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Venezuela, la Cuba del siglo XXI
DANIEL LOZANO | El Mundo Cuentan los periódicos de la época que el pueblo cubano salió irritado al Malecón habanero a gritar aquello tan caribeño de "¡Nikita, mariquita!", tras la resolución pacífica de la Crisis de los Misiles. El pacto a última hora entre los presidentes Nikita Kruschev y John F. Kennedy no gustó a Fidel Castro, pese a que la Historia ha demostrado que fue uno de sus grandes beneficiados. La presencia de militares rusos en Venezuela, la puesta a punto del sistema antiaéreo S-300 (vendido por Moscú) en el estado Guárico, cercano a Caracas, y el respaldo absoluto de Vladimir Putin a Nicolás Maduro durante el desafío del Parlamento democrático contra la revolución han activado en la región los recuerdos de la Guerra Fría. "Los militares se quedarán tanto tiempo como sea necesario y mientras el Gobierno los necesite. Sólo se ocupan del mantenimiento de los equipos", asegura la Cancillería rusa. "Advertimos firmemente a actores externos del hemisferio occidental (Rusia) contra el despliegue de activos militares en Venezuela con la intención de establecer o expandir operaciones militares", advierte John Bolton, asesor de Seguridad Nacional de EU, para cerrar dos semanas con sabor a otras épocas y que comenzaron con el aterrizaje de dos aviones rusos en el aeropuerto caraqueño de Maiquetía. Las relaciones entre Venezuela y Rusia, puestas en marcha la década pasada por Hugo Chávez y Putin, se basan hoy en un triple eje: alianza militar, respaldo económico y juego geoestratégico. En vísperas de las elecciones presidenciales en Ucrania, la agencia rusa Sputnik destacó un concepto, "factor disuasivo". "Trump dice que Venezuela es una esfera de influencia estadounidense. Ucrania es la esfera de influencia de Rusia, pero los políticos y militares estadounidenses están involucrados activamente en su situación en Ucrania", explicó el profesor Alexandr Kubishkin, de la Universidad Estatal de San Petersburgo. "El objetivo en este juego ancestral de penetrar esferas de influencia de poderes rivales es tener mayor capacidad de acción y negociación en el sistema internacional. Esto es especialmente importante y urgente para Rusia porque es una gran potencia decadente", desvela para EL MUNDO Víctor Mijares, profesor de Ciencia Política en la Universidad colombiana de Los Andes. El escenario elegido hoy para el pulso entre las superpotencias, aunque una de ellas esté venida a menos, es el peor posible: una Venezuela entre colapsos y huidas, que añora un cambio que la revolución no permite y cuyo derrumbe es un factor de desequilibrio para los vecinos. "Los rusos están en Venezuela para mostrar músculo y dar una prueba más de que son potencia y pueden enfrentarse a EU, algo que la política de Donald Trump les facilita. Dada la situación económica de Rusia, un despliegue militar en condiciones les saldría por un ojo de la cara y no están en condiciones", matiza Carlos Malamud, investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos. Para Mijares, no estamos ante una nueva crisis de los misiles pero sí forma parte del fenómeno de rivalidad entre potencias. Malamud tampoco cree en una reedición de lo vivido en Cuba, aunque tiene claro que la presencia rusa supone para Maduro "una cierta garantía de supervivencia", como ya lo fue para Castro. regina |
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