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¿Por qué Bernie Sanders?


2020-02-29

ALEXANDER FRIEDMAN, El País

Desde hace 50 años, en Estados Unidos, casi cada elección de un nuevo presidente ha supuesto una nueva vuelta del péndulo político nacional. La turbia presidencia de Richard Nixon dio paso —después de que Gerald Ford ocupara el cargo el tiempo suficiente para indultar a su antiguo jefe— al santurrón de Jimmy Carter. Cuatro años después irrumpió Ronald Reagan, al que siguió, tras el paréntesis del mandato único de George H. W. Bush, el primer presidente de la generación del baby boom,Bill Clinton. A Clinton, enjuiciado y mujeriego (pero inteligente) le sucedió el hijo de Bush, George W., moralizador y antiintelectual, que a su vez dio paso a esa especie de Spock que era Barack Obama, antes de que la oscilación del péndulo, cada vez más amplia, llegara a la extravagancia sin precedentes de Donald Trump.

¿Cómo va a ser extraño, pues, que mientras los demócratas se esfuerzan en la campaña para escoger a su candidato, el más extremista de todos sea el que está ganando? Después de los caucus de Nevada, el senador Bernie Sanders tiene algo más que el viento a favor. Representa exactamente el tipo de reacción partidista contra Trump que era de prever y es una muestra más de que el arco del péndulo político es cada vez más pronunciado. Sanders, que siempre se ha declarado socialista y nunca se ha afiliado al Partido Demócrata, encarna lo opuesto al actual presidente, con su estilo de codicia ochentera.

¿Por qué se ha agrandado tanto el arco de las oscilaciones electorales en EE UU? En otros tiempos, los candidatos presidenciales, para triunfar, debían abrazar la esperanza y el optimismo. Era lo normal, porque el país más rico del mundo llevaba más de un siglo en trayectoria ascendente y disfrutando de su enfebrecido sueño americano. Cuando los dirigentes se desviaban de esa idea, en periodos de dificultades (Carter y su discurso sobre el malestar), o se les consideraba culpables de una recesión temporal que no encajaba en las expectativas optimistas (Bush padre), el electorado les enseñaba la puerta.

Entonces llegó el nuevo milenio y el siglo americano sufrió tres golpes sucesivos: los atentados terroristas del 11-S, unas guerras mal concebidas en Afganistán e Irak y la crisis financiera mundial de 2008. Desde la crisis, los políticos han probado todo para impulsar el crecimiento económico, porque no hay nada que beneficie más a todos. La economía estadounidense creció de forma anómala durante el siglo posterior a la guerra de Secesión, porque la esperanza de vida casi se duplicó y la productividad se disparó, gracias a una serie de descubrimientos e inventos (vacunas, antibióticos, electricidad y microchips).

Los últimos 10 años han aumentado las desigualdades de riqueza hasta tal punto que muchos miembros de la clase media cayeron en ese precipicio y se llevaron consigo una tambaleante fe en el sueño americano.

Con esa fe se fue además, probablemente, cualquier esperanza de que un demócrata moderado pueda obtener la nominación en 2020. Al fin y al cabo, Joe Biden, Pete Buttigieg y Amy Klobuchar hablan de forma muy parecida a Bill Clinton y Robert Rubin, símbolos de una era que en su momento parecía buena, pero que hoy se considera el periodo en el que los puestos de trabajo empezaron a marcharse por la globalización, las rentas medias se estancaron y no solo nació una nueva plutocracia sino que los líderes nacionales la impulsaron.

La demografía, como la gravedad, es una fuerza casi inmutable. Por más que los sabios tradicionales del Partido Demócrata traten de convencer a los votantes de que nominar a Sanders va a favorecer la reelección de Trump, da la impresión de que la mayoría de los jóvenes, inmigrantes y minorías del partido (el verdadero futuro de los demócratas) no está de acuerdo. Seguramente ven en Sanders a alguien que apela de forma convincente a las esperanzas perdidas y quiere cambiar drásticamente un sistema que ya no les ofrece una vía creíble para avanzar. Al fin y al cabo, ¿por qué defender un statu quo que les deja endeudados hasta las cejas, con un empleo precario, con una vivienda inadecuada y a punto de que cualquier emergencia médica los arruine del todo? Lo irónico es que este mensaje tan potente es similar al llamamiento que hizo Trump a los votantes obreros desencantados y le permitió ganar la nominación republicana y la presidencia en 2016.

Las elecciones están llenas de incertidumbre. Sanders podría ganarlas por muchos motivos. El país está dividido casi por la mitad sea quien sea el candidato, los votantes indecisos son impredecibles, las matemáticas electorales son complicadas, Trump tiene innumerables puntos débiles, y pueden ocurrir muchas cosas de aquí a noviembre.

No olvidemos que casi todos los expertos políticos y de mercado se equivocaron con las elecciones de 2016. Hoy, cuando el espíritu optimista estadounidense parece estar dejando paso a la desilusión en los dos partidos, el empuje de Sanders es comprensible y no conviene subestimarlo.

Alexander Friedman es cofundador de Jackson Hole Economics, fue director ejecutivo de Gam Investments, responsable de inversiones de UBS, director financiero de la Bill & Melinda Gates Foundation e Investigador de la Casa Blanca.



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