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El modelo de comunicación, base de la victoria electoral de AMLO en 2018


2019-03-22

Por Javier Esteinou Madrid | Revista Siempre

La acumulación simultánea del conjunto de severos factores económicos, de crisis política, de descomposición social y de intervención cultural alternativa que se agolparon sincrónicamente en 2018 no hubieran sido suficientes por sí mismos para consolidar la victoria política de enormes dimensiones históricas que se gestó hacia un cambio de gobernabilidad de izquierda, pues también en 2006 y 2012 existieron situaciones de deterioro estructural y disgusto colectivo muy similares que alimentaron una profunda cólera, marginación y decepción que irritaron con fuerza a la población y, pese a la concentración de dicha decadencia social, la transición política no se produjo en el país. Se requirió algo más estratégico que pudiera canalizar civilizadamente, por la vía del voto, dicho descontento colectivo hacia una transformación pacífica del sistema político-social.

En consecuencia, si el resultado de dicho suceso de transformación no se logró mediante alteraciones sustantivas del sufragio en esta etapa, se debe examinar por qué el voto autónomo de la mayoría de los ciudadanos prefirió la opción que ofreció la mancuerna AMLO/Morena y no las propuestas electorales del PRI y el PAN.

Al respecto, es muy importante destacar que el factor central que permitió canalizar el descontento y la decepción almacenada por décadas en el sentir lastimado de las mayorías ciudadanas del 2018 hacia la elección de un nuevo modelo de desarrollo nacional fue la indispensable intervención estratégica de un tipo de comunicación política paralelo, que instrumentó con eficiencia el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), conduciendo el hartazgo de grandes sectores hacia la predilección de una nueva opción de gobernabilidad. Así se creó un modelo de comunicación política diferente que permitió que el candidato de la coalición “la esperanza de México” difundiera masivamente otras percepciones sobre la realidad nacional y alternativas de gobernabilidad distintas, con lo que construyó un escudo de protección ante la manipulación informativa, los ataques propagandísticos, las fake news, las distracciones recurrentes que elaboró sincrónicamente el sistema comunicativo del statu quo tradicional y la “guerra informativa sucia” que aplicaron los partidos opositores.

Con ello se evitó continuar nutriendo la frustración social que se concentró sin salida en muchas otras etapas de comicios precedentes y se orientó hacia una opción institucionalizada, a través de la democracia electoral.

En este sentido, la principal explicación que se puede encontrar es que la “decisión autónoma” de los electores fue generada por la implementación eficaz de un prototipo de comunicación política diferente al que utilizaron sus contrincantes, basado en la nueva percepción masiva que construyeron, por un lado, los distintos sistemas de comunicación a través de diversos tipos de propaganda, mensajes, slogans, discursos, imaginarios, etc., que se difundieron masivamente para edificar una imagen favorable del candidato dominante Andrés Manuel López Obrador, y con ello, obtener el voto positivo de la mayoría de la población. Por otro lado, mediante la intervención virtual muy activa de las redes sociales operadas por Morena que creó un proceso de comunicación interactivo muy dinámico, flexible, rápido y abierto que permitió la creación de otro sentimiento antisistema que le favoreció sustancialmente para conquistar el éxito.

La construcción de otro tejido de macrosubjetividad y emocionalidad en grandes sectores forjó una actitud conductual de búsqueda de otro cambio que se tradujo en la aplicación concreta de un voto positivo para la transformación del sistema social en México, bajo la conducción de AMLO/Morena.

Entre algunos de los principales rasgos del modelo de comunicación electoral que se aplicó por parte de AMLO/Morena, figuraron los tres siguientes:

1.- Contrario a estas reglas electorales “no escritas”, Andrés Manuel López Obrador rompió con la tradición de control político y se lanzó con mucha anticipación como un aspirante independiente, “sin permiso” de la estructura del poder político dominante. Así, a diferencia de los otros candidatos electorales, López Obrador realizó una larga y constante campaña audaz en la opinión pública nacional a través de diversas estrategias mediáticas y de relación directa con la población que duró desde el año 2000 hasta el 2018, posicionándose prematuramente como una figura política muy reconocida por la sociedad. De esta forma, utilizó de manera unilateral los tiempos oficiales correspondientes al partido Morena a través de spots televisivos y radiofónicos durante varios años, adquiriendo una ventaja estratégica para colocar su imagen y discurso político en el espacio público mediático mucho tiempo antes de ser candidato a la Presidencia de la República.

2.- Como líder político AMLO manejó una aguda habilidad intuitiva para comunicarse de forma eficaz con los grandes núcleos sociales, en particular en espacios públicos abiertos como alamedas, plazas municipales, centrales obreras, reuniones campesinas, barrios populares, colonias marginadas, asambleas campesinas, etc., para exponer sus propuestas de transformación política. Su mayor fuerza comunicativa radicó en el contacto directo con los diversos sectores sociales, especialmente los màs desfavorecido, y no en la persuasión mediática a través de los medios masivos electrónicos y la prensa.

3.- La estructura semántica de sus mensajes se tejió sobre una diestra y elemental organización maniquea del “sentido común” y del manejo de las “emociones básicas para la sobrevivencia”, para posicionarse como la nueva alternativa histórica. Así, a través de un lenguaje coloquial y franco siempre maniobró el paradigma eterno de la lucha entre el “bien y el mal”; ciudadanos corruptos y limpios; medios de comunicación honestos y “comunicadores“fifís”; viejo sistema de desarrollo privilegiado contra nuevo modelo de crecimiento para todos; empresarios decentes e inversionistas cínicos abusivos; políticos edificantes y políticos oportunistas saqueadores; neoliberalismo depredador contra “nuevo proyecto de nación”; etc., para crear un sentimiento colectivo positivo a su favor. Dentro de tal paradigma narrativo de significados contrastantes él siempre fue la figura central defensora del “bien”, representando a las víctimas, a los perdedores, a los marginados, a los desamparados por el sistema dominante de poder, y todos los demás pertenecían al corazón o a una rama de la “mafia del poder”, del “conservadurismo” o “neoporfirismo”. Semiológicamente él fue el único “superpersonaje aséptico” con la supuesta intensión verdadera, capaz de desterrar la herencia cancerígena de todos los males de nuestra sociedad y del poder político: corrupción, impunidad, cinismo, prepotencia. Pero, sobre todo, tenía a su favor la “limpieza” o “pureza” de no cargar en sus espaldas con los errores de los gobiernos del PAN y del PRI.

Complementando la construcción de esta sagaz atmósfera semántica se mostró melodramático ante la opinión pública como la “víctima” de la “telenovela política” cuando fue atacado propagandísticamente por sus contrincantes, por grupos empresariales o por los medios de comunicación adversos, en especial por la televisión.

La acción eficaz de este modelo de comunicación sobre la percepción de los electores logró que la frustración y el coraje de la mayoría de la población fueran rescatados del precipicio de la depresión y el desánimo colectivos, canalizándose pacíficamente hacia la elección abrumadora de otra opción política de desarrollo para el periodo 2018-2024 a nivel del Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo, los Congresos de los estados, la Asamblea de Representantes de la Ciudad de México, los alcaldes de ella y la mayoría de los municipios de la república mexicana.



Jamileth


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