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"Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos"


2019-10-18

Por Saúl Castiblanco

Mons. João Clá Dias, EP, al comentar el evangelio de San Juan que trata de la encarnación del Verbo, (1) explica qué significa la afirmación del Salvador, de que nos debemos convertir en infantes para entrar al Reino Celestial.

"El niño no conoce la mentira, la falsedad ni la hipocresía. Su alma se refleja enteramente en su rostro; su palabra traduce con fidelidad su pensamiento, con una franqueza emocionante. Él no tiene las inseguridades de la vanidad o del respeto humano. En una palabra, él y la simplicidad constituyen una sólida unión".

El propio Dios quiso hacerse Niño frágil sometido a las leyes de naturaleza y a sus padres, obediente, "un bebé que en todo depende de los que lo cercan. Esa debe ser nuestra flexibilidad, resignación y disposición de alma delante de todas las circunstancias de nuestra vida, prontos a decir ‘sí' a cualquier mínima invitación de la gracia", imponiendo silencio a caprichos, pasiones, para obedecer todo lo que venga de Dios. Así como el niño pequeño es obediente y flexible a la voz de sus padres, así nosotros con relación a Dios.

Pero la característica más propia del niño es su inocencia. "Si hay una nota que superlativamente nos atrae en el niño, esta es, con toda certeza, la candidez, que la hace ignorar la maldad. La pureza de corazón, con la cual él crea para sí un universo de belleza moral que, si no recorre las vías de la santidad, él perderá por no luchar contra la concupiscencia que proviene del pecado original. Esta es la virtud que Jesús, en la cuna, en las plazas o en el Templo, en la Cruz o en la Resurrección, más ama", expresa Mons. Clá.

Inocencia, que muy pocos conservamos intacta. Y sin la cual no se llega al Reino celestial.

No obstante, "si la blancura de nuestras vestiduras bautismales hubiese sido tiznada por el pecado, si fueron ellas rasgadas por el desvarío de nuestras pasiones y perdieron los perfumes de aquella inocencia de otrora, ¿cómo proceder?"

"Por encima de todo, no debemos dejarnos abatir. Sumerjamos nuestra túnica en las milagrosas aguas de la penitencia. Ellas la lavarán, la reconstituirán y la impregnarán de un celestial aroma. Nuestra lágrimas de arrepentimiento junto al Niño Jesús, bajo la maternal protección de María Santísima y los ruegos de San José, infaliblemente nos obtendrán la restauración de nuestra inocencia, conforme él mismo nos lo prometió (cfr. Jn 14, 13; Lc 11, 9-10)".

Jesús dijo, que nos debemos hacer como niños. Todos fuimos inocentes siendo niños, pero muchos lo dejamos de ser. En todo caso, la penitencia, y la unión con la Virgen y el Señor, restaurarán la inocencia. Y ahí, ocurrirá algo inocentemente maravilloso, que es el nacer del Niño Dios en nuestro propio corazón.

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1 Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP. O inédito sobre os Evangelhos - Comentários aos Evangelhos dominicais - Ano C - Domingos do Advento, Natal, Quaresma e Páscoa - Vol V. Libreria Editrice Vaticana - Heraldos del Evangelio. Città del Vaticano. 2012. p. 116.


 



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