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El gran plan contracorriente de López Obrador


2019-10-23

Sonia Corona | El País

 Paraíso.- Un joven pescador saca la cabeza de las aguas del río Mecoacán y al abrir su mano muestra satisfecho un puñado de almejas. Sus compañeros le esperan a unos metros debajo del puente que une al río con el puerto de Dos Bocas (Estado de Tabasco, sur de México). La pesca en los últimos días no ha sido generosa. Algunos buzos se dedican a matar el tiempo a la sombra de la estructura, otros ya están en la carretera vendiendo los moluscos frescos. Por el puente, decenas de camiones cruzan cada minuto abandonando la localidad de Paraíso, cargados de fango y restos del manglar verdísimo que abundaba en donde hoy el Gobierno mexicano construye una refinería. El ruido del escape de los camiones es ensordecedor, pero los pescadores, callados, siguen con la rutina. La vida rural de la costa de Tabasco convive con el proyecto industrial gubernamental, aunque su futuro es incierto.

Andrés Manuel López Obrador es el presidente que apuesta por el petróleo en la época de la emergencia climática. El mandatario mexicano ha impulsado en su primer año de Gobierno el crecimiento de la estatal Petróleos Mexicanos (Pemex) y ha planteado como proyecto estrella la construcción de una refinería en el puerto de Dos Bocas. El plan del mandatario mexicano se resume a la necesidad de producir más combustibles en casa y evitar la importación, principalmente, de Estados Unidos. Su perspectiva de meter el acelerador a la producción de combustibles fósiles contrasta significativamente con las iniciativas internacionales que buscan la reducción de las emisiones de carbono, para dar tregua al cambio climático.

La planta para procesar petróleo crudo se construye deprisa en el municipio de Paraíso, una localidad de 80,000 habitantes frente a las costas del golfo de México. En el terreno adyacente al puerto de Dos Bocas, decenas de camiones sacan tierra del solar de 700 hectáreas para comenzar a construir los cimientos del proyecto. Antes de esta escena, la región era toda verde: un manglar que se perdía entre los ríos que rodean a Paraíso. Solo en diciembre, el Gobierno mexicano arrasó con 270 hectáreas —más de 200 veces las dimensiones del Estadio Azteca— de vegetación, según datos de Global Forest Watch. La construcción de la refinería comenzó oficialmente en junio, sin embargo, la tala y remoción del manglar continúa hasta la fecha, según ha podido comprobar este diario.

El proyecto de Dos Bocas es el primero que López Obrador ha conseguido echar a andar sin demasiada resistencia. Para el presidente la refinería se trata, a la vez, de un emblema para demostrar que la industria petrolera en México puede resurgir después del descalabro financiero de Pemex y una misión casi personal para llevar crecimiento económico a su natal Tabasco, cuyo desarrollo se contrajo un 6,4% en 2018, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Un plan de 8,000 millones de dólares para poner de pie, en tres años, una planta capaz de procesar 340,000 barriles de petróleo al día. Gasolina, diesel, turbosina y asfaltos para evitar que el 77% de estos productos sean importados. Una planta que generará 135,000 empleos: más trabajos que habitantes en Paraíso.

Para Jorge Isaac Madrigal, un jubilado de 69 años, son los empleos la parte más prometedora de la nueva refinería. Para él, atrás quedaron los años en los que los habitantes de Paraíso vivían del cultivo de cacao o de la pesca de camarones, ostiones y mojarras. “Esto es lo que esperaba la juventud porque es una esperanza laboral. Hablan de que la contaminación nos va a hacer daño, y puede que sea cierto, pero Pemex ya contamina en Paraíso desde hace muchos años. Si va a haber trabajo, que sea para nuestros jóvenes que ya se han tecnificado para eso”, comenta. La mayoría de los habitantes de la región entrevistados por EL PAÍS reconocieron que entre sus preocupaciones están que los empleos que la planta genere no sean para los locales. El Gobierno mexicano abrió durante unos días en junio una bolsa de trabajo en la capital del Estado, Villahermosa (a 75 kilómetros de distancia), sin que en Paraíso existiese una convocatoria para la población local.

La inquietud por el daño medioambiental no está sobre la mesa entre los vecinos de Paraíso. “Es algo casi inevitable”, dice Lorena Murillo, una maestra de 34 años. La construcción de la refinería supone una intervención en el ecosistema de la costa de Tabasco tanto en el suelo, el agua y el aire. La destrucción del manglar ha eliminado una zona de amortiguamiento vegetal en la cuenca de Mecoacán contra las inundaciones y los huracanes. Una advertencia que desde 2016 ya hacía la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM): “Del litoral costero tabasqueño, la zona de muy alta vulnerabilidad es de unos 10 kilómetros, ubicada frente al sistema lagunar Mecoacán. Es importante destacar que dicha área se encuentra inmersa en la zona de influencia del puerto de Dos Bocas, donde la actividad antropogénica es notable”. El Gobierno del Estado de Tabasco admitió, en 2017, en su programa de ordenamiento ecológico que la región es altamente vulnerable ante el cambio climático.

El terreno de la refinería de Dos Bocas se encuentra rodeado por el río Mecoacán que conectado a un sistema de lagunas y el golfo de México representa la región de donde se extraen un 90% de los productos pesqueros de Tabasco, según señala Greenpeace. Con la construcción de la planta, a los pescadores de la región se les ha prohibido acercarse a las aguas más cercanas a los terrenos de Pemex. Mientras tanto, unos kilómetros más adelante y cerca de la Playa de Varadero, un tubo devuelve al mar las descargas de empresas energéticas que trabajan en el puerto. El mar devuelve a la playa espuma gris a unos metros de donde un grupo de bañistas juega de espaldas a un par de plataformas petroleras instaladas mar adentro.

El perímetro de la nueva refinería colinda con un kindergarten [guardería] y una primaria, además de más de más de un centenar de casas propiedad de los empleados sindicalizados de la petrolera. “Dicen que va a haber ruidos más fuertes cuando ya funcione, pero no me molesta, vivo tranquila”, dice María Pérez, vecina de 72 años y viuda de un extrabajador de Pemex. La operación de la planta supondrá la emisión de gases: monóxido de carbono, óxido de azufre, óxido de nitrógeno, entre otros. “Algunos son cancerígenos potenciales”, explica Gustavo Ampugnani, director de Greenpeace México. Pemex es una de las 20 empresas energéticas en el mundo que ha aportado un 35% de las emisiones de gases de efecto invernadero del planeta desde 1965. Ocupa en el noveno puesto mundial, según un estudio del Climate Accountability Institute, publicado este mes por The Guardian.

Mientras países como Alemania buscan tasar las emisiones de carbono y elevar los precios de los combustibles para desincentivar el uso de los automóviles, la nueva estrategia de México está abocada a producir gasolina para abaratar su coste. “Va a generar que avance la demanda de las gasolinas y que México no pueda salir del círculo vicioso de la adicción al petróleo. Entendemos la visión de la administración actual de alcanzar la soberanía y la seguridad energética, pero ésta también se puede alcanzar apostándole a las renovables. La refinería es una apuesta de muy corto plazo y se pierde una oportunidad para hacer una transformación en el sector energético”, apunta Ampugnani, de Greenpeace México.

Países como Ecuador, Estados Unidos, India y China también se encuentran construyendo refinerías, sin embargo en la mayoría de los proyectos se trata de una expansión de las ya existentes o de una reconfiguración de la instalaciones para producir combustibles bajos en azufre, significativamente menos contaminantes. “Hacer negocios con la refinación va a ser cada día menos rentable”, explica el consultor en energía Gonzalo Monroy. El presidente mexicano ha garantizado que la nueva refinería abaratará el coste de las gasolinas, un escenario complicado ante el surgimiento de las nuevas tecnologías para los energéticos.“Hay un gran error en pensar en barriles, cuando se trata de si la refinación hace dinero o no. En este momento sale más barato importar a que lo haga directamente Pemex”, opina.

La petrolera más endeudada del mundo ya está a cargo de seis refinerías (Cadereyta, Madero, Tula, Salamanca, Minatitlán y Salina Cruz) y aunque no funcionan al máximo de su capacidad, el Gobierno de López Obrador también está impulsando su renovación. El plan, sin embargo, no contempla una modernización que rebaje el impacto en el medio ambiente en el mediano plazo. “Hacer Dos Bocas es como construir un vocho [un escarabajo antiguo] en la época de los tesla”, zanja el experto.



Jamileth


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