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"No he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo"


2019-05-15

Evangelio, Juan 12, 44-50

“El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquél que me ha enviado"

En aquel tiempo, exclamó Jesús con fuerte voz: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquél que me ha enviado; el que me ve a mí, ve aquél que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas.

Si alguno oye mis palabras y no las pone en práctica, yo no lo voy a condenar; porque no he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.

El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene ya quien lo condene: las palabras que yo he hablado lo condenarán en el último día. Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que mi Padre, que me envió, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar. Y yo sé que su mandamiento es vida eterna. Así, pues, lo que hablo, lo digo como el Padre me lo ha dicho”.

Reflexión

S.S. Papa Francisco

"Lo que hablo, lo digo como el Padre me lo ha dicho”

Seguramente, más de alguna vez, hemos encendido una vela en un lugar que está muy oscuro. Y lo primero que contemplamos, indudablemente, es como esa pequeña llama se convierte en una luz que va creciendo, iluminando todo lo que está en nuestro entorno.

En el Evangelio de hoy vemos como Jesucristo dice: Yo soy la Luz del mundo, el que crea en mí no estará en tinieblas. Cuando pasamos por momentos difíciles en la vida y nos cuesta recibir lo que el Evangelio nos da, es justo ahí cuando tenemos que encender esa vela en nuestro corazón, para que sea el Señor quien ilumine hasta el último rincón. La gran pregunta que tenemos que hacernos es: ¿Queremos verdaderamente dejar que la luz de Cristo penetre esa parte que aún está en oscuridad? La oscuridad del egoísmo, de la soberbia, de rencores, pasiones, etc.

«Todas las palabras de la teología moral deben dejarse plasmar por esta lógica misericordiosa, que hace encontrarlas, en efecto, como palabras de vida en plenitud. De hecho, son un eco de las del Maestro que dice a sus discípulos que no ha venido “para condenar al mundo, sino para salvarlo”, y que la voluntad de su Padre es que “tengan vida y la tengan en abundancia” y participen en la plenitud de su alegría. “Si bien es verdad que hay que cuidar la integridad de la enseñanza moral de la Iglesia, siempre se debe prestar especial cuidado en destacar y alentar los valores más altos y centrales del Evangelio, particularmente el primado de la caridad como respuesta a la iniciativa gratuita del amor de Dios”.»



JMRS


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