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Violencia en México
Editorial, El País La epidemia de violencia en México no parece tener freno. Esta semana se ha confirmado que 2019 fue el año más violento de la historia reciente del país. Las 35.588 víctimas contabilizadas, una tasa de 27 homicidios por cada 100,000 habitantes, evidencian la urgencia de poner freno a una lacra que ha ido en aumento en la última década, desde que se inició la denominada guerra contra el narcotráfico y que tres Gobiernos distintos, con tres estrategias distintas para combatir el crimen organizado, no han logrado paliar. Las cifras arrojan un aumento de los feminicidios, los secuestros, la extorsión —el crecimiento más pronunciado, del 29%— y la trata de personas. Si bien durante el primer año de mandato de Andrés Manuel López Obrador la subida ha sido menor que en los últimos años del sexenio de Peña Nieto, los números ponen de manifiesto que el compromiso del presidente mexicano para pacificar el país está lejos de poder cumplirse. El mandatario ha evitado referirse estos días al récord negativo en el país y sigue sin definir cuál es su estrategia de defensa. Hay algo todavía más preocupante que las cifras y es la descomposición que se percibe cada semana en el país. A la atrocidad de los crímenes, se le unen imágenes como las de esta semana en el Estado de Guerrero, donde una veintena de menores de edad entre los 6 y los 15 años encabezaron una columna de autodefensas armados. Los niños cargaban viejos y oxidados rifles como señal de repudio por el asesinato de 10 indígenas el pasado fin de semana, a su vez una venganza por un crimen cometido el año pasado en la misma región, un Estado permeado por todo tipo de crímenes, que dista muy poco de poder considerarse fallido. El Gobierno de López Obrador apostó por la creación de un cuerpo de seguridad nuevo, la Guardia Nacional, para contrarrestar la ineficacia de algunas de las policías existentes, infectadas por el crimen organizado. Sin embargo, las únicas evidencias de la actuación de la Guardia Nacional son para hacer frente a los migrantes que, en su gran mayoría, huyen de los países centroamericanos de camino a Estados Unidos. En la práctica, México se ha convertido en el deseado muro de Donald Trump, que cada vez presiona más a su vecino del sur. Si primero fue para frenar el flujo migratorio ahora es para que tenga más resultados en la lucha contra el narcotráfico, un combate para el que es necesaria, no obstante, una implicación mayor de Estados Unidos. Los responsables de Seguridad y Defensa han pedido a la ciudadanía más tiempo para apreciar una mejora en los resultados en el combate al crimen organizado. Más que pedirles comprensión y paciencia, que han entregado con sangre, a los mexicanos se les debe dar certeza de que hay un plan para poner fin a la lacra homicida. JMRS |
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