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Muerte en el río Bravo: la peligrosa ruta a la que recurren cada vez más migrantes


2019-06-09

Zolan Kanno-Youngs, The New York Times

EAGLE PASS, Texas — La joven migrante embarazada de 19 años vadeaba hacia la ribera estadounidense, en una zona tan profunda del río Bravo que las olas golpeaban su cintura. Abriéndose paso entre la corriente, y a sabiendas de que había un cocodrilo merodeando río arriba, guió al hijo de su amiga, que tenía 10 años y no paraba de llorar, hacia una embarcación de rescate de la Patrulla Fronteriza.

Mientras el bote los transportaba en el último trecho del viaje que emprendieron en mayo desde Honduras con destino a Estados Unidos, la joven embarazada hizo un gesto de saludo hacia un grupo de migrantes del lado mexicano que aplaudieron su rescate.

El día anterior, los agentes de la Patrulla Fronteriza en el cruce del río de Eagle Pass, al sur de Texas, habían encontrado el cuerpo de un hombre en tal grado de descomposición como para identificarlo con facilidad. Un par de días antes, en los medios mexicanos circuló el video de un hombre tratando de nadar desesperadamente a contracorriente hasta que se debilitó y se hundió.

A principios de mayo, agentes de la Patrulla Fronteriza en Eagle Pass sacaron del río Bravo el cadáver de un bebé de diez meses, después de que una balsa que llevaba nueve migrantes se volcó. Únicamente sobrevivieron cinco personas a bordo.

“Los momentos más tristes con cuando hay muertes. Por desgracia, ya hemos tenido varias”, comentó Bryan Kemmett, agente de la Patrulla Fronteriza a cargo de Eagle Pass, un poblado de 29,000 habitantes a una hora de la ciudad Del Río, Texas. “Las más inquietantes, las más recientes, son las de niños pequeños. Cuando ves al niño pequeño y escuchas que está muriendo, piensas en tus propios hijos”.

Durante años, los migrantes han atravesado el río Bravo en balsas improvisadas para hacer su cruce fronterizo hacia Estados Unidos, de manera ilegal. No obstante, ante el aumento pronunciado de familias de Centroamérica que intentan cruzar, los agentes de la Patrulla Fronteriza afirmaron que ahora rescatan decenas de migrantes, incluyendo niños, de la peligrosa corriente del río casi a diario.

Los migrantes no han sido disuadidos por las amenazas y políticas del presidente estadounidense, Donald Trump; en mayo la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) detuvo a más de 144,200 personas, la cifra más alta en trece años.

No han servido de mucho para detener el flujo migratorio las medidas para separar a los niños migrantes de sus padres; para obligar a los solicitantes de asilo a esperar en México su cita en los tribunales, y de detener a los adolescentes en albergues y campamentos que han sido comparados con prisiones juveniles. El lunes 10 de junio, el gobierno de Trump planea imponer aranceles del cinco por ciento a los productos mexicanos que importa Estados Unidos a manera de castigo por lo que el presidente ha calificado como un fracaso de México en detener a los migrantes que se dirigen al norte desde Centroamérica.

Si los aranceles entran en vigor –en un desafío a la oposición de los republicanos— podría desencadenarse una brutal guerra comercial con el socio comercial más grande de Estados Unidos.

Aun así, los migrantes siguen llegando.

En lo que va del año fiscal 2019, que comenzó el 1 de octubre pasado, agentes de la Patrulla Fronteriza han rescatado al menos 315 migrantes en un tramo de unos trescientos kilómetros del río Bravo, en comparación con los 12 migrantes que se rescataron el año anterior.

La primera semana de junio, una mujer de cuarenta años colapsó en la estación de Eagle Pass una media hora después de cruzar el río. En el hospital se declaró su muerte y las autoridades están investigando la causa de muerte.

Los migrantes que fueron entrevistados por The New York Times en Eagle Pass a finales de mayo dijeron que estaban muy conscientes de los riesgos. Pero también comentaron que los coyotes los convencieron de que cruzar el río Bravo era la forma más rápida y menos complicada de iniciar su proceso de solicitud de asilo, dadas las drásticas medidas de control migratorio impuestas por el gobierno de Trump en los puertos legales de entrada en la frontera.

“Todo el mundo cruza por el río”, dijo Yevy Leiva, de 28 años, quien navegó en una balsa a través del río Bravo con su hijo y otros dos migrantes. Nueve días más tarde, estaba esperando en un albergue en Del Río, hacinado con montones de otros migrantes, para tomar un autobús con dirección a Dallas y hospedarse con unos amigos.

Solamente los migrantes que muy obviamente están teniendo problemas o que viajan con niños son rescatados por agentes de la Patrulla Fronteriza. Aunque mueren muchos más migrantes en tierra firme al tratar de entrar ilegalmente a Estados Unidos debido a la deshidratación u otros peligros en el desierto y los matorrales, la cantidad de muertes en el río Bravo se eleva a una velocidad alarmante.

Desde octubre de 2017 por lo menos once personas se han ahogado en el sector de Del Río. En contraste, la Patrulla Fronteriza recuperó los cuerpos de cuatro personas en el río entre los años fiscales de 2015 y 2017.

Randy Davis, subdirector en funciones de la Patrulla Fronteriza para el sector de Del Río, afirmó que sus agentes seguían buscando dos cadáveres del incidente en que se volcó la balsa a principios de mayo. El funcionario culpó de la ola de migrantes a los traficantes de personas, los coyotes, que están explotando cada vez más este tramo del río Bravo por ser un camino que no se utilizaba tanto para entrar a Estados Unidos.

Los agentes del sector de Del Río han arrestado a 18,000 migrantes en grupos familiares desde octubre del año pasado, en comparación a 1387 en los primeros ocho meses del año fiscal previo. También han rescatado a casi tres veces más migrantes en el agua en esa zona que los que otros agentes han rescatado en todos los cruces en el resto de la frontera de Estados Unidos con México.

Algunos eran niños que tuvieron que ser llevados por vía aérea a un hospital en San Antonio después de  que casi se ahogan, dijo Kemmett. El subdirector Davids dijo que esperaban encontrar más cuerpos.

“Ha habido cientos y cientos de rescates”, comentó Davis. “Yo intento tenerlos todos ordenados en la mente. Sospecho que hay otras personas allá afuera que jamás fueron reportadas como extraviadas y cuyos cuerpos recuperaremos en un futuro”.

La Patrulla Fronteriza ha emitido advertencias acerca de los peligros de cruzar el río Bravo y Kemmett afirmó que se les insta a los migrantes a por lo menos usar un chaleco salvavidas antes de intentar cruzar. El agente a cargo de Eagle Pass comentó que los niveles del río se habían elevado aproximadamente noventa centímetros debido a la liberación de agua de una presa hidroeléctrica cercana y a las fuertes lluvias.

Aunque el río Bravo tiene poca profundidad en algunas partes, en otras el lecho se hunde inesperadamente hasta 2,5 metros. Hay escombros dando vueltas por el lecho del río y las riberas están plagadas de balsas inflables y flotadores de espuma  de poliestireno que los migrantes usan para no hundirse.

Se espera que los niveles del río se eleven de nuevo cuando llegue el verano y cuando la presa sea reabierta para irrigar los cultivos en Eagle Pass y sus alrededores y para suministrar energía eléctrica a la ciudad.

Aunado a esos peligros para los migrantes, un cocodrilo estaba oculto entre las algas del río una tarde de mayo, flotando apenas lo suficiente para mostrar los picos de su lomo.

“Navegan por las corrientes, navegan por el río y, además, están los cocodrilos”, dijo Kemmett, un veterano con 24 años de servicio en la Patrulla Fronteriza. “Un cocodrilo no va a distinguir entre un niño y un pollo, o cualquier otro animal pequeño”.

Con frecuencia, los migrantes se dirigen al río Bravo con sus identificaciones y otros documentos dentro de una bolsa de plástico, así como una muda de ropa. Después de cruzar con éxito, algunos se ponen la ropa seca antes de ser llevados a un centro de la Patrulla Fronteriza para ser procesados.

Mientras Kemmett caminaba a lo largo de la ribera en Eagle Pass, se detuvo a revisar el tamaño de una playera abandonada entre las hierbas cercanas al agua. Pertenecía a un bebé.

“Estamos viendo a muchas familias”, dijo el agente. “Entre esas familias vemos niños cada vez más pequeños. Tratar de cruzar el río con un bebé de dos meses amarrado a tu pecho o a tu espalda no es fácil”.

“Para empezar no es fácil cruzar”, aseguró, “pero ahora lo intentan mientras tratan de aferrarse a su hijo. Y la desesperación y el pánico se apoderan de ellos y entonces empiezan a batallar”.

Una vez que cruzan el río Bravo y pisan suelo estadounidense, los migrantes son puestos bajo la custodia de la Patrulla Fronteriza. Son procesados en centros de inmigración que fueron construidos para detener a los migrantes que luego serían deportados.

No obstante, la mera cantidad de migrantes que entran —muchos de los cuales buscan asilo y viajan con niños, que por ley no pueden ser detenidos durante más de veinte días— ha generado un retraso abrumador en el manejo de los casos y ha resultado en una sobrepoblación en los centros fronterizos.

En consecuencia, la gran mayoría de los migrantes que llegan de manera ilegal a Estados Unidos reciben la instrucción de presentarse ante los tribunales en una fecha posterior y luego son liberados. A partir de ahí, los migrantes buscan a sus familiares u otros lugares para hospedarse mientras sus casos avanzan en los tribunales de inmigración.

En mayo, el gobierno de Trump comenzó a enviar a los migrantes en avión desde centros en otros lugares del valle del río Grande a Del Río para que fueran procesados. Sin embargo, los agentes en Del Río afirmaron que esas instalaciones también están a su máxima capacidad; esta semana, las autoridades construyeron una ciudad de tiendas de campaña para albergar a los migrantes.

Los almacenes que la Patrulla Fronteriza en Del Río usaba para guardar su equipo ahora tienen “fórmula para bebés, pañales, mantas isotérmicas y mantas térmicas con las que pueden cubrirse”, dijo Davis, el subdirector de la Patrulla Fronteriza en el sector. El mismo día  de mayo en que hizo esas declaraciones los agentes de todo Del Río detuvieron a más de trescientos migrantes.

Kemmett afirmó que la mayoría de los migrantes que son capturados por la Patrulla Fronteriza vienen a Estados Unidos para escapar de la pobreza en su país natal y no parecen ser los criminales sobre los que Trump ha advertido en su campaña para limitar la inmigración.

Los agentes en Del Río dijeron que no hay indicios de que la oleada de familias migrantes vaya a menguar.

Kemmett dijo que los agentes de la Patrulla Fronteriza que él supervisa sufren de “fatiga de combate”. También se preguntó por qué los migrantes “a sabiendas pondrían a sus hijos en esa clase de peligro, con el riesgo de perderlos” al intentar hacer el peligroso viaje a Estados Unidos.

Para algunos migrantes, esta es la única forma de proteger a sus familias.

Descalzo y cargando en los hombros a su hija de 8 años, Ángel Gabriel, de 39, cruzó el río Bravo hasta Eagle Pass una calurosa tarde de mayo. Mientras se adentraban en la corriente del río, ayudó a su esposa a mantenerse firme; ella se aferró con fuerza a su hijo de 16 años, quien iba descalzo.

Los agentes de la Patrulla Fronteriza se encontraron con la familia a la mitad del río y los llevaron a tierra firme. En cuanto los agentes terminaron de revisar a Gabriel para asegurarse de que no llevara armas o drogas consigo, corrió hacia su familia y la abrazó.

Los cuatro empezaron a llorar.

“Muy agradecido”, dijo Gabriel entre lágrimas mientras se sentaba en la camioneta de la Patrulla Fronteriza con su familia. Dijo que abandonaron Honduras después de que fueron atacados por ganar un caso judicial de abuso de autoridad contra la policía.

“Agradecido con el poder de Estados Unidos que nos ayudaron a salir” dijo Gabriel. “Estoy agradecido de que mi familia esté bien”.

Unas horas antes, la mujer hondureña embarazada había dado sus primeros pasos sobre tierra estadounidense. Dijo que había pensado en ya no intentar cruzar el río Bravo el día anterior, porque vio en Facebook fotografías del cocodrilo en el río.

Al girar la cabeza dejó ver una mandíbula magullada; evidencia de lo que dijo había sido un ataque por parte de su pareja en Honduras.

A la mujer, quien dijo que debía dar a luz en una semana, se la llevaron los agentes antes de poder identificarse. Dijo que solicitará asilo en Estados Unidos y espera darle una vida digna a su futuro hijo.

“La vida con mi pareja era un riesgo”, dijo. Al mirar el río, agregó: “Esto no es nada en comparación”.



JMRS


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