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Las espantosas muertes de una mujer y una niña conmocionan a México y desafían a su presidente


2020-02-20

Por Kirk Semple y Paulina Villegas, The New York Times

Los asesinatos de Ingrid Escamilla y Fátima Aldrighett generaron un debate en el país que batalla con la violencia contra las mujeres. La respuesta del mandatario ha sido muy criticada.

Los horrendos asesinatos de una mujer y una niña que ocurrieron este mes en México han impactado al país, lo que ha desatado una oleada de indignación que se ha caracterizado por manifestaciones callejeras casi diarias, comentarios de furia en las redes sociales y exigencias cada vez más tajantes de medidas por parte del gobierno para combatir la violencia de género.

La mujer, Íngrid Escamilla, de 25 años, fue apuñalada, desollada y desentrañada, y la niña, Fátima Cecilia Aldrighett, de 7 años, fue secuestrada después de salir de la escuela, su cuerpo fue encontrado posteriormente en una bolsa de plástico. La indignación que provocaron las muertes está forzando a un ajuste de cuentas en un país que desde hace mucho ha batallado con la violencia contra las mujeres, según comentan analistas y activistas.

También se está convirtiendo en una prueba importante para el presidente del país, Andrés Manuel López Obrador. Sus detractores, que por momentos han calificado su respuesta como anémica, insensible y condescendiente, incluso han dicho que se está quedando corto.

Xóchitl Rodríguez, integrante de Feminasty, una organización de activismo feminista, dijo que se ha sentido profundamente decepcionada por la respuesta de López Obrador, quien en su campaña se presentó como una figura de transformación, como alguien que defendería a las poblaciones marginadas.

“Se suponía que él iba a representar un cambio y resulta que no es así”, dijo. “El hecho de despertar por la mañana y ver que tu presidente no puede asegurarte que va a tomar medidas específicas contra este asunto es indignante”.

En 2019, el gobierno mexicano registró 1006 feminicidios, el delito de asesinar a mujeres o niñas debido a su género, un aumento del 10 por ciento con respecto a 2018. El número total de mujeres que mueren de manera violenta en México también se ha incrementado: comparados con los siete homicidios diarios que se registraban en 2017, el año pasado diez mujeres fueron asesinadas al día, según la sede mexicana de ONU Mujeres.

“Las mujeres exigen un cambio de paradigma. Nada más y nada menos”, dijo Estefanía Vela, directora ejecutiva de Intersecta, una organización feminista con sede en Ciudad de México que promueve la igualdad de género. “No solo son etiquetas en redes sociales. Son alumnas que pararon universidades y madres que exigen justicia para sus hijas todos los días”.

Sin embargo, pareciera que a López Obrador le está costando encontrar la manera correcta de reaccionar ante el problema.

La semana pasada, en una de sus conferencias de prensa matutinas, el mandatario se molestó con los periodistas que lo cuestionaron sobre los feminicidios, y trató de orientar la conversación de vuelta a su anuncio de que el gobierno había recuperado más de cien millones de dólares en activos delictivos y que destinaría esos fondos a las comunidades empobrecidas.

“Miren, no quiero que el tema sea nada más lo del feminicidio, ya está muy claro”, declaró el presidente. “Se ha manipulado mucho sobre este asunto en los medios”.

Además, el lunes, cuando se le preguntó sobre la muerte de Fátima, quiso atribuir la culpa de los feminicidios a lo que calificó como las “políticas neoliberales” de sus predecesores.

Dijo que la sociedad mexicana “cayó en una decadencia, fue un proceso de degradación progresivo que tuvo que ver con el modelo neoliberal”.

En medio de la violencia creciente y ante la ausencia de lo que consideran una respuesta efectiva del gobierno, el movimiento feminista de protesta ha cobrado fuerza desde el año pasado y se ha vuelto más violento, pues algunos manifestantes han destrozado las ventanas de estaciones de policía y también han pintado con grafiti los monumentos de la ciudad.

Las muertes de Fátima y Escamilla, ambas en las últimas dos semanas, han inyectado una urgencia aún mayor al debate sobre la violencia de género y el machismo y han intensificado las exigencias de una respuesta gubernamental más efectiva.

El asesinato de Escamilla, cuyo cadáver fue encontrado el 9 de febrero, fue tan macabro que logró trascender la cadencia cotidiana del derramamiento de sangre e impactar a la nación. Un hombre, cubierto en sangre y quien se dice era su pareja, fue arrestado y confesó el crimen, dijeron las autoridades.

A la indignación se sumó el hecho de que las fotos del cuerpo mutilado de Escamilla se filtraron a los tabloides, que las publicaron en primera plana.

El 11 de febrero, Fátima desapareció después de que una mujer no identificada se la llevara de su escuela primaria, un rapto que captaron las cámaras de seguridad. El hallazgo del cuerpo de la niña, envuelto en una bolsa de plástico y abandonado junto a una construcción en las afueras de la capital solo contribuyó a la ira creciente.

El viernes de la semana pasada, un grupo de manifestantes, la mayoría mujeres, pintaron con grafiti las frases: “Estado feminicida” y “Ni una más” en la fachada y entrada principal del Palacio Nacional en México.

La jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, dijo el miércoles a través de Twitter que sospechosos en el asesinato de Fátima habían sido detenidos en el Estado de México. Hace varios días, la alcaldesa dijo que la fiscalía buscaría la máxima sentencia contra el asesino de Escamilla y llamó al feminicidio “un crimen absolutamente condenable”.

“Debe haber justicia”, dijo Sheinbaum.

Legisladores de la Cámara de Diputados del congreso mexicano aprobaron el martes una reforma al código penal que aumentaría la sentencia máxima para condenas de feminicidio de 60 a 65 años. La medida ha sido enviada al Senado para votación.

También el martes, una coalición de representantes de distintos partidos emitió una declaración que condenaba la violencia basada en género y reclamaba a todos los niveles de gobierno redoblar los esfuerzos para combatirla.

“Es una crisis nacional”, dijo Ana Patricia Peralta, representante de Morena, el partido de López Obrador, en un discurso el martes. “¿Qué más necesitamos que pase para aceptar que la violencia contra las mujeres en nuestro país es una epidemia extendida en todos los estratos sociales?”.

Una senadora del Partido Acción Nacional, Josefina Vázquez Mota, presentó una propuesta ante el Senado para crear una comisión especial que supervise el procesamiento penal de los feminicidios contra menores.

Sin embargo, López Obrador ha mostrado una actitud desdeñosa. Por ejemplo, para dirigirse a las mujeres que pintaron llamados a la acción en el Palacio Nacional, dijo: “Les pido a las feministas, con todo respeto, que no nos pinten las puertas, las paredes, que estamos trabajando para que no haya feminicidios”.

Su actitud fue recibida con desdén por los críticos, particularmente entre activistas por los derechos de las mujeres.

“Si el rayar monumentos consigue que las autoridades nos volteen a ver y escuchen nuestras demandas, entonces lo seguiremos haciendo”, dijo Beatriz Belmont, estudiante de Economía y Relaciones Internacionales en el ITAM, una universidad de Ciudad de México, e integrante del colectivo estudiantil feminista Cuarta Ola.

Belmont calificó las respuestas del presidente a la crisis como “inaceptables e inadecuadas respecto a aquel que debería actuar como un líder nacional”.

“Pareciera que cierra los ojos ante una realidad que no solo tiene de frente, sino que le golpea la cara”, dijo Belmont.

La mañana del miércoles, sin embargo, López Obrador pareció más receptivo a las exigencias de las manifestantes y aplaudió el voto del congreso en favor de condenas más estrictas al atribuirlo a la presión social. Incluso hizo un paralelo entre los líderes de la Revolución Mexicana y las manifestantes.

“Por eso es importante la participación de los ciudadanos”, dijo. “Si no hubiese habido revolución no se hubiese contado con la constitución del 17”.


 



regina


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