|
Formato de impresión |
El sentido de un final
Pablo Colomer | Política Exterior La historia de Venezuela no termina de terminar, ni siquiera mal. Entendedme: con una caída del PIB del 10% para 2020, según estimaciones del FMI; una inflación que podría llegar hasta el 500,000%; más de 4,6 millones de venezolanos convertidos en migrantes y refugiados, según datos de Acnur… El panorama no es halagüeño, por decirlo con suavidad. Sin embargo, en Venezuela aún hay margen para lo peor. La llegada de Juan Guaidó a la presidencia interina del país presagiaba, para los más optimistas, una transición, el principio del fin. Los pesimistas, en cambio, advertían de que la apuesta de Guaidó podría degenerar en una guerra civil, el acabose. Un año después, ha sucedido lo inverosímil desde el punto de vista narrativo: todo sigue igual; es decir, peor. La Historia no se cansa de enseñarnos que sus historias no terminan. Mutan, cambian de registro, cierran capítulos, se revolucionan, pero siempre continúan. Hasta las guerras se las arreglan para proseguir por otros medios. Fukuyama, con su fin de la Historia, nunca tuvo menos razón. En Venezuela, a la ausencia de un final que dé sentido a su historia reciente se suma la complejidad de las sociedades abiertas en canal, con el odio a flor de piel, enfrascadas en luchas de poder donde el fin, por elusivo que sea, siempre justifica los medios. Después de años de titubeos, como señala Juan Manuel Trak Vásquez, Occidente tuvo clara su apuesta: entre Nicolás Maduro y Guaidó, el futuro de Venezuela es el presidente de la Asamblea Nacional. Pero ese futuro no llega y el presente sigue en manos de Maduro. Una realidad con la que hay que lidiar, como bien saben los opositores a Bachar el Asad en Siria: los conflictos no siempre los ganan los nuestros. Según Manuel Alcántara, Guaidó solo puede hacer gala de un “tibio poder moral”, frente a un Maduro con las espaldas cubiertas por las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad. Para romper el estancamiento, Alcántara reclama una negociación –“inverosímil negociación necesaria”, la llama– entre el gobierno y la oposición con la comunidad internacional de agente catalizador. Su propuesta: elecciones libres, una especie de amnistía y plan de reconstrucción nacional con fondos internacionales. No será fácil. Como apunta Ysrrael Camero, a medida que la crisis venezolana se extiende en el tiempo, el frente internacional de apoyo a la democratización podría debilitarse, presa de la rutina o “por dar preferencia a la preservación de un statu quo, por un cambio en las prioridades de la política exterior europea vinculado con la ralentización de la economía” del continente o un relevo en el gobierno de Estados Unidos, entre otros factores. JMRS |
|
� Copyright ElPeriodicodeMexico.com |