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Mi país debe proteger los derechos reproductivos de las mujeres


2019-03-15

Por STEPHANIE LORAINE PIÑEIRO, The New York Times

MIAMI — La semana pasada inició la sesión legislativa en Tallahassee, Florida, en la que se considera un proyecto de ley que pretende prohibir los abortos a partir de las seis semanas —cuando la mayoría de las mujeres ni siquiera sospechan que están embarazadas—. Así que es necesario enviarles un mensaje a los representantes locales que quieren decidir por mí y por las mujeres de mi estado: el aborto legal y seguro no es, ni puede ser, una ficha política entre conservadores y liberales, demócratas o republicanos.

El aborto es un asunto de salud pública, derechos humanos y desigualdad económica.

Desde pequeña aprendí que no todas las personas —por género, clase o raza— recibimos el mismo trato por parte de las instituciones y los gobiernos. Puedo decirlo, porque a los 17 años fui obligada a vivir un proceso jurídico arbitrario, complicado y traumatizante: tuve que acudir con un juez de mi estado, Florida, para obtener la autorización legal que necesitaba para interrumpir un embarazo no deseado.

Cuando me embaracé, no pude contarles a mis padres la angustia por la que atravesaba. Crecí en un hogar donde había violencia doméstica y sabía que tendría que lidiar sola con mi decisión de obtener un aborto. Pero no pensé que también me vería forzada a recorrer los frustrantes laberintos legales: por mi edad, debí acudir a una corte de Florida sin tener la aprobación de mis padres. El proceso jurídico tuvo un costo emocional muy alto, pero al final obtuve la aprobación de un juez. No recurrí, como miles de mujeres en algunas naciones de América Latina, a un aborto clandestino y potencialmente inseguro.

En 1973, mi país hizo historia en el mundo cuando despenalizó la interrupción del embarazo a nivel nacional. Pero esa conquista hoy está en riesgo, en buena medida por el ambiente de polarización política que existe en el Estados Unidos de Donald Trump. En lo que va del año, según algunos informes, se han propuesto un mayor número de proyectos de ley en contra del aborto que en años anteriores.

En la década de los setenta, el caso Roe contra Wade, que pedía que el aborto fuera permitido por cualquier razón, llegó a la Corte Suprema, en donde fue aprobado. Ese momento fue trascendental para las mujeres: un avance de enorme importancia para las estadounidenses, pero también una inspiración para las mujeres de América Latina y el resto del mundo.

Así que no podemos retroceder: Estados Unidos debe proteger el derecho reproductivo de las mujeres y, mientras lo hace, será un modelo a seguir para los países de América Latina en los que el aborto legal y seguro todavía no es un derecho. Y es que en la región, menos del tres por ciento de las latinoamericanas viven en naciones en donde el aborto es legal en cualquier circunstancia.

Algunos grupos extremistas en Estados Unidos y en distintos países del mundo están determinados a criminalizar a las mujeres que buscan asistencia médica cuando deciden interrumpir un embarazo. Así que soy una de las muchas mujeres que, en paralelo a la discusión parlamentaria en Florida, nos unimos a una campaña en inglés y en español de más de cincuenta organizaciones que exige que los representantes de mi estado no limiten el acceso al aborto. La campaña consiste en vallas publicitarias escritas en ambos idiomas localizadas en las autopistas que conducen hacia el capitolio de Tallahassee.

Es la primera vez que hacemos un llamado político a favor de los derechos reproductivos de las mujeres con mensajes escritos en español. Era urgente hacerlo: las latinas en Florida son uno de los grupos más afectados por la falta de atención médica en casos de embarazos no deseados. La carencia de métodos contraceptivos asequibles, el acceso limitado a proveedores lingüística y culturalmente competentes, además de la falta de cobertura médica, son algunos de los retos que enfrentan las mujeres de las comunidades latinas.

Esta cruzada bilingüe por una Florida más justa ocurre cuando algunos centros de salud controlados por grupos religiosos o por organismos contrarios a los derechos de las mujeres ganan influencia. Este tipo de acciones solo logran perpetuar el estigma, la vergüenza, el machismo y el silencio de las mujeres que han decidido optar por un aborto seguro, ya sea por complicaciones médicas, anomalías fetales, por haber sido víctimas de una violación o porque simplemente decidieron que no era el momento de convertirse en madres.

Hoy comparto mi historia para hacer un llamado a los legisladores estadounidenses: a ellos les pido que dejen de ver el debate por el aborto como una discusión política o ideológica. Los legisladores de Estados Unidos deben considerar las cifras de nuestros vecinos países de América Latina que indican que prohibir el aborto no lo reduce ni lo evita.

Mientras que el índice nacional de abortos en Estados Unidos llegó a su nivel más bajo desde que se despenalizó el aborto, en América Latina, el número de abortos permanece muy similar al de la década de los noventa. América Latina y el Caribe son hoy las regiones con las tasas anuales de aborto más altas del mundo.

En los países latinoamericanos en los que el aborto está prohibido en cualquier circunstancia, como El Salvador, la tasa de interrupción de embarazos es mayor que en aquellos donde el procedimiento es legal y seguro. Una mujer que ha decidido interrumpir su embarazo lo hará de todos modos, aunque tenga que recurrir a métodos inseguros. Así que restringir el aborto no disminuye el número de abortos, pero sí reduce el número de muertes de mujeres. En Argentina, por ejemplo, la tasa más alta de mortalidad entre las mujeres ocurre a consecuencia de abortos inseguros.


Por eso es importante recordarles a los legisladores de Florida que transiten por las carreteras y vean nuestras vallas en inglés y español que Estados Unidos debe resguardar una victoria legal que no tiene nada que ver con la ideología, sino con la salud de las mujeres y el respeto del derecho a nuestros cuerpos.

Mientras protejamos esa conquista, seremos un faro de esperanza no solo para las mujeres estadounidenses, sino para nuestras vecinas al sur, quienes viven en una región en donde al menos 10 por ciento del total de las muertes maternas se debieron a abortos inseguros.



regina


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