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Más allá de Biden: ¿qué tan cerca es demasiado cerca?


2019-04-08

Por Benedict Carey | The New York Times

El exvicepresidente de Estados Unidos y posible candidato demócrata a la presidencia, Joe Biden, dio a conocer un video el 3 de abril en el que habló de la importancia del espacio personal. “Las normas sociales han comenzado a cambiar”, comentó. “Se han transformado y se han establecido nuevos límites a las fronteras del espacio personal y lo entiendo”.

Con el video, Biden intentó responder a las acusaciones hechas por dos mujeres a quienes hizo sentir incómodas al acercarse mucho, tener demasiadas confianzas y tocar mucho. En parte, lo grabó para reconocer que las reglas de interacción social pueden cambiar con el tiempo, junto con el entendimiento de cuánto contacto físico es apropiado y dónde se fijan los límites del espacio personal.

Los científicos ya han explorado a fondo la dinámica del espacio social y el tacto. En la década de los sesenta, el antropólogo estadounidense Edward Hall explicó las bases del espacio social, a partir de trabajo de campo en Europa, Asia y otros lugares.

Todos reservamos a nuestro alrededor una zona de casi 46 centímetros —el científico lo llama “espacio íntimo”— para los amigos cercanos y la familia. “El espacio personal”, de 46 centímetros a poco más de 1 metro, es apto para los conocidos y los colegas. Por último, el “espacio social”, de 1 a casi 4 metros, es la órbita apropiada para los extraños o los nuevos colegas.

Estas zonas parecen estar integradas en el sentido desarrollado del cerebro que marca la seguridad espacial. Las regiones cerebrales como la amígdala, que registra amenazas, se activan automáticamente cuando se cruza un límite.

En 2009, los neurólogos del Instituto Tecnológico de California informaron sobre el caso de una mujer que sufría un padecimiento genético que había dañado gravemente su amígdala cerebral. Su espacio social tenía solo una fracción del rango normal, y los extraños podían acercarse a 30 centímetros de ella sin incomodarla.

Esas zonas son promedios y varían con cada persona, cultura y, seguramente, generaciones. En algunos países sudamericanos, como Argentina y Perú, se permite que los extraños se acerquen más, y el espacio social se acerca más a los 60 centímetros. La experiencia personal también es relevante; alguien que ha sufrido acoso o violencia quizá vigile sus zonas límite de manera más precavida.

Biden, un político temperamentalmente afectuoso, invadió el espacio íntimo de las personas con las que se encontraba en un momento, durante el movimiento #MeToo (A mí también), en el que el diálogo sobre el contacto inapropiado ha resonado en la sociedad y la necesidad de reconocer el consentimiento se ha vuelto crucial.

La gente que adopta un estilo de contacto directo, quienes no dudan en abrazar y tocar, generalmente lo hacen porque han aprendido que la comunicación no verbal puede ser un mecanismo de creación de vínculos muy poderoso. Tan solo durante la década pasada, los psicólogos realizaron muchos estudios acerca de los efectos del tacto.

“El tacto es el lenguaje básico del afecto”, dijo Dacher Keltner, psicólogo de la Universidad de California, campus Berkeley. “Es una de las modalidades más reconfortantes de comunicación. Que la persona adecuada te abrace o te dé un empujón de ánimo con el hombro es algo más poderoso que las palabras para aliviar la ansiedad”.

Incluso los roces de nuestras parejas o amigos tienen un poderoso efecto en el cerebro y el cuerpo, pues de inmediato reducen las señales físicas del estrés y activan zonas cerebrales conocidas por participar en la reducción del miedo y la ansiedad.

Quizá el ejemplo más drástico proviene del trabajo encabezado por James A. Coan, psicólogo de la Universidad de Virginia, que ha hecho pruebas sobre la manera en que tomarse de las manos afecta la previsión de una descarga eléctrica.

En un estudio de 2017, un equipo dirigido por Coan y Karen Hasselmo, de la Universidad de Arizona, reclutó a 110 hombres y mujeres de distintos estratos sociales. Juntaron a cada uno con su cónyuge, pareja o amigo, los sentaron en un escáner de resonancia magnética con electrodos sujetos al tobillo y les dijeron que se prepararan para recibir una ligera descarga eléctrica.

El equipo de la investigación midió los niveles de estrés fisiológico y la actividad cerebral de cada persona según varias condiciones, entre ellas sostener la mano de su amigo o pareja, sostener la mano de un extraño y recibir la descarga solos.

“El principal hallazgo acerca de tomar de la mano a un ser querido es que tu reacción a la amenaza de la descarga eléctrica es mucho más baja” que cuando estás solo, dijo Coan. “Tomar de la mano a un extraño no tuvo efecto alguno”.

Los análisis interculturales han mostrado que casi cualquier contacto con una pareja es agradable, al igual que muchas expresiones de contacto físico por parte de un amigo. Sin embargo, universalmente, los extraños tienen permitido prácticamente solo tocar las manos de una persona. El contacto en cualquier otra parte del cuerpo no está permitido; el tacto se recibe con incertidumbre, o como si fuera una invasión.

Las acusaciones en contra de Biden parecen describir situaciones que podrían estar en algún punto intermedio de esos extremos. La cobertura noticiosa ha hecho que muchas mujeres recuerden masajes indeseados en los hombros, abrazos que no pidieron y personas que las rodearon con el brazo sin que ellas lo consintieran. Quienes las tocan no son extraños; son colegas conocidos, a menudo estimados, y no siempre se trata de hombres.

“Creo que la primera reacción de las mujeres que experimentan ese tacto no consensuado en el lugar de trabajo podría describirse con un término que utilizan los adolescentes en la actualidad: ‘perturbador’”, dijo en un correo electrónico Laura Kray, profesora en la Facultad de Negocios de la Universidad de California, campus Berkeley. “No solo es incómodo, sino que genera algo de pánico porque empiezas a pensar qué pasará a continuación y cómo debes reaccionar a esa situación complicada”.

“Obviamente, tener una relación establecida de confianza altera el significado de un abrazo agradecido o una palmada en el hombro en una dirección más positiva. Como regla general, rodear con el brazo la espalda baja o besar la frente son violaciones de esos límites”, agregó.

Una pregunta sin respuesta clara es la manera en que el tacto que demuestra apoyo gradualmente se vuelve más afectuoso y, para algunas personas, sexual y mutuo.

“Lo que no sabemos después de todo este tiempo es cómo se pasa de un nivel a otro”, dijo Coan. “Nadie lo sabe. No hay una respuesta sencilla, ni en las investigaciones psicológicas ni en la vida. La trayectoria incluirá todo tipo de señales de error. A medida que la gente explora el amor o el afecto, se equivoca todo el tiempo”.

Una mirada ausente, el trato frío o algunas palabras firmes pueden corregir muchos —quizá la mayoría— de estos errores. Sin embargo, esas actitudes están lejos de corregir todas las situaciones posibles, en parte debido a grandes diferencias en la manera en que cada persona percibe el tacto de los colegas o los colaboradores.

Por ejemplo, las investigaciones indican que los niños pequeños generalmente se sienten animados y tranquilizados cuando les tocan amigablemente el hombro, no solo sus padres, sino también los profesores. No obstante, esa uniformidad cambia en la adolescencia.

Algunas personas se repliegan si alguien no cercano las toca de manera afectuosa; en las mismas circunstancias, a otras les puede parecer reconfortante.

Una variabilidad similar probablemente existe entre las personas que tocan. Un estudio de 2012 dirigido por Paul Piff de la Universidad de California, campus Irvine, y Amanda Purcell de Yale halló que a las personas que tienden a la hipomanía —quienes tienen mucha energía y son muy sociales— les parece muy reconfortante el tacto que denota apoyo.

Sin embargo, hay una salvedad: también son mensurablemente insensibles al contacto invasivo o brusco. La investigación sugiere que ese tipo de personas, en consecuencia, quizá también son inconscientes respecto al efecto que tienen sus intentos de contacto físico y quizá no pueden captar que la persona a la que intentan calmar o apoyar se siente incómoda.

Rodear con el brazo los hombros del colega incorrecto puede provocar un empujón, una bofetada, un reclamo formal… o un video viral.

Sin importar cómo se desenvuelvan las acusaciones en contra de Biden, política o periodísticamente, los límites del espacio personal siempre seguirán siendo hasta cierto punto fluidos y abiertos a la interpretación, con la excepción de los casos más evidentes. Si no estás seguro, pregunta primero.



Jamileth


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