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Alberto Fernández: el argentino que conoció poder con los Kirchner
Por ALMUDENA CALATRAVA BUENOS AIRES (AP) — Alejados de miradas entrometidas, los Kirchner y su mano derecha, Alberto Fernández, decidían cada noche las políticas que marcaron a fuego a Argentina durante 12 años. En esas cenas, en las que a veces las discusiones se tornaban apasionadas, el entonces jefe de gabinete conoció los entresijos del poder y, sin imaginarlo, comenzó a prepararse para pelear por la presidencia. Esas veladas fueron un aprendizaje para el actual candidato y transcurrieron en la década pasada en la residencia presidencial de Olivos. Muchas veces los únicos presentes eran el fallecido expresidente Néstor Kirchner, su esposa y exmandataria Cristina Fernández de Kirchner y él. “Ese era el primer anillo del poder, ellos tres, luego se sumaban otros”, dijo a The Associated Press Eduardo Valdés, veterano militante peronista y amigo del favorito para alzarse con la victoria en los comicios del 27 de octubre en los que el presidente Mauricio Macri busca la reelección. Los encuentros en la residencia a las afueras de Buenos Aires fueron asiduos durante la gestión de Fernández como jefe de gabinete de ministros de Kirchner (2003-2007) y los meses que ejerció el cargo con la exmandataria (2007-2015). El puesto le facultaba para amplias tareas administrativas y de coordinación, como ejecutar el presupuesto. “Sin querer, Néstor y Cristina lo formaron para ser presidente. Y al revés también: no hubiera habido Néstor presidente ni Cristina presidenta sin Alberto”, apuntó Valdés, exembajador de Argentina ante el Vaticano. Valdés fue en los años 90 el nexo entre Fernández y los Kirchner a partir de la insistencia del actual candidato por conocer a los que entonces eran el gobernador de la sureña provincia de Santa Cruz y la senadora nacional. La relación fructificó y a fines de esa década Fernández fue el organizador del grupo Calafate, germen del kirchnerismo, y jefe de las campañas electorales que llevaron a la pareja a la Casa Rosada. Ahora, de forma inesperada, el habilidoso operador político podría malograr la reelección de Macri tras seducir a muchos argentinos con la promesa de poner al país de pie reeditando el modelo kirchnerista alejado de las recetas neoliberales que lo sacó de la crisis de 2001, la peor de la historia. Si lo logra -como vaticinan las encuestas- será gracias en gran parte a la sorprendente maniobra de Fernández de Kirchner, quien desistió de pelear por la presidencia y lo eligió como cabeza de la fórmula peronista Frente de Todos, relegándose a candidata a la vicepresidencia. Atrás quedaron años de distanciamiento entre ambos, luego de que en 2008 el entonces jefe de gabinete se alejó de la mandataria en medio de desacuerdos con la gestión y críticas a sus políticas populistas. Fernández, de 60 años, se define en las redes sociales como abogado, profesor de Derecho Penal en la Universidad de Buenos Aires, exlegislador capitalino, exjefe de gabinete y amante del club de fútbol Argentinos Juniors, donde Diego Maradona debutó como jugador. Es divorciado y está en pareja con una periodista; le gusta tocar la guitarra y mostrarse con su perro Dylan, llamado así en honor al músico Bob Dylan, y tiene un hijo “cosplayer”, aficionado a disfrazarse de personajes de historietas y películas y que en las redes sociales aparece como “Dyhzy”, su personaje Drag Queen. Son rasgos desestructurados de un porteño de aspecto corriente que se viste con traje y corbata y no despliega sobre el escenario el carisma de su compañera de fórmula. Sus admiradores destacan que es un conocedor de la maquinaria del Estado, que lidió desde el gobierno de Kirchner con una debacle económica, además de un pragmático que se ganó el apoyo de distintos sectores sociales y económicos con los que tejió vínculos durante sucesivas administraciones. Sus detractores afirman que es un populista disfrazado de moderado y un advenedizo que hasta no hace mucho tiempo criticaba a Fernández de Kirchner sin piedad y terminará sometido a sus dictados. Fernández se convirtió en favorito para las generales en las primarias de agosto, cuando obtuvo el primer lugar con una diferencia de más de 15 puntos respecto de Macri al atraer el voto independiente y el de los desencantados por el deterioro económico. Una encuesta de Giacobbe y Asociados, con margen de error de 2%, señaló que la percepción que prevalecía sobre el candidato antes de las primarias era de panqueque (que se da vuelta). Ahora es identificado mayormente con la palabra esperanza y seguidamente con títere, corrupto, mentiroso, inteligente y capaz, en este orden. Fernández cree en la injerencia del Estado en la economía y rechaza la etiqueta de populista. “No es un neoliberal, pero no por eso tiene que ser un populista al estilo de Venezuela. Va a hacer un gobierno de orientación keynesiana... donde habrá regulaciones” como el control de capitales, dijo Roberto Bacman, director del Centro de Estudios de Opinión Pública y quien integra su equipo de campaña. Según analistas, Fernández “es un político de carrera” que escucharía a representantes de otra extracción y al que le gusta tomar decisiones por sí mismo. “Ha sido jefe de gabinete en el peor momento de la Argentina. Ahí generó un esquema muy importante de desarrollo, trabajo y respuesta. También le suma que estuvo diez años en el llano, con una mirada crítica (al kirchnerismo)”, afirmó Nicolás Trotta, coordinador de equipos técnicos del candidato. Patricio Giusto, de la consultora Diagnóstico Político, matizó que “por las señales que manda sería un moderado, pero su impronta se la va a dar cómo acuerde con Cristina el rumbo de la gestión”. Acotó que Fernández “tiene dos caras” ya que se muestra como representante de un kirchnerismo amplio y dialogante y al mismo tiempo tiene “al lado” a kirchneristas duros y ello “queda expuesto” cuando “suena tan arrogante y confrontador”. El candidato se sumó al peronismo a través de la Unión de Estudiantes Secundarios y se graduó como abogado. Entre otros cargos, fue subdirector general de asuntos jurídicos del Ministerio de Economía durante la presidencia de Raúl Alfonsín (de la Unión Cívica Radical, 1983-1989) y como superintendente de seguros de la Nación durante el gobierno del peronista de corte neoliberal Carlos Menem (1989-1999). Su único cargo electivo fue en 2000 como legislador de la ciudad de Buenos Aires. Volvió a la función pública con el peronista Eduardo Duhalde (2002-2003) y en seguidamente acompañó a los Kirchner. Muy a menudo saca a relucir su experiencia como jefe de gabinete, cuando se le apunta el complejo panorama que tendría que afrontar de ser presidente. “Vamos a levantarnos otra vez como lo hicimos en 2003”, dice, aunque él mismo reconoce que será una tarea titánica. Jamileth |
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