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Echa una mirada a tu vida


2019-12-05

Por: Alfonso Aguiló

La importancia del ejemplo

Si es doloroso ver cómo se pierde un chico por una mala compañía, quizá lo sea aún más ver cómo se deteriora –de forma lenta y sutil, pero igualmente destructora– cuando sus padres no pueden servirle de guía por carecer de virtudes, puesto que nadie da lo que no tiene.

Nada es más triste que un padre o una madre que, cuando pretende enseñar, tiene que decir que no se fijen en la vida de quien habla.

El niño tiende enormemente a la imitación, también en esta edad. Imita la forma de hablar de su padre, la forma de escribir del profesor en la pizarra, el modo de vestirse de un compañero, las reacciones de su hermano mayor ante algo que le ha contrariado, los gestos y expresiones de un cantante famoso en la televisión..., todo.

Atribuirá a las cosas el valor y la importancia que les den las personas a quienes más aprecia, que son el modelo en que se mira: normalmente, su familia. Es cierto que sobre el chico recaen también otras muy poderosas influencias, pero los padres cuentan desde el principio con un gran prestigio y un mayor ascendiente, porque son el modelo natural más cercano y querido que tienen.

Algunos padres deberían fiar más en el ejemplo y menos en sus palabras. Recurrir menos a esos mandos discursos sobre cómo se hacían las cosas "cuando yo tenía tu edad". Son las dichosas experiencias de los padres sabelotodo que tanto cansan a los chicos. Padres que hablan demasiado, que agotan a sus hijos con reflexiones trasnochadas, pero que difícilmente pueden mostrar un ejemplo de su vida actual que arrastre a nadie. La educación no entra a voces en las personas, sino –como la semilla– sin hacer ruido al caer en tierra.

Cuando se trata de formar, lo que vale es lo que somos, y lo que nos esforzamos en ser, más que lo que decimos.

Importa mucho el ejemplo de esforzarse por mejorar.

 

 



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