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Asesinato de niños: vidas arrebatadas antes de tiempo
Jaime Giménez | El País Quito.- En diciembre de 2017, el homicidio de Emilia Benavides estremeció a Ecuador. La niña de nueve años fue asesinada por un conocido de su familia en la sureña provincia de Loja. El agresor fue arrestado, pero apenas pasó unos días en la cárcel: fue hallado muerto en su celda. Para prevenir la repetición de nuevos casos como el de Benavides, el Gobierno ecuatoriano puso en marcha el sistema Alerta Emilia, cuyo objetivo era hacer más efectiva la búsqueda de menores desaparecidos y evitar la impunidad de los perpetradores. El caso de Benavides fue uno más de los miles de homicidios de menores de edad que se producen cada año en el mundo. Según las cifras más actualizadas 75,000 de ellos fueron víctimas de homicidio en 2015. O lo que es lo mismo: 205 niños fueron asesinados cada día. Si se pudiera elaborar un prototipo de la víctima más común, este sería un adolescente varón mayor de 15 años, de piel oscura y latinoamericano. A pesar de que muchas niñas son asesinadas como consecuencia de la violencia machista en el planeta, los homicidios de menores afectan cuatro veces más a ellos que a ellas, según un informe de Unicef. Esto se debe, principalmente, a que los grupos ilegales prefieren reclutar a jóvenes varones para integrarlos en sus filas. Como resultado de ello, los niños suelen morir a manos de desconocidos, mientras que el 47% de las niñas víctimas de homicidio tienen como asesinos a miembros de su familia o personas cercanas, como le ocurrió a la ecuatoriana Emilia Benavides. “Allí donde existe un contexto de violencia de género es común que también haya una violencia hacia los niños y niñas que viven en esa familia”, expone David del Campo, director de Programas Internacionales de Save the Children. Esta ONG lanzó en enero de 2018 una campaña para denunciar las 100 muertes violentas de menores que se han producido en España desde 2012, muchas de ellas producto de la violencia intrafamiliar. Con respecto al color de piel, los datos muestran que los jóvenes afrodescendientes en países como Estados Unidos o Brasil sufren mucho más riesgo de ser asesinados que los menores blancos. En el caso del país norteamericano, un adolescente negro tiene hasta 19 veces más posibilidades de ser víctima de un homicidio que un joven caucásico. Esto significa que un menor afroamericano en las calles de Baltimore o Detroit corre más peligro que los niños de muchos países inmersos en conflictos armados. América Latina, la región más peligrosa para los niños Aunque los homicidios de menores se producen en todo el globo, incluidos países como España o Estados Unidos, la región más afectada por este fenómeno es, con mucha diferencia, América Latina. Allí ocurrieron casi la mitad de los asesinatos de menores en 2015, a pesar de que la zona solo alberga al 10% de los adolescentes que habitan el planeta. Además, los cinco países con mayores índices de homicidios de menores de edad por habitante se encuentran en esa región. Se trata de Venezuela, Honduras, Colombia, El Salvador y Brasil. Solo Siria e Irak, inmersos en largos y cruentos conflictos armados, los superan en número de menores muertos por causas violentas, aunque no por homicidio, sino como consecuencia de la guerra. Los cinco estados latinoamericanos se encuentran por delante de otros países afectados por conflictos bélicos como Afganistán, República Democrática del Congo o Sudán del Sur. Mientras miles de migrantes venezolanos y centroamericanos huyen de sus países en busca de una vida mejor, la violencia continúa consumiendo a sus sociedades de origen. Y los niños no escapan a esa macabra realidad. En Venezuela, por ejemplo, 1.134 menores fueron asesinados en 2017, según el Observatorio Venezolano de Violencia. Por su parte, en el Triángulo Norte Centroamericano, formado por Guatemala, Honduras y El Salvador, la presencia de pandillas juveniles o maras agrava la situación. Los niños afrodescendientes corren más riesgo de ser asesinados que los menores blancos Según denuncia Save the Children en su informe Atrapados, “en 2015 en Honduras los homicidios representaron el 52,5% del total de muertes por causa externa de niños y niñas. En El Salvador 517 personas menores de 17 años perdieron la vida de enero a septiembre de 2016, lo que equivale a una muerte cada 12 horas, la mayoría por arma de fuego. En Guatemala en la última década han muerto violentamente un promedio anual de 477 NNA [niños, niñas y adolescentes] y el 86% de éstos debido a heridas por armas de fuego”. Para explicar el alto número de homicidios de menores en América Latina, la especialista en estadísticas de Unicef Claudia Cappa alude a tres factores: las diferencias de renta entre ricos y pobres, la facilidad para acceder a armas de fuego y la presencia de bandas delictivas en el territorio. Además, existen otros elementos que también contribuyen a la inseguridad de los menores, como son el tráfico y consumo de drogas, el alcohol, la falta de oportunidades laborales y la segregación urbana. Según Cappa, estas causas muestran por qué en Latinoamérica existe una tasa de homicidios que afecta a 12,6 niños por cada 100,000 habitantes, una cifra que dobla a la siguiente región más azotada por esta realidad, África Occidental y Central, con un índice de 5,2. Aunque la tasa de homicidios de menores en todo el mundo ha descendido ligeramente desde el año 2000, América Latina se ha erigido como la única región donde esta estadística ha aumentado. Pese a la gravedad de la situación, no parece que los Gobiernos latinoamericanos estén haciendo todo lo posible para atajar la inseguridad que siega cada día las vidas de sus jóvenes. “Los homicidios infantiles no son una preocupación de la comunidad internacional ni de los países más afectados. En su agenda política nunca figura la violencia como un elemento que les preocupe o importe. Lo tratan de ocultar, de pasar a un segundo plano. Nadie quiere aparecer en la lista de los países más peligrosos”, denuncia Del Campo. Sin embargo, no todos los problemas derivan de la falta de voluntad política. “Hay una debilidad del Estado de Derecho, una capacidad débil de la Justicia que provoca que los miles de homicidios sobre niños que ocurren en América Latina y en otras partes del mundo queden impunes”, agrega el directivo de Save the Children, quien considera que la falta de atención a los menores de edad se debe a que estos no pueden votar en las elecciones. “La infancia debe ser protegida, pero hay un elemento: no hace cambiar Gobiernos. No tienen voz y lo más importante es que tampoco tienen voto. Y, por tanto, no forman parte de las prioridades”. La falta de atención a los menores de edad se debe a que estos no pueden votar en las elecciones En cualquier caso, algunos países van asumiendo poco a poco sus responsabilidades para proteger a los más pequeños. La puesta en funcionamiento de Alerta Emilia convirtió a Ecuador en el primer Estado sudamericano en utilizar la tecnología de alerta inmediata para buscar a menores desaparecidos y evitar desenlaces trágicos. No obstante, la situación del país andino, con una de las tasas de homicidios de menores más bajas de la región (3,3 por cada 100,000 habitantes), dista mucho de algunos de sus vecinos, donde los asesinatos de menores son pan de cada día. Para Del Campo, lo más importante es que las vidas de todos los niños comiencen a ser valoradas por igual. Para ejemplificarlo menciona a Malala, la niña pakistaní ganadora del Premio Nobel de la Paz que sufrió un atentado en 2012. “El mismo día en que se produjo aquel ataque, una mara en El Salvador degolló a diez niños dentro de un colegio. Malala fue un símbolo y significó un grandísimo avance, pero mientras eso ocurría había unas situaciones de violencia en otras partes del mundo a las que nadie puso la luz. Es necesario recordar a esos niños de los que nadie habla”, zanja. Jamileth |
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