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Lo mejor y lo peor de los Oscar: Cuarón, Spike Lee, las mujeres y… ¿’Green Book’?


2019-02-25

Por THE NEW YORK TIMES

Quién lo habría adivinado: la falta de conductor para la ceremonia del Oscar resultó ser buena idea, aunque no fuera planeado (el actor y comediante Kevin Hart se retiró como anfitrión después de una controversia sobre sus comentarios respecto a personas homosexuales). La entrega del domingo 24 de febrero, con una lista de ganadores muy diversa, fue un programa entretenido pese a que hubo varias decisiones que causaron confusión. Estos fueron los mejores y los peores momentos, según nuestros reporteros.

El mayor paso adelante: la diversidad

La polémica por #OscarsSoWhite —la falta de nominaciones y reconocimiento a artistas no blancos— empieza a lucir algo lejana, pues el domingo la academia coronó a personas muy diversas. Tres de los cuatro actores reconocidos son personas no blancas: Regina King por Si la colonia hablara (If Beale Street Could Talk), Mahershala Ali por Green Book: Una amistad sin fronteras y Rami Malek por Bohemian Rhapsody. Varios cineastas también contribuyeron a la diversidad, notablemente el mexicano Alfonso Cuarón —se llevó los premios a mejor director y fotografía por Roma— y las y los responsables de mejor documental, película animada y corto animado. Dos mujeres negras se volvieron las primeras en su ámbito en ganar: Ruth E. Carter por diseño de vestuario y Hannah Beachler por diseño de producción, ambas por Pantera negra. Y, claro: por vez primera Spike Lee consiguió un Oscar competitivo, por mejor guion adaptado de El infiltrado del KKKlan. Fue notable también la diversidad de género en las categorías técnicas.

—Sopan Deb

El mayor paso para atrás: mejor película

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Los Oscar tienden a premiar a gente que debía haber reconocido hace mucho para remediar sus errores pasados, al tiempo que la academia comete nuevos errores que tendrá que remediar años después. Casi a tres décadas de desdeñar a Haz lo correcto (Do The Right Thing) y calificar a Paseando a Miss Daisy como la mejor película, la academia por fin le dio un Oscar a Spike Lee. Excepto que luego le otorgó el mayor premio de la noche a Green Book, cuyo título básicamente podría haber sido Paseando a Miss Daisy 2. No era que el director Peter Farrelly —de Un par de idiotas (Dumb and Dumber)— tuviera que hacer más filmes que sí fueran meritorios antes de conseguir este premio, pero la academia no se pudo resistir a darle la estatuilla a otra película más en la que el racismo en Estados Unidos se presenta como algo fácil de solucionar si tan solo un personaje blanco se digna a tener proximidad con un personaje negro. En esa línea también está Crash (2004), que es de las peores películas en la historia en haber ganado el Oscar. Si Crash fuera estrenada hoy, ¿la academia de nuevo se rebajaría a premiarla? Ayer nos dieron la respuesta.

—Amanda Hess

El triunfo que da más júbilo

Los Knicks de Nueva York ganaron la noche del domingo y, en una situación aún menos frecuente, también lo hizo uno de los fanáticos más leales del equipo de básquetbol, Spike Lee. Cuando anunció que el Oscar a mejor guion adaptado era para Lee y sus coguionistas por El infiltrado del KKKlan, el actor Samuel L. Jackson gritó con alegría el nombre de quien ha sido un colaborador cercano por mucho tiempo.

Y Lee, quien solo había obtenido un Oscar honorario hasta ahora en su carrera de 33 años en los que ha hecho películas y documentales, estaba más que listo para celebrar: al subir al escenario saltó a los brazos de Jackson antes de dar el discurso que parece haber estado esperando decir desde que empezó su carrera. Su alegría después se tornó seria cuando le dijo al público: “Ante el mundo esta noche rindo honor a nuestros ancestros [esclavos] que construyeron este país y lo forjaron como es hoy junto con el genocidio de sus pueblos nativos”.

—Mekado Murphy

El desaire que más sorprendió

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Siete nominaciones y Glenn Close se queda otra vez sin el Oscar, con lo que mantiene su récord poco envidiable del actor —hombre o mujer— vivo que ha sido nominado en más ocasiones sin ganar. Close, quien el domingo parecía estar vestida igual que una estatuilla con su vestido dorado, había sido la favorita para este galardón durante la temporada, pero fue Olivia Colman de La favorita quien se quedó con el premio. “Glenn Close, has sido mi ídolo por tanto tiempo”, le dijo Colman en su discurso. “No quería que fuera así”.

—Maya Salam

Las mejores presentadoras que, no, no eran conductoras

Al presentar a Maya Rudolph, Tina Fey y Amy Poehler, los Oscar parecían querer compensar de más su falta de un conductor para la ceremonia. Aquí teníamos no a una ni a dos, sino a tres de las comediantes y actrices más queridas de Hollywood haciendo por unos momentos como si fueran ellas las anfitrionas de la noche al hacer varios de los chistes que dijeron que habrían hecho si hubieran aceptado ese trabajo. Fue la mejor manera de iniciar esta versión resumida y acelerada de la ceremonia anual; a los conductores del Oscar raramente les va bien, suelen hacer comentarios algo polémicos que todos criticamos desde nuestros sillones, pero estas mujeres sí nos recordaron que a veces ese primer monólogo sienta bien. Cuando dejaron el escenario se sintió el vacío.


—Amanda Hess

Los presentadores que deberían ser conductores

Sin una persona como anfitriona que pueda dar un hilo narrativo a quienes escriben el programa, los chistes e intercambios entre los presentadores se sienten algo azarosos. Por ello fue gustoso que los comediantes Awkwafina y John Mulaney aprovecharan muy bien su tiempo al presentar los premios a mejores cortos, desde fingir que estaban nerviosos hasta hacerse los sorprendidos de que iban a presentar un segundo galardón: esto debería considerarse su audición para ser conductores el próximo año.

—Kyle Buchanan

Los presentadores más inesperados

La naturaleza algo radiactiva de la ceremonia de este año (se intentaron hacer varios cambios respecto a entregas pasadas) le permitió a la academia extender la lista de presentadores más allá de la gente de Hollywood. Las introducciones a las películas nominadas fueron más como ensayos para la revista Time: la tenista Serena Williams habló sobre Nace una estrella, el chef José Andrés fue copresentador de Roma, el diputado y activista por los derechos civiles John Lewis habló de Green Book. Las apariciones que mezclaban dos mundos fueron lo más cercano a una sorpresa que puede haber en los Oscar, aunque fue difícil comprender por qué cada uno presentaba esa película —¿Williams también es… una estrella?— y el intento terminó por exhibir lo mucho que la academia buscaba tener algún momento destacable. De modo que lo que realmente querían decir los encargados del Oscar este año es que prácticamente no tienen qué decir.

—Amanda Hess

La mejor actuación… y la peor también

Casi toda la historia sobre cómo se hizo Nace una estrella habla de Bradley Cooper, guionista, director, productor y el actor que se transformó en un músico profesional para interpretar al rockero Jackson Maine. Pero al actuar en vivo junto a una verdadera artista profesional, la coprotagonista Lady Gaga, quedó más claro que ella es una potencia y él, pues, estaba ahí. Aunque hay que darle crédito a Cooper: eligió para el elenco a una mujer que no solo lo iba a ensombrecer en la trama de su película, sino también en esta presentación. En mi opinión, verla a ella convertirse en actriz siempre iba a ser más interesante que ver a Cooper intentar cantar.

—Amanda Hess

El peor discurso

En algún momento, con la intención de reducir la duración de la ceremonia, la academia propuso entregar cuatro de los premios durante los cortes comerciales, pero se echó para atrás cuando muchos miembros destacados protestaron. Maquillaje y peinado era una de esas categorías y, vaya, quizá habría sido buena idea que ese premio sí lo entregaran durante un comercial. Los ganadores —Greg Cannom, Kate Biscoe y Patricia DeHaney por El vicepresidente— no podían decidir entre ellos quién iba a hablar primero y luego tuvieron problemas para leer lo que habían preparado. Las gracias atropelladas continuaron mientras la orquesta empezó a tocar para que terminaran y al final les apagaron el micrófono. Quien sea que haya hecho eso, gracias.

—Stephanie Goodman



regina


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