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La ciencia de la estimulación cerebral


2019-05-17

Por Benedict Carey | The New York Times

La investigación sobre estimulación cerebral está avanzando de manera tan rápida, y los hallazgos son tan desconcertantes, que un lector podría sentirse tentado a simplemente comprar en preventa una gorra de genio en Amazon, para que todo cobre sentido posteriormente.

En tan solo el mes pasado, científicos reportaron haber aumentado la memoria de trabajo de personas de edad avanzada, al usar corriente eléctrica conducida a través de un gorro, y restaurar algunas funciones cognitivas en una mujer con daño cerebral, mediante el uso de electrodos implantados. Más recientemente, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos aprobó el uso de un estimulador del tamaño de un celular que tiene el objetivo de aliviar los problemas de déficit de atención al administrar corriente eléctrica a través de un parche colocado en la frente.

El año pasado, otro grupo de científicos anunció que también había creado un implante cerebral que estimula el almacenamiento en la memoria. Mientras tanto, una cultura de hágalo usted mismo continúa creciendo entre personas que experimentan con la colocación de electrodos en el cráneo o en la frente para un ajuste cerebral.

Predecir adónde se dirigen todos esos esfuerzos, así como cuándo y cómo podrían converger en una gran metodología, es un ejercicio en el rango de la especulación. La neuroestimulación abarca demasiadas técnicas diferentes, para varias aplicaciones y de calidad variable. Las únicas certezas son las de siempre: que una gorra de genio no llegará pronto y que cualquier artefacto que envíe corriente al cerebro y brinde un beneficio real es probable que también represente un riesgo.

No obstante, el campo es digno de observarse, porque da indicios de algunas propiedades elementales de la función cerebral. A diferencia de los fármacos psiquiátricos, o la terapia psicológica, los pulsos de corriente pueden modificar el comportamiento de las personas rápidamente y de manera confiable. Enciende la corriente y suceden cosas, apágalo y el efecto se detiene o disminuye.

Para comenzar a valorar la ciencia más reciente, ayuda tener una imagen funcional del sistema eléctrico del cerebro: una metáfora. Las metáforas pueden ser riesgosas cuando se aplican al cerebro; son inherentemente inadecuadas por naturaleza y elegir una pone en riesgo favorecer una intervención, incluida la estimulación cerebral, con riesgos desconocidos.

La metáfora de una orquesta es un buen inicio. Un cerebro que tararea bien es una producción similar a las obras de Mozart, con muchos instrumentos neuronales diversos y especializados que se sincronizan los unos con los otros para crear una sensación de unidad.

“Al dirigir, en cada momento, estás trabajando para coordinar todos los instrumentos para hacerlos sonar al mismo ritmo, con la misma intensidad”, dijo en una entrevista telefónica James Conlon, director musical de la Ópera de Los Ángeles y director principal de la Orquesta Sinfónica Nacional RAI en Turín. “Podría cambiar continuamente entre escuchar, liderar o seguir: de ida y vuelta, aprobando el sonido, recibiendo o haciendo ajustes”.

Los neurólogos a menudo comparan la función cerebral con una sinfonía. “Si observas la interpretación de una orquesta, cuando comienza, el violonchelista mira a la persona que está a su lado, no al director”, dijo Michael Gazzaniga, un psicólogo en la Universidad de California, Campus Santa Bárbara. “Probablemente está ocurriendo lo mismo con el cerebro. La pregunta para mí es: ¿el cerebro tiene un director?”.

La forma más cruda de intervención cerebral es la terapia electroconvulsiva (ECT), la cual envía una corriente a través del cerebro que induce una convulsión breve, lo que brinda un alivio por lo menos temporal a algunas personas con depresión grave. Los médicos han usado la ECT durante casi un siglo, aunque el tratamiento sigue siendo controversial para muchos pacientes. Hablando metafóricamente, la ECT es el equivalente a detener la interpretación de la orquesta y enviar a los músicos, desde el que toca el oboe hasta el del timbal, a su casa para que reposen y regresen al día siguiente descansados.

Una forma más dirigida de terapia eléctrica, llamada estimulación cerebral profunda (DBS), ha sido usada para manejar condiciones como el párkinson y la epilepsia. Con la DBS, se introduce un electrodo en un área específica del cerebro que está causando el trastorno; estimularlo, paradójicamente, elimina la actividad en esa región específica.

Si una sección particularmente fuerte está fuera de ritmo, “puede afectar al sistema completo y toda la orquesta suena disonante”, dijo Helen Mayberg, directora del Centro para Terapias de Circuito Avanzado en la Escuela Icahn de Medicina de Mount Sinai; ella ha desarrollado estrategias para DBS para depresión grave. “Puedes pensar en ella como despedir a todos los músicos de esa sección” —enviar a casa a las percusiones de manera permanente—, dijo Mayberg. “La precisión es absolutamente crítica”.

Los estudios recientes sobre estimulación cerebral emplean una técnica diferente, pero que todavía puede ser entendida en términos de una orquesta. En uno de los estudios, científicos de la Universidad de Boston descubrieron que podían mejorar la memoria de trabajo en adultos mayores al optimizar lo que se llama “acoplamiento” rítmico entre las áreas frontal y temporal de la corteza en el cerebro de una persona.

En el cerebro, las actividades de regiones distantes se coordinan por medio de ondas theta de baja frecuencia. Los investigadores usaron estimulación eléctrica, administrada a través de un gorro, para amplificar estas ondas, aumentando la coordinación entre las dos regiones del cerebro y, en adultos de edad más avanzada, mejorar la memoria de trabajo.

“Pensamos que lo que estamos haciendo es esencialmente sincronizar estas dos áreas separadas”, dijo Robert M.G. Reinhart, un neurólogo en la Universidad de Boston y uno de los autores del estudio. En efecto, la estimulación actúa como un director de orquesta, al escuchar, sintetizar y dirigir.

En otro estudio reciente, un equipo de neurólogos descubrió que podían dejar sin efecto o revertir los síntomas de fatiga, falta de concentración y confusión mental en una mujer que había sufrido daño cerebral grave en un accidente automovilístico dieciocho años antes. Lo hicieron al administrar una corriente estable, durante horas de vigilia, a través de dos electrodos implantados en cada lado del tálamo, una región profunda del cerebro a menudo descrita como un conmutador central del cerebro. Metafóricamente, aumentaron el volumen —o, tal vez, hicieron que el director aplaudiera y fijara una mirada reprobatoria hacia los músicos—.

Por supuesto, una metáfora es solo una metáfora, y solo es un paso hacia la decodificación del misterio íntimo de la conciencia. Sin embargo, en esta era de ataque tecnológico, de terapias que continuamente tienen mayor tecnología y afirmaciones pequeñas y grandes, es mejor tener en mente alguna guía de la mente que ninguna en absoluto.



Jamileth


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