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‘Acuerdo del siglo’: paz sin territorios


2020-01-27

Juan Carlos Sanz, El País

La presentación del plan de paz de la Casa Blanca para el conflicto entre israelíes y palestinos se ha convertido en un juego de mesa de estrategia. El llamado acuerdo del siglo, en el que ni sus propios autores parecen tener demasiada fe, pretende ofrecer paz sin territorios, prosperidad a cambio de la renuncia a un Estado propio. Los dirigentes palestinos han declarado muerta antes de nacer una proposición que tachan de indecente, a pesar del diluvio de 50,000 millones de dólares que promete.

Donald Trump lo sabe. Benjamín Netanyahu también. Pero tanto el presidente como el primer ministro se han coordinado aparentemente para mover la ficha de la política internacional mientras en sus respectivos Parlamentos —impeachment en el Capitolio; levantamiento de la inmunidad en la Kneset— la oposición acecha con el horizonte electoral a la vista: noviembre en Estados Unidos, el mes que viene en Israel.

Primero fue el vicepresidente Mike Pence, un cristiano evangélico ferviente partidario de Israel, quien anunció el jueves en Jerusalén, junto a Netanyahu, la nueva de que Trump iba a desvelar este martes el contenido de su plan de paz. A renglón seguido adelantó que tanto el primer ministro conservador como el centrista Benny Gantz, quien supuestamente aún no había sido consultado, habían aceptado la invitación de la Casa Blanca para asistir a la presentación de la propuesta. Después llegó el sabbat y se hizo el silencio.

Todos los analistas de la prensa hebrea dictaminaron que al exgeneral Gantz le había tendido una emboscada su rival en las legislativas del 2 de marzo con la complicidad del mandatario republicano. El martes está previsto que la Kneset vote sobre el levantamiento de la inmunidad parlamentaria a Netanyahu, formalmente acusado por el fiscal general de tres casos de corrupción por soborno, fraude y abuso de poder. Si el líder de la oposición se negaba a acudir a Washington, la capital del mayor aliado de Israel, corría el riesgo de estrellarse en las urnas. Si dejaba pasar la ocasión de encabezar el voto parlamentario se exponía a que el primer ministro llegara indemne a la jornada electoral.

En la noche del sábado, finalizada la festividad judía, el jefe del Ejército que dirigió la guerra de Gaza en 2104 pudo salir airoso de la celada mediante una maniobra de evasión. Gantz confirmó que acudiría a la Casa Blanca, pero este lunes y sin Netanyahu, en una reunión frente a frente con Trump, para poder estar de regreso el martes en su escaño durante la decisiva votación. El primer ministro recogió el guante de inmediato y adelantó también su viaje a Washington para poder encontrarse con el presidente inmediatamente después de su rival en las urnas.

Ambos despegaron del aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv en la tarde del domingo con solemnes declaraciones en favor de una paz que garantice los intereses del Estado judío y el reconocimiento al papel de Trump en la iniciativa de mediación. Ante la ausencia de los palestinos en el Despacho Oval, muchos interpretaron en Israel que el presidente norteamericano estaba en realidad impulsando la formación de una gran coalición de Gobierno para poner fin al bloqueo político después de tres elecciones en menos de un año.

Los portavoces de la Casa Banca solo han anticipado a los medios israelíes que Trump quiere conocer la opinión de los dos líderes que aspiran a gobernar antes de presentar el acuerdo del siglo, este martes en un acto en el que está prevista la asistencia de Netanyahu. Ambos contarán en principio con un plazo de seis semanas para poder definir su posición final sobre el plan con los resultados electorales en la mano.

La prensa hebrea ha entrado en ebullición en los últimos días y ha filtrado todo tipo de hipótesis sobre el contenido de las más de 50 páginas del acuerdo de paz, desde la construcción de un túnel entre Gaza y Cisjordania, para comunicar los dos sectores palestinos, a una propuesta de intercambio de territorios: los asentamientos cisjordanos en contrapartida a una zona en el Negev (desértico sur) y otra en Wadi Ara (límite noroccidental con Cisjordania, de población árabe).

La mayoría de los analistas coinciden en que el plan de paz de Trump reconocerá Jerusalén como capital exclusiva de Israel, aunque puede devolver a los palestinos distritos del norte de la ciudad, como Abu Dis, que fueron anexionados tras la guerra de 1967 y se hallan situados desde hace tres lustros al otro lado de la barrera de separación de muros y vallas erigida por los israelíes a partir de la Segunda Intifada (2000-2005). La propuesta de la Casa Blanca también apuntaría hacia la anexión del valle del Jordán y de los grandes asentamientos, donde viven más de 400,000 israelíes, que en total representan cerca de la mitad del territorio de Cisjordania.

Concesiones de la derecha israelí

Esta por ver si las concesiones exigibles a Israel —por ejemplo, el desalojo de decenas de colonias salvajes o outpost, sin reconocimiento gubernamental, donde se han asentado unos 10,000 colonos judíos radicales— acaba fracturando el ala más derechista del bloque de partidos que apoyan a Netanyahu. También habrá que observar la reacción de la izquierda pacifista y los partidos árabes representados en la Kneset, sin cuyos votos parece inviable una eventual investidura de Gantz.

Las facciones políticas palestinas han convocado un día de la ira en Gaza y Cisjordania tras el anuncio el acuerdo del siglo. La reacción popular, sin embargo, no pasó de tibia a finales de 2017, cuando Trump reconoció Jerusalén como capital de Israel. La frustración entre la población de Cisjordania y Jerusalén Este tras el fracaso de los Acuerdos de Oslo y la desconfianza hacia un liderazgo que se resiste a la renovación está detrás del desinterés de la calle palestina hacia unos cambios formales que en nada alteran la realidad de la ocupación.

La Administración de Trump da por descontado el rechazo de la Autoridad Palestina y solo espera que en que los próximos años —previsiblemente tras el relevo del presidente Mahmud Abbas en el poder— pueda reconsiderar su posición. Si no hay cambio, claro está, en la Casa Blanca. La comunidad internacional guarda aún silencio sobre un plan que amenaza con dar la puntilla a siete décadas de consenso sobre el conflicto más antiguo de Oriente Próximo.



JMRS


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