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Sin apartheid aumenta la desigualdad en Sudáfrica


2019-05-07

Por CARA ANNA

JOHANNESBURGO (AP) — Tal vez en ninguna otra parte de Sudáfrica haya un despliegue de desigualdad más dramático que en Sandton y Alexandra, dos barrios suburbanos de Johannesburgo.

Con sus resplandecientes rascacielos y elegantes mansiones, Sandton es conocido como el enclave más rico de África. Alexandra, donde alguna vez vivió Nelson Mandela, es un barrio sucio, atiborrado, abrumado por la delincuencia, donde viven negros. Muchos de sus residentes cruzan un paso a nivel sobre una carretera todos los días para trabajar en las casas y los negocios caros de Sandton.

El mes pasado estallaron fuertes protestas en Alexandra, producto en parte de las elecciones nacionales del miércoles pero sobre todo de la frustración porque Sudáfrica no pudo evitar ser un país de pocos ricos y muchos pobres. Muchos votantes creen que el partido de gobierno, el Congreso Nacional Africano (CNA), perdió el rumbo desde que Mandela ganó las primeras elecciones de la era post-apartheid en 1994 y esto puede comprometer su mayoría en el Congreso.

El CNA fue sacudido por denuncias de corrupción que abarcaron incluso al ex presidente Jacob Zuma, quien fue obligado a renunciar hace un año.

El desempleo en esta nación de 56 millones de habitantes supera el 25%. Hay protestas en las que se queman neumáticos casi todos los días en reclamo de servicios básicos en los barrios negros. Los blancos concentran la mayor parte de la riqueza y del poder, mientras los negros cortan su césped y limpian sus casas.

“No tenemos casi blancos debajo de la clase media”, expresaron Fazila Farouk y Murray Leibbrandt en un informe del año pasado para la Unidad de Investigaciones de Trabajo y Desarrollo. “De hecho, los blancos mejoraron su situación económica desde que se acabó el apartheid porque nuestra economía reserva un gran porcentaje del ingreso nacional para el 10% de más arriba”.

La mitad de los sudafricanos viven en hogares con ingresos per cápita del equivalente a 90 dólares o menos por mes, señalaron, y tienen pocas esperanzas de progresar a pesar de trabajar duro como mucamas o guardias.

“Para ser francos, están varados”, dijeron Farouk y Leibbrandt.

Thembeni Manana, activista que trabaja con la Cámara de Comercio de Alexandra, dice que la diferencia entre Alexandra y Sandton es abrumadora apenas uno cruza el paso a nivel.

“El aire en Sandton es fresco, como si tuvieran acondicionadores de aire afuera”, expresó Manana, aludiendo al frío que emiten los acondicionadores de aire de los rascacielos. “Cuando regresas a Alex, mamita... Sientes un olor nauseabundo. Aguas negras y ratas por todos lados”.

Esta joven de 28 años que ayudó a coordinar las protestas del mes pasado dice que los problemas no son superficiales y que solo se resolverán con un “cambio de sistema”.

“Hasta aquí llegamos”, afirmó.

Acto seguido hizo una larga lista de demandas. Las escuelas de Alexandra deben tener un maestro por cada 30 alumnos, no 70, como ahora. Los vendedores callejeros deben ser autorizados a abastecer a las cadenas de supermercados, ampliando sus horizontes. Los niños deberían tener a ambos padres en viviendas con más de un cuarto, en las que haya cierta privacidad.

El Banco Mundial dice que Sudáfrica es el país con mayor desigualdad del mundo, algo que el ex presidente F.W. de Klerk, ganador del Premio Nobel de la Paz, describió como “la vergüenza nacional más profunda”.

El actual presidente Cyril Ramaphosa, un protegido de Mandela, admite que Sudáfrica es una nación “profundamente desigual”, como dijo el mes pasado al conmemorarse 25 años de la abolición de la segregación.

La “inquietante” desigualdad de Sudáfrica amenaza los valores democráticos, según una comisión que analizó la posibilidad de un impuesto a la riqueza. Ese impuesto ayudaría un poco, pero difícilmente altere las relaciones que generan desigualdad, según Aroop Chatterjee, del Centro del Sur para Estudios de la Desigualdad de la Universidad de Witwatersrand de Johannesburgo.

Mientras Ramaphosa libra una batalla contra la corrupción adentro de un CNA dividido entre los aliados de Zuma y un sector reformista, la exasperación del público va en aumento y se gestan movimientos populistas.

Los problemas de Alexandra no son exclusivos. Se repiten en numerosas comunidades negras y las elecciones del miércoles probablemente reflejen la fatiga de la gente que vive pidiendo cambios.

Las largas filas para votar en las primeras elecciones post-apartheid de hace 25 años han dado paso a una apatía peligrosa para el CNA.

“Creo que la gente está cansada de votar” y que no pase nada, dijo Manana. “Se dan cuenta de que los partidos políticos se hacen ver solo cuando hay elecciones” y después desaparecen, hasta los próximos comicios.



Jamileth


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