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Respuesta común al coronavirus


2020-03-05

Editorial, El País

La propagación del coronavirus por Europa y los países desarrollados se ha convertido súbitamente en una amenaza de primer orden para la economía mundial. El cisne negro (término que designa un acontecimiento altamente improbable, pero que puede tener consecuencias catastróficas) de la Covid-19 ha provocado varias reacciones histéricas sucesivas de las Bolsas mundiales, inquietas por el hecho comprobado de la dificultad para contener la infección en zonas restringidas. Instituciones económicas como el Fondo Monetario Internacional (FMI) han anunciado su disposición a tomar medidas paliativas, y la OCDE ha calculado el impacto sobre la economía global en un recorte a la mitad del crecimiento previsto para este año (del 2,9% al 1,5%). El Gobierno italiano ha anunciado planes de emergencia, además de tomar decisiones extremas como cerrar los colegios, los partidos internacionales de fútbol se celebran a puerta cerrada o se anulan congresos y eventos económicos relevantes. Bruselas, alarmada, parece dispuesta a flexibilizar las condiciones de déficit de forma temporal para los países afectados. Estamos ante una declaración general de emergencia económica.

El miedo al contagio produce en primera instancia una reducción de los viajes, de los contactos internacionales y del turismo. Varios mercados relacionados con el transporte ya han calculado unas pérdidas cuantiosas por la reducción de actividad. Además, el pánico reduce los suministros a las empresas y algunas han tenido que cerrar o plantear clausuras temporales. La disminución de los intercambios causa un descenso lógico de las inversiones. El pánico vírico puede conducir a recesiones localizadas en algunos países de áreas desarrolladas o mermar la capacidad de crecimiento de algunas economías que, como la china, apenas van a crecer por encima del 4% este año.

Buena parte de los efectos económicos se deben a una sobrerreacción de los mercados más implicados con el intercambio turístico. No se tienen en cuenta factores tan importantes como la capacidad de los sistemas sanitarios en los países desarrollados para aliviar el daño sobre las personas. Pero el estado de alarma ya está aquí y afecta tanto a personas como a empresas. La primera respuesta no puede ser otra que aumentar el gasto en infraestructura sanitaria. Una segunda reflexión es la conveniencia de que las instituciones económicas y las propias economías nacionales actúen de manera coordinada; la respuesta individual de los Estados tiene efectos limitados. Europa debe articular los protocolos de respuesta económica tomando la iniciativa de flexibilizar las reglas fiscales y apoyar con dinero el sostenimiento de las zonas empresariales afectadas.

Una tercera observación es que el impacto económico se proyecta sobre la oferta y sobre la demanda. La decisión de la Reserva Federal de bajar los tipos en medio punto no es suficiente. Es necesario coordinar políticas concretas de facilidad crediticia con estímulos no menos concretos de la demanda: apoyos a las personas afectadas por los cierres temporales o disposiciones para ampliar los plazos de percepción del desempleo. En todo caso, las medidas económicas en cada país serán más fáciles y efectivas si previamente las instituciones económicas europeas y mundiales llegan a una acción concertada de gasto e inversión.


 



regina


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