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Así terminará la historia de la humanidad
Por Paulo Francisco Martos Después del fin del mundo, Nuestro Señor realizará la resurrección de los muertos. Los elegidos brillarán por su pulcritud, mientras que los precitos serán asquerosos. Ángeles serán enviados a todos los rincones de la Tierra Afirma el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira: "Debemos siempre tener presente toda la belleza que esa verdad encierra, y cuánto ella fue, a lo largo de la historia de la Iglesia, enseñada y fundamentada por los mayores y más ilustres exponentes de la teología católica". Recordando una de las pruebas de la resurrección presentada por Santo Tomás de Aquino, continúa el gran líder católico: "Puesto que el hombre busca como meta final la alegría perfecta, la cual no puede ser encontrada sino en la eterna bienaventuranza, tiene que haber una vida después de la muerte y una resurrección de la carne. Bajo pena de que todo en este universo sea cosa equivocada, fracasada y sin sentido. "De hecho, ¿para qué vivir, si no existe este objetivo de alcanzar la felicidad sin límites, infinita, sin sombras, donde comprenderemos eternamente, en la medida de nosotros mismos, lo eterno, lo insondable y perfectísimo que es Dios? ¡Ver a Dios en Dios, ver a Dios en la persona de Nuestro Señor Jesucristo, verlo en Nuestra Señora, en los Ángeles y los Santos! "Esta es la auténtica alegría. Lo que no es esto, es burla en materia de felicidad". Estando sentado en el Monte de los Olivos, el Redentor dijo a sus discípulos que, al final de los tiempos, "Él enviará los ángeles a los cuatro rincones de la Tierra y reunirá a los elegidos de Dios de una extremidad a la otra de la Tierra" (Mc 13, 27). Es decir, la resurrección de los muertos será obrada por Dios, sirviéndose del ministerio de los ángeles. El Doctor Angélico divide en dos actos la resurrección: reunir a los respectivos restos de cada cuerpo que se encuentran esparcidos y, en seguida, reconstituir todos los cuerpos. Estas dos tareas estarán a cargo de los ángeles. En lo que dice respecto a la unión de cada alma al respectivo cuerpo, cabrá únicamente a Dios realizarla, así como la glorificación de los cuerpos de los bienaventurados. Los cuerpos de los buenos serán fulgurantes y bellos Los cuerpos de los que se salvaron asumirán cuatro características: claridad, impasibilidad, agilidad y sutileza. La primera de ellas refleja en el cuerpo la luz de la visión beatífica, tornándolo fulgurante en virtud de la claridad de la cual goza el espíritu. Esa fulguración torna bellos los cuerpos de los bienaventurados, conforme declara el Apóstol: "Nosotros, sin embargo, somos ciudadanos del cielo. De allá aguardamos nuestro Salvador, el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humillado y lo tornará semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene de sujetar a sí todas las cosas" (Fl 3, 20-21). Evidentemente no serán todos iguales, pues habrá una inmensa gradación de pulcritud de los electos, de acuerdo con la santidad que alcanzaron. La impasibilidad dice respecto a la inmortalidad y la exención de cualquier dolor, pues el cuerpo tendrá supremo bienestar como fruto de su perfecta sumisión al alma: "Dios sacará toda lágrima de sus ojos; no habrá más muerte, ni luto, ni gemidos, ni dolor" (Ap 21, 4). Por último, la agilidad y la sutileza confirman la supremacía del espíritu sobre la materia, una vez que los cuerpos de los Santos no estarán más sujetos a las presentes contingencias o a los efectos físicos impuestos por los otros cuerpos. Podrán moverse con máxima rapidez y transponer los obstáculos con toda facilidad. Los últimos fieles no morirán A respecto de la frase de San Pablo: "Cristo resucitó de los muertos como primicias de los que murieron" (I Cor 15, 20), comenta Monseñor João Clá: "A partir del momento en que el Redentor constituyó su Cuerpo Místico, del cual Él es la Cabeza, no se comprendería que solo Él resucitase, pues su designio consiste en abrir el camino para el Cuerpo entero gozar del mismo beneficio. "Caso Nuestro Señor resurgiese de los muertos y todos los miembros de la Iglesia triunfante permaneciesen en el cielo apenas en alma, incluso después del Juicio Final, esta sería una obra disforme, poco adecuada con su modo divino de proceder". El apóstol también escribe: "Resucitarán, en primer lugar, los que murieron en Cristo; después nosotros, los vivos, que todavía estemos en vida, seremos arrebatados, junto con ellos, sobre las nubes, al encuentro del Señor, en los aires." (I Ts 4, 16-17). A respecto de ese bellísimo trecho, el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira teje los siguientes comentarios: "Los últimos fieles que perseveren en la Fe, en el fin del mundo, serán incomparables, alcanzando alto grado de santidad. No morirán, siendo llevados directamente al cielo. [...] En esos fieles la Iglesia habrá realizado la plenitud de su perfección. Serán ellos la belleza máxima de la Esposa Mística de Cristo. [...] "Será el ósculo de Nuestro Señor en la iglesia militante, que expira y se transforma en la más rutilante joya de la iglesia gloriosa. "La historia de la humanidad estará encerrada". Los condenados serán tenebrosos y horrendos Los condenados también resucitarán. Explica Santo Tomás: "Como su alma estará voluntariamente separada de Dios y privada de su propio fin, sus cuerpos no serán espirituales, o sea, sujetos totalmente al espíritu, sino que su alma será carnal por el afecto. "Tales cuerpos no serán ágiles, ni obedientes al alma, sin dificultad, sino serán graves y pesados, de cierto modo insoportables al alma, tales cuales son las mismas almas que se alejaron de Dios por la desobediencia". Estarán sujetos a terribles dolores y las respectivas almas serán "atormentadas por la privación total del deseo natural de la bienaventuranza". Y por el hecho de estar el alma excluida de la luz del conocimiento divino, sus cuerpos serán "opacos y tenebrosos". Se tornarán horrendos como los demonios a los cuales sirvieron. "Sobre esos desgraciados, triunfará la muerte. Resucitarán para ser lanzados a la muerte eterna". Que la Santísima Virgen nos conceda la gracia de ser enteramente fieles a la Iglesia para que podamos, de cuerpo y alma, glorificar a Dios por toda la eternidad. ____________________________ Bibliografía CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Ressurreição e felicidade eterna. In revista Dr. Plinio, São Paulo. Ano V, n. 48 (março 2002), p. 16.17. SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. Suplemento, q.76, a.3 SANTO TOMÁS DE AQUINO. In Símbolo dos Apóstolos. Art.11. GARRIGOU-LAGRANGE, OP, Réginald. L'Éternelle vie et la profondeur de l'âme. Paris: Desclée de Brouwer, 1953, p.332-333. CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2013, v. VII, p. 191. Suma contra os gentios, Livro IV, c. 89. regina |
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