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Boris Johnson, una cita con el destino


2019-12-11

 

LONDRES, 11 Dic. (EUROPA PRESS) - Boris Johnson (Nueva York, 1964) tiene este jueves una cita con el destino. Su estreno en unos comicios generales coincide con las elecciones más importantes afrontadas por Reino Unido en tiempos de paz, una trascendencia que deriva, precisamente, del proyecto que en febrero de 2016 había decidido auspiciar como el instrumento para alcanzar su ambición de toda una vida de mudarse a Downing Street: el Brexit.
   
Muchos consideran que el peso en el referéndum de quien, por entonces, todavía no había concluido su segundo mandato como alcalde de Londres fue clave para propiciar el inesperado veredicto del 23 de junio. Por ello, el primer ministro tiene ahora la obligación moral de demostrar que, más allá de las soflamas de campaña, el divorcio es verdaderamente el acicate que la segunda potencia europea necesitaba para desplegar todo su potencial.
   
Independientemente de qué pase mañana, Alexander Boris de Pfeffel Johnson, Al, para su familia, tiene garantizada una referencia en los manuales de Historia, algo que difícilmente incomodará a quien de niño aspiraba a ser \"rey del mundo\". Tan pronto como descubrió que lo más parecido era ser primer ministro británico, fijó la puerta del Número 10 como destino final de un viaje en el que cada decisión ha supuesto el preludio para seguir los pasos de su ídolo político, Winston Churchill.
   
Su carrera comenzó, no obstante, en el periodismo, donde se labró una proyección que, en un futuro, resultaría crucial. Su currículum vital, como el de tantos otros nombres destacados del Partido Conservador, incluye las dos instituciones nucleares de las altas esferas británicas: Eton y Oxford. Fue en el exclusivo internado donde el joven Johnson comenzaría a evidenciar, según sus profesores, los rasgos de personalidad que definirían su persona pública: carismático, excéntrico y con un enraizado sentido de que las normas no se aplicaban necesariamente a él.

GOLPE FAMILIAR
   
Tras haber experimentado en la infancia 32 mudanzas en 14 años, por las responsabilidades profesionales y académicas de su padre, sufrió la época más complicada de su vida, de la que apenas habla. Su familia, que por entonces residía en Bruselas, se vio sacudida por la enfermedad mental de la madre, con quien el ahora 'premier', el mayor de cuatro hermanos, se hallaba especialmente unido.

Fue la ambición que el patriarca había instilado en su prole, a la que quería convertir en una dinastía política y periodística, la que llevó al primogénito a sobreponerse y, ya en la universidad, en la que coincidió, entre otros, con David Cameron, dejó patente que la ortodoxia no era para él. Se licenció en Estudios Clásicos y, aunque sin Matrícula de Honor, algo que aún lamenta hoy en día, nunca pierde la oportunidad de demostrar su erudición, tanto en sus discursos públicos, como en los numerosos libros que ha publicado, entre los que figuran biografías de Churchill e, incluso, una novela.
   
Sus primeros pasos profesionales fueron en el periódico 'The Times', aunque se verían abruptamente interrumpidos tras haber inventado una cita de su propio padrino para un artículo. El despido no menoscabaría sus posibilidades y el 'Daily Telegraph', cabecera conservadora y profundamente euroescéptica, lo mandó a Bruselas como corresponsal, donde afianzaría lo que su editor describiría años después como \"una relación incierta con la verdad\".
   
Sus capciosos artículos desde la capital comunitaria entretenían, con disparates como que el bloque aspiraba a modificar la curvatura de los plátanos, pero también contribuyeron a la retórica de que la soberanía británica estaba amenazada. Se dice que era el reportero comunitario preferido de Margaret Thatcher y su perfil continuaría progresando hasta ponerse como editor de 'The Spectator', un influyente semanario conservador, poco después de haber superado la treintena.

ENTRADA EN POLÍTICA
   
Entre tanto, tampoco descuidaría el tejido político y, tras un intento fallido de acceder al Parlamento en 1997, finalmente lo consiguió en 2001 por uno de los asientos más seguros de los 'tories'. Su meteórico ascenso quedaría confirmado con un nombramiento en el equipo del por entonces líder de la oposición, Michael Howard, quien, no obstante, lo acabaría despidiendo por haber mentido sobre una relación extramarital con una periodista de 'The Spectator'.
   
No en vano, los vaivenes de su vida personal constituyen otro de los grandes componentes del retrato caleidoscópico de Johnson, pese a que su reticencia a hablar es tal que se niega, incluso, a confesar su número de hijos. Oficialmente, tiene cuatro con su segunda mujer, de quien se separó en 2018 tras 25 años de supuestas infidelidades. La rumorología le atribuye uno o dos más y dos terminaciones de embarazo voluntarias, aunque hoy en día comparte Downing Street con una ex jefa de Comunicaciones del Partido Conservador a la que saca 25 años.
   
Lo particular de Johnson es que lo que a otro político podría haberle costado la carrera, a él no le afecta, es más, refuerza su retrato como un verso libre y le permite vender facetas aparentemente excluyentes, como la de pertenecer a una élite exclusiva y, a la vez, presentarse como el dirigente que está con la gente.
    
Desde su columna semanal en el 'Daily Telegraph', que le reportaba 23,000 libras al mes hasta que se mudó al Número 10, ofendió a los homosexuales, a los negros, o a las musulmanas que visten el burka, sin que nada horadase su travesía de placer al liderazgo el pasado verano.

DE EXTERIORES AL NÚMERO 10
   
Como prueba, pese a sus extravagancias y cuestionable verborrea, fue responsable de la reputada diplomacia británica durante dos años, una responsabilidad que le otorgaría Theresa May, apenas dos semanas después de haber truncado su inicial asalto al liderazgo, que decidió abortar tras la entrada en la contienda de otro gran peso pesado de 'Vote Leave', Michael Gove. La puñalada quedó en el olvido y hoy Gove tiene un puesto preeminente en el Ejecutivo.
   
Quien sufriría la traición de Johnson sería la, hasta julio, primera ministra, tras su dimisión como titular de Exteriores en julio de 2018, por lo que describió como su incapacidad de aceptar la propuesta de Brexit planteada por May. Analizada con perspectiva, su marcha parece parte de una calculada maniobra que incluiría rechazar hasta dos veces el acuerdo de divorcio en el Parlamento, para ampararlo a la tercera, tras el compromiso de la mandataria de abandonar la residencia oficial si los diputados aprobaban el plan.
   
La ironía del destino ha querido que, una vez en el Número 10, sufriese personalmente la misma dolencia que había provocado la caída de su sucesora y que haya buscado la misma cura, un adelanto electoral. A su favor, 'Boris', como lo llama directamente gran parte de la ciudadanía, puede emplear los errores de May como pauta de qué no hacer en campaña.
   
En su contra, sin embargo, está el peso de una historia a la que pasará como el dirigente que auspició la exitosa recuperación de la soberanía británica, o por el contrario, el responsable de un innecesario daño auto-infligido, que lo arriesgó todo por una ambición personal que no supo gestionar.



regina


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