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“El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama"


2019-05-20

Evangelio, San Juan 14, 21-26

"El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que
están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió"

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él”.

Entonces le dijo Judas (no el Iscariote): “Señor, ¿por qué razón a nosotros sí te nos vas a manifestar y al mundo no?". Le respondió Jesús: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió.

Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho”.

Reflexión

S.S. Papa Francisco

"Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo
también lo amaré y me manifestaré a él”

De pequeño siempre me gustaba hacer castillos de arena, veía cómo se compactaba la arena con el agua y apretando mis manos. Un día hice un corazón con la arena y le puse las palabras «te quiero mamá.». Fui corriendo a buscar a mi mamá, que estaba en el restaurante del hotel, para que viera el corazón que le había hecho. Cuando mi mamá llegó el corazón se había deshecho y comencé a llorar; mi mamá me decía lo mucho que le gustaba el corazón que le había hecho y me dio un abrazo.

Cuando vemos a Dios y nos ponemos a pensar en cómo le podemos amar, se nos pueden ir las ideas en mil cosas que no durarán mucho, como el corazón de arena, y no serán tan agradables a sus ojos como la intención con que las hacemos, las lágrimas por el corazón de arena nos dan una lección.

Como el Evangelio dice que primero amaremos a Dios, y luego cumpliremos sus palabras, pensémoslo, la palabra de Dios es dura si no se hace por amor; y las cosas que hacemos son como arena, pasarán. Lo más importante es la intención con que hacemos las cosas y, por tanto, no amaremos más a Dios porque vayamos a misa, recemos el rosario, o hagamos más actividades en la parroquia o con los grupos de oración... haremos todas estas cosas y más porque el amor por Dios no nos dejará con los brazos cruzados, sino que nos hará verdaderamente hijos suyos. Toda esa acción solo puede proceder del amor de un hijo.

«Entonces, en el camino de la vida, dejémonos tomar de la mano. Las madres toman de la mano a los hijos y los introducen en la vida con amor. Pero cuántos hijos hoy van por su propia cuenta, pierden el rumbo, se creen fuertes y se extravían, se creen libres y se vuelven esclavos. Cuántos, olvidando el afecto materno, viven enfadados consigo mismos e indiferentes a todo. Cuántos, lamentablemente, reaccionan a todo y a todos, con veneno y maldad. La vida es así. En ocasiones, mostrarse malvados parece incluso signo de fortaleza. Pero es solo debilidad. Necesitamos aprender de las madres que el heroísmo está en darse, la fortaleza en ser misericordiosos, la sabiduría en la mansedumbre.»



JMRS


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