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La paz en la visión bíblica


2019-06-10

Por: Mauricio Ochoa Urioste 

La paz recogida en el Nuevo Testamento, es la paz de Cristo

Estudios sobre el Antiguo Testamento evidencian el carácter positivo, global y pleno evocado por el shalom hebreo. En efecto, el análisis de los textos proféticos – en los que la paz verdaderamente triunfa: 29 veces en Isaías, 31 en Jeremías, 27 en los Salmos – confiere los caracteres distintivos del shalom. Por otro lado, la conexión entre paz y justicia se subraya enérgicamente en muchos textos (ver por todos los Sal 72,15-17; 81,11), y en particular por Isaías, el cual define la paz como “obra de la justicia” (Is 31, 17).

En definitiva, el shalom revela varios aspectos: a) la paz es un don de Dios (Sal 85, 9) y nombre de Dios (Jue 6, 24); b) la paz tiene un carácter mesiánico, porque viene con el rey-mesías, príncipe de la paz (Is 11, 1-9; Jer 23, 5-6); c) la paz refleja un aspecto ético-social, porque está ligada al compromiso del hombre necesaria para realizarla (Is 2, 2-5); d) la paz es vista desde una óptica según la cual Dios, amante y fiel a pesar de las infidelidades humanas, realizará la paz total en un futuro del cual sólo se dan pequeñas anticipaciones.

La paz en el mensaje y en la vida de Jesús es no menos crucial. Frente a las varias posibilidades que se abrían de hacer frente a la ocupación romana, Jesús se sitúa en una antítesis radical: rehúsa decididamente la revolución armada, predica el advenimiento del reino de Dios y la necesidad de preparar su venida con el cambio de corazón y, finalmente, exalta el primado del hombre sobre las normas radicalizando el mandamiento del amor: el perdón sin límites (Mt 18, 21-22) y el amor de los enemigos (Mt 5, 43-48), que comprende también a los últimos más aborrecidos entonces (samaritanos y publicanos).

El hecho de Cristo, pues, lleva a su cumplimiento el mensaje del shalom contenido en el Antiguo Testamento. La paz recogida en el Nuevo Testamento, es la paz de Cristo, proclamada por los ángeles para todos los hombres amados de Dios (Lc 2,14), distinta de la paz mundana (Jn 14,27), y supera toda inteligencia humana (Flp 4,7). En efecto, la paz se identifica con Jesucristo mismo que es nuestra paz (Ef 2, 14-15).


Bibliografía:

MATTAI, Giuseppe, Paz y pacifismo, en Nuevo Diccionario de Teología Moral, Edit. San Pablo, 2ª Edición, 2001, Madrid, pp. 1337 y SS.



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