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Quince días de furia: cómo se derrumbó el gobierno de Puerto Rico


2019-07-30

Por Simon Romero , Frances Robles , Patricia Mazzei y José A. Del Real | The New York Times

SAN JUAN — El levantamiento que derrocó a los dirigentes de Puerto Rico podría remontarse a un día del presente mes cuando el gobernador, Ricardo Rosselló, ni siquiera estaba en la isla: estaba de vacaciones en Europa, alimentando su Instagram con fotos de él y su esposa sonriendo y disfrutando de París.

El legado político que él y su padre —un exgobernador— habían construido comenzó a desmoronarse unos días después de iniciado su viaje, cuando dos exintegrantes de su gobierno fueron acusadas de corrupción a nivel federal. Un día después, se filtraron varios mensajes de texto desagradables que habían escrito él y su círculo cercano de amigos poderosos; en uno de los mensajes se llamaba “puta” a una política destacada. Rosselló canceló de inmediato sus vacaciones; se bajó de un crucero en un puerto de escala para tomar tres vuelos diferentes y dejó ahí a su familia.

Colectiva Feminista en Construcción, un grupo de mujeres que había estado mucho tiempo en desacuerdo con el gobernador, ya había entrado en acción. Cuando Rosselló bajó del avión el 11 de julio, soñoliento y distraído, se encontró con casi cien personas, convocadas por el colectivo feminista y otros grupos de activistas, que agitaban carteles de protesta y le exigían que renunciara.

“Fuimos al aeropuerto para que viera el país al que estaba regresando”, comentó Shariana Ferrer, una de las organizadoras. “Esto no solo era por el lenguaje. No era porque nos llamaran putas. Era porque un gobernador había abusado de su poder”.

En una extraordinaria sucesión de acontecimientos, algunas de las personas a las que Rosselló y sus hombres de confianza habían denigrado en privado —periodistas, feministas, músicos y organizadores de la comunidad LGBT— le devolvieron la jugada al gobernador. Al capitalizar la ira ya enconada por la frágil economía del territorio, los escándalos por sobornos y la respuesta insensible ante el huracán María, la pequeña manifestación en el aeropuerto se convirtió en una serie de protestas callejeras masivas que derrocaron su gobierno en solo dos semanas.

Rosselló, un ingeniero de 40 años egresado del Instituto Tecnológico de Massachusetts y heredero de una dinastía de políticos, anunció su renuncia el 24 de julio tras quedarse prácticamente solo después de la partida de muchos de sus principales colaboradores y funcionarios. “Culmino mi mandato y lo más que deseo es la paz y el progreso para nuestro pueblo”, señaló.

Su dramática expulsión y el rechazo enfurecido a la corrupción, que los puertorriqueños perciben como muy enraizada en el gobierno, sacudió a la isla hasta sus entrañas y desafió a un sistema político consolidado desde hacía mucho tiempo. Lo más notable es que las personas que lo lograron no pertenecen a la clase política que, hasta ahora, había gobernado tranquilamente esta isla de 3,2 millones de habitantes.

“Nadie puede atribuirse el crédito por este acontecimiento, ya que este movimiento no tiene líderes. Se trata de un movimiento orgánico”, afirmó Ferrer, de Colectiva Feminista, la semana pasada. “Pero no es espontáneo. Es la culminación de años de trabajo popular, comunitario y de organizaciones políticas sociales”.

El desarrollo de la crisis

En gran medida, los acontecimientos turbulentos que provocaron la renuncia del gobernador iniciaron a finales de junio, cuando Raúl Maldonado Gautier, secretario del Tesoro y antiguo jefe de personal del gobernador, dijo en una entrevista de radio que había una “mafia institucional” que manejaba un negocio lucrativo en su departamento. Algunos de esos mafiosos lo habían amenazado y habían intentado extorsionarlo, señaló.

Luego lo despidieron.

“No podemos aceptar a personas en el gobierno que no sean leales al gobernador ni al gobierno central”, les dijo a los reporteros Érik Rolón, jefe adjunto de personal de Rosselló.

El hijo de Maldonado, Raúl Maldonado Nieves, acusó en Facebook a Rosselló de “corrupto”. Pronto, la policía se presentó en su casa, supuestamente para investigar si tenía los permisos correspondientes para guardar las armas que poseía, y su abogado declaró que estaba en marcha una guerra política.

Las pruebas del tipo de corrupción de la que hablaba Maldonado Gautier aparecieron vergonzosamente el 10 de julio, cuando el Departamento de Justicia reveló imputaciones de gran alcance contra la exsecretaria de Educación y la exdirectora ejecutiva de la Administración de Seguros de Salud de Puerto Rico por desviar en forma ilegal aproximadamente 15,5 millones de dólares en contratos federales con consultores que tienen conexiones políticas.

Esa misma semana, Sandra Rodríguez Cotto, una bloguera local, publicó algunos de los primeros mensajes reveladores del grupo de chat en la aplicación de mensajería Telegram que el gobernador compartía con once funcionarios de alto nivel, amigos y cabilderos. En los pocos mensajes que se publicaron al principio, se demostró que la imagen pulida y elegante que el gobernador ostentaba en público desaparecía cuando estaba entre sus amigos; él y sus compañeros hablaban en privado con desdén acerca de los que los rodeaban.

La misma Rodríguez Cotto no escapó de sus comentarios. “Se burlaban de mí por ser mujer, por ser negra, por ser gorda”, mencionó.

Después de llegar a casa anticipadamente de sus vacaciones, se disculpó de inmediato por los mensajes filtrados. “Sí, utilizo lenguaje inapropiado, envío memes, envío cosas sarcásticas”, les dijo a los periodistas. “No me enorgullezco de eso y cuando suceden estas cosas comienzo por ofrecer una disculpa”.

Pero la gente ya había empezado a reunirse en las calles.

Al día siguiente, el gobernador se encerró en La Fortaleza, el lujoso palacio del siglo XVI que sirve de residencia oficial del gobernador. Desde muy temprano en la mañana hasta la noche, celebró reuniones con los altos dirigentes de su Partido Nuevo Progresista. Los primeros en llegar fueron los legisladores, después los alcaldes, posteriormente los miembros de su gabinete y luego la representante Jenniffer González Colón, comisionada residente de Puerto Rico sin derecho a voto en el Congreso de Estados Unidos.

El Centro de Periodismo Investigativo de Puerto Rico, un grupo de reporteros que se fundó hace once años con financiamiento colectivo y donativos de diversas fundaciones, logró obtener una copia de dos meses de mensajes en ese chat: 889 páginas.

Los reporteros se repartieron las valiosas páginas y las leyeron. En el calor abrasador de San Juan, los reporteros se quedaron en la redacción hasta las seis de la tarde, cuando se apagó el aire acondicionado. Luego trabajaron en su automóvil. Se les acabó la gasolina y entonces se dirigieron a la casa de un compañero.

Fue impactante lo que descubrieron: los miembros del círculo cercano de Rosselló presumían de desatar troles contra sus detractores en las redes sociales. Intercambiaban meme tras meme del presidente Donald Trump, una figura enormemente polarizadora en Puerto Rico. El gobernador se burló de una mujer pobre que había rasgado una fotografía de él en una oficina gubernamental después de que le negaron cupones para alimentos. Había textos acerca del uso del presupuesto para publicidad del gobierno con el fin de ejercer control sobre los periódicos.

“No hay otra manera de describirlo: fue una bomba atómica”, escribió Benjamín Gotay, un destacado periodista puertorriqueño, en El Nuevo Día acerca de la primicia publicada por sus competidores. “Por primera vez, el país pudo ver a la clase gobernante sin su máscara”.

Los grupos de mujeres, los sindicatos, los músicos y los organizadores de la comunidad LGBT comenzaron a reunir simpatizantes y salieron a las calles.

La mañana del 13 de julio, la historia sobre los chats y sus textos se propagaron como fuego por toda la isla y llegaron a los puertorriqueños en el continente. Fue como si se hubiera desatado el infierno en la política de Puerto Rico.

Luis Rivera Marín, secretario de Estado, uno de los miembros del grupo de chat y el siguiente en línea para suceder al gobernador, señaló que renunciaría y llamó a su renuncia “una obligación moral”. Christian Sobrino, otro miembro del grupo de chat y representante del gobernador en la junta federal que supervisa las finanzas de la isla, también renunció.

El derrumbe

A pesar de la convulsión, Rosselló prometió permanecer en el poder. Ese primer fin de semana después de sus vacaciones, Rosselló estuvo solo en La Fortaleza, sin su familia. El domingo, acudió a una iglesia evangélica en un acto público de contrición y para reforzar su base política entre los conservadores, quienes forman un bloque de votantes esencial de su Partido Nuevo Progresista.

Al mismo tiempo, los activistas seguían manifestándose en las calles y organizaron una protesta tras otra frente a la residencia de Rosselló. Describieron muchas de las manifestaciones como “autoconvocadas”. Estas protestas mezclaron la experiencia en el montaje y las extensas redes que los activistas de toda la vida han cultivado con la energía natural de la población.

Por ejemplo, tras varios enfrentamientos entre la policía y los manifestantes, a Nicole Curet, una activista de 32 años, se le ocurrió organizar un evento en La Fortaleza sobre los derechos constitucionales. El 22 de julio, publicó en Facebook una convocatoria para ese evento y la gente respondió de inmediato ofreciéndole ayuda.

El anuncio del evento se difundió en redes sociales y en servicios de mensajería instantánea como WhatsApp, en los que la población había estado compartiendo los calendarios de las manifestaciones, y los activistas de otros grupos ofrecieron unirse.

“Una persona, ni siquiera sé su nombre, se comunicó conmigo y me dijo: ‘Tengo el equipo de audio, solo necesito dónde conectarlo’. Luego, las personas de los negocios circundantes nos ofrecieron dejarnos poner una extensión”, comentó Curet. “Al mismo tiempo, alguien más tuvo una idea parecida y la publicó en Twitter e hicimos equipo”.

Para la noche del 23 de julio, Curet estaba de pie afuera de la residencia del gobernador leyendo la constitución puertorriqueña a cientos de manifestantes que la vitoreaban. Alejandro Santiago Calderón, activista de la comunidad LGBT y amigo de Curet, leyó una sección de la constitución sobre los derechos igualitarios mientras sostenía una enorme bandera del orgullo LGBT.

El martes, renunciaron varios colaboradores importantes, incluyendo al jefe de personal del gobernador.

Para esa tarde, empezó a salir de La Fortaleza el rumor de que Rosselló estaba preparándose para anunciar su renuncia.

Sin embargo, los manifestantes aumentaron la presión. Diseñaron camisetas con ilustraciones de Rosselló decapitado y decoraron los muros del Viejo San Juan con grafitis en contra del gobierno.

Curet, la activista, señaló que cuando al principio se puso en marcha la maquinaria de las protestas después de las filtraciones, ella y muchos otros tenían dudas de que el enojo por los mensajes del chat llegara mucho más allá de unos cuantos ciclos de noticias. Pero la población en general, comentó, no solo se solidarizó, sino que estuvo dispuesta a unirse a las manifestaciones.

Uno tras otro, los puertorriqueños decían que ya estaban hartos.

Finalmente, quince días después de que salieron a la luz los primeros textos, Rosselló también estaba harto.

Cerca de la medianoche del miércoles, apareció el gobernador en un mensaje grabado para anunciar que renunciaría el 2 de agosto. Las calles de San Juan estallaron en júbilo.



Jamileth


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