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"El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada"


2019-05-11

Evangelio, Juan 6, 60-69

«Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios»

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oirlo, dijeron: -«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?» Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: - «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.» Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: - «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: - «¿También vosotros queréis marcharos?» Simón Pedro le contestó: - «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»

Reflexión

Fray Manuel Santos Sánchez

«Señor, ¿a quién vamos a acudir?»

Jesús, en su intento de acercarse a nosotros y decirnos quién es, no asegura: “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”.

Jesús quiere demostrarnos que nos ama y nos ama hasta el extremo. Y el amor pide unión con la persona amada. Sabe también que la unión con él, la amistad con él, es un torrente de vida para nosotros. Por todo ello, porque es Dios y tiene poder para ello y porque nos ama, es capaz de inventar la eucaristía, y hacer del pan y vino eucarísticos su cuerpo y su sangre para que nosotros lo podemos comer y beber. Y se produzca la intensa unión vital con él.

A algunos de sus oyentes les pareció que Jesús se pasaba de la raya. No podían creer lo que les decía. Sus palabras eran muy duras e imposibles y dejaron de seguirle. Pero Jesús no se volvió atrás de su sublime oferta amorosa del pan y vino eucarísticos. Y tuvo la valentía de preguntar a los que se quedaron con él si también se querían marchar. “¿También vosotros queréis marcharos?”. Y Pedro, en nombre de los seguidores de Jesús de todos los tiempos, le respondió: “Señor, ¿a quién vamos a acudir. Tú tienes Palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”



JMRS


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