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Amar en libertad


2019-06-03

Por: Sofía Aguilar 

"La realidad es que justamente Dios nos ha dado la capacidad sobrenatural de amar, a través del regalo de una de las más excelsas virtudes teologales: la caridad"

Dios es amor, todo lo que Él ha creado es bueno, bello y fruto de su amor. “El amor de Dios es el que difunde y el que crea la bondad en las cosas” (Santo Tomas de Aquino). Dios le da el cuidado y atención a toda su creación, pero tiene un especial afecto y amor a los hombres, hijos predilectos suyos, ardiente sed que Él tiene de nuestro amor y lo demuestra todos los días. Podemos decir, sin lugar a duda que no hay manifestación más grande de amor en la historia de la humanidad, que Jesús en la cruz. Cuando lo reflexionamos seria y profundamente no podemos imaginar el sufrimiento y martirio que padeció nuestro Señor por nosotros. ¡Qué más grande locura, dar la vida por los amigos! La realidad es que justamente Dios (el Amor mismo) nos ha dado la capacidad sobrenatural de amar, a través del regalo de una de las más excelsas virtudes teologales: la caridad.  

San Pablo, define al amor en Corintios 1:13 como:

"El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no es presumido ni orgulloso; 5.no es grosero ni egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal; 6. El amor no se alegra de la injusticia; se alegra de la verdad. 7. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera. 8. El amor nunca falla. Desaparecerán las profecías, las lenguas cesarán y tendrá fin la ciencia. 9. Nuestra ciencia es imperfecta, e imperfecta también nuestra profecía. 10. Cuando llegue lo perfecto, desaparecerá lo imperfecto. 11. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Cuando llegué a hombre, desaparecieron las cosas de niño. 12. Ahora vemos como por medio de un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de una manera imperfecta; entonces conoceré de la misma manera que Dios me conoce a mí. 13. Tres cosas hay que permanecen: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más grande de las tres es el amor."

Es importante comprender extensamente el concepto del amor, es por ello, que decidí colocar todo lo que San Pablo habla al respecto de este. Esta definición nos brinda una idea muy completa de lo que implica verdaderamente el amor, pero entendido y vivido con los ojos de Dios, es decir, con a la inspiración del Espíritu Santo. El amor en si mismo, es un concepto complejo de entender plenamente, porque es Dios mismo y al mismo tiempo una gracia que nos regala a los seres humanos limitados por nuestra inteligencia y corporeidad. Como personas estamos limitados a comprender muchas cosas de índole sobrenatural, precisamente por ser seres naturales, pero a través de Dios podemos entenderlas (parcialmente) y actuar en sentido de estas. El amor es justamente una de estas cosas difíciles de entender, racionalizar y vivir, pero si le pedimos a Dios la gracia de amar como Él nos lo pide, lo podremos hacer.  Al respecto, el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), establece: Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado por la gracia a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar.

Por Dios podemos amar, por Él podemos hacerlo libremente y de manera plena, existe en nosotros la capacidad de amar. Santo Tomás de Aquino, habla acerca del amor y plantea la idea de que “por el amor el sujeto tiende a la posesión real de lo amado, a unirse con éste según su ser real y no sólo en la representación o en la semejanza”. El amante desea poseer al amado de forma real y tangible, porque reconoce en el otro una misma humanidad. Como bien lo exclamó Adán al ver por primera vez a Eva, "Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Gn 2,23). El hombre descubre en la mujer como un otro "yo", de la misma humanidad. La razón por la cual Santo Tomás, escribe «el amor es más unitivo que el conocimiento», se basa en el sentido de posesión de los amantes, es por ello, que cuando amamos nuestro corazón anhela estar con esa persona, cerca de ella, sentir su corazón. En esto radica la intensidad del amor, de todas las emociones, sentimientos y sentidos profundos que brotan desde las entrañas de nuestro ser.

De acuerdo con San Agustín, el amor es una forma de purificación que Dios utiliza en este plano terrenal para perfeccionarnos y santificarnos, pero solo cuando es a través de Él, es decir, amar como el nos lo pide y ese amor se basa justamente en la libertad. Dios nos doto de inteligencia y voluntad, por lo tanto, a través de la inteligencia comprendemos el mundo y disponemos nuestra voluntad a elegir (libre albedrio) una situación en particular que consideramos más conveniente, acorde a un proceso cognoscitivo de la realidad. La libertad de acuerdo con el CIC “es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza”.

Como cristianos es nuestro deber disponer nuestra voluntad a la verdad que es Dios y por lo tanto, obrar en consecuencia de esa verdad, que se traduce en actos bondadosos, en elegir el bien sobre el mal. Esto en ocasiones no resulta sencillo y sobre todo cuando estamos hablando de situaciones intensas que despiertan las más profundas pasiones, es decir, cuando nos referimos al amor. Es importante mencionar que existen distintos tipos de amor, el eros (pasión), ágape (compromiso y fidelidad) y philia (amistad). El amor cristiano está basado precisamente en el amor ágape, un amor entregado, bondadoso, preocupado por la felicidad del otro antes que la suya. Cabe mencionar que en ocasiones se concibe esta clase de amor como un amor tierno y hasta meloso, pero es todo lo contrario, este tipo de amor implica entrega, sacrificio y valentía. Al respecto, San Agustín exclamaba: ¡El amor es sólo para valientes!

Esta entrega del amor ágape, supone una “libertad creativa”, creativa por las múltiples posibilidades que tiene el ser humano, es la verdadera libertad del ser humano, la manifestación más clara de la armonía que reina entre cuerpo y alma, entre las pasiones derivadas de los instintos y el auténtico ideal de la vida, que es el ideal de la unidad. Ese ideal de unidad reside en las mismas características divinas de Dios que también compartimos en cierta medida cuando nos entregamos libremente a nuestro prójimo, sin importar que tipo de amor estemos hablando, al salirnos de nosotros para hacer esta entrega generosa y bondadosa de manera libre nos hacemos uno con el otro.

Precisamente esto implica amar en libertad, entender que el otro es una persona que Dios ha dotado de inteligencia y voluntad y como a mí, le ha dado libre albedrío, para ejercer su libertad creativa. Sin importar que probablemente se pueda equivocar, nosotros como cristianos debemos de permitirle tomar sus propias decisiones, aconsejando, guiando, corrigiendo si es necesario, pero siempre respetando como Dios mismo respeta nuestra libertad. Es importante no imponer nuestros deseos, anhelos, sueños e ideas en ellos, siempre podemos apelando a la caridad brindar palabras de aliento, de corrección, de consejo desde un amor ordenado primero hacia Dios, a nosotros mismos y al prójimo. Es decir, la máxima siempre deberá ser el amor, el amor visto desde los ojos de Dios, el amor ágape que implica entrega, sacrificio y nobleza. El amor que tan bellamente describe San Pablo en Corintios 1:13. Esto implica un gran reto, ya que como bien lo plantea Santo Tomas, cuando amamos, deseamos la posesión del amado, pero no debe ser entendida como una posesión de objeto desordenada, sino, más bien desde el ideal de la unidad, el poder darnos al amado con plena conciencia y libertad para procurar su felicidad a pesar que en ocasiones esto pueda suponer una renuncia a nuestros propios deseos, anhelos y sueños. Es por eso que San Pablo cuando define el amor, implícitamente habla de sufrimientos y sacrificios, pero vistos desde una óptica sana y ordenada de nuestras pasiones humanas, ¿Cuántas veces un Padre estará dispuesto a quedarse con hambre para que su hijo coma? ¿Cuántas veces un marido decidirá regresar a su casa a pesar de estar enfrentando una crisis en su matrimonio? ¿Cuántas veces la madre perdonará las rebeldías de sus hijos? ¿Cuántas veces el Padre estará dispuesto a recibir al hijo infiel que regresa a casa arrepentido? ¿Cuánta paciencia deberá tener la esposa con los errores de su esposo? ¿Cuántas veces un hijo deberá perdonar las heridas provenientes de sus padres? ¿Cuántas veces se perdonará las imprudencias de los amigos?  

El amor, no es sencillo, el amor cuando es desordenado (eros) no perdurará, pero cuando integramos el amor ordenado (ágape) a través de la gracia del Señor, podremos vivir un amor como lo plantea San Pablo. Por ello, debemos de perseverar en la oración pidiéndole a Dios todos los días que nos regale la gracia de amar en libertad para así honrarle con nuestras acciones y permitirle santificar nuestras vidas a través de la caridad.

Referencias:
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Iglesia Católica. (2012). La libertad humana. En 2ª ed., Catecismo de la Iglesia Católica (1262). Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.

Tomas de Aquino, s. (1964). Suma teológica (1a. Ed.). Madrid: biblioteca de autores cristianos.



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