más favorable a las actividades económicas en el Amazonas, sin importar las circunstancias”, dijo Veríssimo.

A lo largo de su campaña, Bolsonaro amenazó con retirar a Brasil del Acuerdo de París, el pacto internacional de 2016 para reducir las emisiones de carbono, y prometió poner fin a las multas impuestas por las agencias que protegen el medioambiente.

A fines de noviembre, el Ministerio de Relaciones Exteriores anunció que Brasil retiraría su promesa de ser anfitrión de la reunión cumbre mundial sobre el cambio climático de las Naciones Unidas de 2019. Bolsonaro dijo que había solicitado esa acción.

La medida fue una clara señal del cambio que el nuevo gobierno representa para la política ambiental. Durante años, Brasil, que tiene la mayor parte del territorio de la Amazonía, la selva tropical más grande del mundo, se ha convertido en una nación comprometida con el desarrollo sostenible y las políticas ambientales sanas.

Luego de ganar las elecciones, Bolsonaro nombró como ministro de Relaciones Exteriores a Ernesto Araújo, un diplomático de carrera que niega el cambio climático. Su ministro de medioambiente, Ricardo Salles, dijo poco después de su nombramiento que el debate sobre el calentamiento global era un tema “secundario”.

Un gabinete lleno de forasteros políticos

A pesar de sus 27 años en el Congreso, Bolsonaro, al frente de un minúsculo partido, hizo campaña como si fuera un recién llegado a la política. Fue rechazado por los partidos principales, que lo consideraban demasiado radical para ganar y se negaron a ofrecerle un compañero de fórmula. Pero los brasileños, enojados con el sistema político, lo recompensaron generosamente por romper con el statu quo.

Con sus elecciones de gabinete, Bolsonaro continuó mandando señales de una ruptura con la política tradicional. En vez de repartir posiciones ministeriales a miembros influyentes de partidos políticos con el objetivo de formar coaliciones en el congreso de Brasil, como habían hecho los presidentes anteriores, seleccionó a líderes militares, ideólogos y tecnócratas.

El inusualmente alto número de oficiales militares en su gobierno, incluido el recientemente retirado general del ejército Hamilton Mourão, quien fue su compañero de fórmula, representa un cambio notable para una nación que mantuvo al ejército fuera de la política mientras reconstruía las instituciones democráticas después del régimen militar de mediados de los ochenta.

Ernesto Araújo, quien causó sorpresa al expresar efusivamente su apoyo a Bolsonaro durante la campaña, será el raro ministro de Relaciones Exteriores que ascendió al primer puesto de entre los diplomáticos de carrera.

El ministro de justicia entrante, Sérgio Moro, es un juez federal que se hizo famoso por su papel destacado en una importante investigación anticorrupción que causó la caída de decenas de destacados políticos y empresarios.

La escuela como campo de batalla en la guerra cultural

En 2014, Jair Bolsonaro y sus hijos abrazaron un movimiento poco conocido llamado Escola Sem Partido (Escuela Sin Partido), formado por activistas conservadores que afirmaban que los estudiantes brasileños estaban siendo adoctrinados por educadores de izquierda que promovían la igualdad de género y social, entre otras políticas.

El movimiento ha crecido en los últimos años, provocando la propuesta de decenas de proyectos de ley en todo Brasil para reformar los planes de estudio de las escuelas públicas. Algunos de los proyectos prohibirían a los maestros hablar sobre sus puntos de vista políticos, alentar a los estudiantes a unirse a manifestaciones o discutir los temas de género en las aulas.

En noviembre, Bolsonaro eligió a Ricardo Vélez Rodríguez, un teólogo colombiano que respalda las ideas principales de la Escola Sem Partido, para dirigir el Ministerio de Educación. Un día antes de su toma de posesión, Bolsonaro publicó en Twitter que Vélez lo ayudaría a “combatir la basura marxista que se ha instalado en las instituciones educativas”.

Incluso antes de que Bolsonaro asumiera el cargo, los maestros y padres amenazaban a los maestros y algunos fueron despedidos por sus opiniones políticas, según Fernanda Moura, profesora de Historia y miembro del grupo Maestros contra la escuela sin partido. Otros habían comenzado a autocensurarse, dijo.

“Estábamos construyendo un nuevo Brasil poco a poco, un Brasil con políticas de inclusión para personas LGTB, mujeres, negros, personas con necesidades especiales”, dijo. “Lo que vemos es que las personas que están en contra de estas políticas sociales no quieren que las debatamos. Por eso atacan a las escuelas”.

Lecciones aprendidas del manual de prensa de Trump

La campaña de Bolsonaro rompió con muchas de las reglas tradicionales de la victoria electoral en Brasil. En vez de cortejar a los medios tradicionales, que le dieron una cobertura crítica, los tildó como “noticias falsas” y optó por dirigirse a sus simpatizantes directamente a través de las redes sociales, donde consiguió un gran número de seguidores.

Como el presidente estadounidense Trump, él y sus principales representantes parecen disfrutar los enfrentamientos con periodistas. Han empezado a bloquear a los reporteros críticos en Twitter y en la primera rueda de prensa después de la elección, los periodistas de medios que fueron críticos durante la campaña no fueron invitados a participar.



JMRS


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