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¿Qué podemos aprender de las fallas en el Diamond Princess?


2020-03-11

Por Matt Apuzzo, Motoko Rich y David Yaffe-Bellany, The New York Times

Entre las lecciones: un correo que alertaba sobre un expasajero infectado por coronavirus que no fue leído; el médico principal de la empresa del crucero que dijo que “no tenía caso” desinfectar el barco, y Japón, que no puso en práctica los mecanismos recomendados para contener un brote.

El correo electrónico dirigido a Princess Cruises estaba plagado de erratas y su redacción era torpe, pero la advertencia era muy clara. Las pruebas practicadas a un pasajero de 80 años que se había bajado del crucero Diamond Princess en Hong Kong habían resultado positivas para el nuevo coronavirus.

“Favor de informar a quien corresponda en el barco y proceder a la desinfección necesaria”, escribió el primero de febrero el representante del Princess en el puerto al retransmitir la advertencia de los funcionarios de salud de Hong Kong. “¡Muchas gracias!”.

No hubo respuesta. Princess cree que esta alerta se quedó sin leer en las bandejas de entrada del correo del barco que nadie revisó. Grant Tarling, el médico principal de la empresa y encargado de responder a los brotes de infecciones, dijo que no se había enterado del contagio sino hasta el día siguiente, luego de ver una publicación en las redes sociales.

La alerta no leída fue solo el inicio de una serie de fallas aún más significativas tanto de la empresa como de las autoridades japonesas que pusieron al barco en cuarentena en Yokohama. Ofuscadas por las confusiones y los errores, minimizaron el riesgo de contagio, ignoraron las prácticas médicas correspondientes para la evacuación de los pasajeros y activaron solo los protocolos de nivel bajo para tratar los brotes infecciosos. Al final, murieron ocho personas y se contagiaron más de 700, incluyendo algunos funcionarios del gobierno.

Ahora, esas fallas vuelven a tener vigencia cuando Princess y el doctor Tarling se vuelven a enfrentar a otro brote de coronavirus en un crucero que no permitieron atracar en el puerto de San Francisco, en Estados Unidos. La semana pasada, murió de COVID-19 un pasajero que en fechas recientes se bajó del crucero, y desde entonces las pruebas de 21 personas han resultado positivas.

El barco atracó el 9 de marzo en Oakland, California, y los pasajeros fueron confinados en tierra.

A bordo del barco, los pasajeros habían estado preguntando: “¿Será un caso como el del Diamond Princess?”, comentó Bill Pearce, de 54 años, de Lafayette, California.

La crisis del Diamond Princess pone de manifiesto los puntos débiles de la mezcolanza de los acuerdos internacionales, las leyes nacionales y las políticas corporativas relacionados con la salud y la seguridad en la industria de los cruceros, cuyo valor es de 150,000 millones de dólares y transporta 30 millones de pasajeros al año.

Luego de que se confirmó el contagio en Hong Kong, los funcionarios de la empresa asumieron de manera errónea que el riesgo inmediato era mínimo debido a que el pasajero enfermo ya había desembarcado. Las autoridades sanitarias recomendaron que se tomaran medidas inmediatas. “Recomendamos limpiar y desinfectar de manera exhaustiva todo el barco”, escribió a la empresa Albert Lam, un epidemiólogo del gobierno de Hong Kong, el 2 de febrero.

La compañía afirma que al día siguiente se dieron a la tarea de hacer limpieza. Pero solo pusieron en marcha los protocolos del nivel más bajo para los brotes. “No tiene caso ponerse a limpiar todo el barco cuando en realidad no sabemos qué riesgo hubo a bordo, si es que hubo alguno”, señaló Tarling en una entrevista.

El gobierno de Japón y la empresa siguen sin ponerse de acuerdo sobre quién era la persona que estaba a cargo, o que debería haberlo estado. Así que la responsabilidad de confinar a casi 2700 pasajeros recayó principalmente en cerca de mil empleados mal pagados del barco a quienes les dieron equipo de seguridad e indicaciones inadecuados.

Tarling, el director médico de la empresa matriz de Princess, Carnival Corp., supervisó la respuesta desde California. No estaba enterado de las condiciones de trabajo a bordo. Dijo que los miembros de la tripulación habían seguido los protocolos para una persona “en cuarentena o aislada en un hospital”.

Pero, en realidad, a menudo un miembro de la tripulación usaba el mismo par de guantes para entregar alimentos a decenas de camarotes a la vez —puerta a puerta y cara a cara con los pasajeros—, lo que pudo haber sido una fuente de infección. También recolectaron platos sucios y ropa de cama usada sin equipo de protección completo.

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Sin duda, un brote de un nuevo virus a bordo de un barco repleto presentaba dificultades de alto riesgo. Princess afirmó haber hecho el mejor trabajo posible frente a estos desafíos sin precedentes.

No obstante, en una serie de entrevistas, los trabajadores de la empresa dieron versiones contradictorias y variables acerca de la respuesta. Al final, pasaron casi 48 horas entre la alerta del primero de febrero y el anuncio que hizo el capitán al barco el 3 de febrero de que un pasajero había sido contagiado, lo que le dio tiempo al virus para propagarse.

Los trabajadores de Princess no lograron señalar la publicación de las redes sociales o de la plataforma que, según ellos, les dio el aviso. Dijeron que Tarling tardó hasta la noche del 2 de febrero en confirmar que la prueba de un expasajero había sido positiva.

Los correos electrónicos de la empresa demuestran que él lo sabía antes de esa mañana. En un correo a un médico de Hong Kong, anotó el nombre del paciente, el ala del hospital donde estaba, sus compañeros de viaje y la fecha del diagnóstico.

El tema de su correo electrónico era: “Caso de coronavirus confirmado”.

Una respuesta tardía

Hasta cierto punto, la respuesta a bordo del Diamond Princess manifestaba preocupación. Los bufés permanecieron abiertos de manera normal. Las celebraciones a bordo, los espectáculos de ópera y las fiestas de despedida seguían llevándose a cabo.

“De inmediato aumentamos nuestros protocolos de higiene, ya de por sí estrictos”, dijo Gennaro Arma, el capitán del barco, como respuesta a las preguntas que le hicieron a través de Princess. Afirmó que la tripulación había aumentado la cantidad de despachadores de gel antibacterial para manos, había cambiado los utensilios del bufé con mayor frecuencia y se intensificó la limpieza.

Los pasajeros a bordo del Diamond Princess comentan que no observaron muchos cambios en el barco después del anuncio del pasajero contagiado. Pero algunos miembros de la tripulación comenzaron a dar más recomendaciones por su cuenta, lo que hizo que algunos pasajeros sospecharan que el riesgo era mayor de lo que la empresa informaba. Al final de un juego, por ejemplo, un empleado les dijo a los pasajeros que no devolvieran sus lápices.

“Él dijo: ‘Mantengan sus lápices y pueden considerarse ganadores’, dijo Carol Montgomery, una asistente administrativa jubilada de San Clemente, California, de 67 años.

El miembro de la tripulación también les aconsejó que evitaran los pasamanos. “Era como si estuviera tratando de decirnos algo”, dijo Montgomery.

Se subestimó el contagio

Se alegó que la estrategia de la empresa fue una creencia optimista, pero incorrecta, de que el peligro se había evitado.

Mientras estaba a bordo, el pasajero contagiado de 80 años no le había informado acerca de ningún síntoma al personal médico. Además, había desembarcado más de una semana antes, junto con su hija y sus dos compañeros de viaje.

“No estaban en el barco”, señaló Tarling. “No había nada que nos hiciera creer que teníamos que ponerle cubrebocas a todos los pasajeros”.

Tarling no le ordenó a la tripulación que comenzara lo que se conoce como rastreo de contactos, la ardua tarea de interrogar a todos los pasajeros e identificar a quienes había estado en contacto con la persona infectada. Los expertos en enfermedades infecciosas dicen que el proceso debe comenzar de inmediato y que cualquier persona que haya estado en contacto cercano con un caso confirmado debe estar aislada.

Tarling dijo que los funcionarios de salud japoneses planearon hacer el rastreo de contactos en cuestión de horas, cuando el barco llegó a Yokohama el 3 de febrero. Hasta entonces, dijo, consideraba que solo el pasajero mayor y su grupo de viaje habían estado expuestos entre sí.

Esta, sin embargo, es una interpretación limitada. La Organización Mundial de la Salud considera que estaban expuestos las personas que compartieron espacios en restaurantes, cualquier pasajero que haya tenido contacto cara a cara con el paciente y, sin duda, los pasajeros que habían compartido el autobús turístico con él días antes.

No se aplicó ninguna restricción a los pasajeros cuando el barco llegó a Yokohama el 3 de febrero, sino hasta cerca de las 11 p.m., cuando los equipos médicos de Japón subieron a bordo y les ordenaron a todos permanecer en sus camarotes.

Dos días después, cuando se obtuvieron los primeros resultados de laboratorio, Japón informó que había diez casos que habían resultado positivos.

“Nos sorprendió tanto como a los japoneses saber que había más casos positivos en el barco”, dijo Tarling.

‘No se recomienda’

A medio camino del mundo, en el puerto griego de Volos, un epidemiólogo llamado Christos Hadjichristodoulou ha estado estudiando los brotes en los cruceros durante casi dos décadas. Por casualidad, exactamente el mismo día que el Diamond Princess llegó a Yokohama, Hadjichristodoulou y un equipo de expertos europeos publicaron nuevas recomendaciones para los cruceros.

Los lineamientos decían que se tenían que evacuar y poner en cuarentena en tierra a las personas que hubieran tenido contacto cercano con algún caso confirmado, medida que ahora tendría que aplicarse en el caso del Grand Princess, el barco que estuvo varado en California. Hacer eso en el Diamond Princess habría significado sacar a muchas personas, si no es que a todas, para una primera ronda de análisis.

En vez de eso, el gobierno japonés les pidió que se quedaran en sus camarotes mientras esperaban los resultados. En la práctica, los pasajeros seguían circulando por el barco y comiendo en los bufés.

Cuando se informó sobre el primer lote de resultados positivos la mañana del 5 de febrero, las autoridades japonesas impusieron una cuarentena en todo el barco. Los casos confirmados serían llevados a los hospitales, pero todos los demás se quedarían a bordo, aislados en sus camarotes.

“La estrategia que aplicaron no se recomienda por muchas razones”, dijo Hadjichristodoulou. No estaba criticando las decisiones que se tomaron bajo presión, pero señaló que era evidente que el virus se propagaría. “Ya lo esperábamos”, comentó.

Los funcionarios de salud de Japón mencionaron que a algunas autoridades locales les dio miedo permitir que bajaran a tierra pasajeros potencialmente contagiados. Además, el país no podía poner en cuarentena de inmediato a una gran cantidad de personas. “Es fácil decir que deben ser trasladados a instalaciones en tierra”, afirmó Yasuyuki Sahara, alto viceministro del Ministerio de Salud de Japón. “Pero en realidad no es tan sencillo”.

‘No se ofrecía ninguna capacitación para algo así’

Princess afirmó que habían seguido el camino marcado por Japón desde que los funcionarios de salud subieron al barco. “Cuando tenemos otro brote, como el norovirus, enviamos a nuestros equipos al barco”, comentó Tarling. “Aquí, estamos siguiendo instrucciones y viendo la mejor manera de que esto funcione”.

Esa responsabilidad recayó en la tripulación. Los empleos en los cruceros son famosos por exigir muchas horas de trabajo con sueldos muy bajos. Los miembros de la tripulación reciben capacitación para enfrentar muchas eventualidades, comentó Iain Hay, cuya empresa, Anchor Hygiene, se encarga de la capacitación para las empresas de cruceros. “Pero no se ofrecía ninguna capacitación para algo así”, afirmó.

En el Diamond Princess, los miembros de la tripulación llevaban tres comidas al día a cerca de 1500 camarotes. Al inicio de la cuarentena, servían los alimentos en vajillas. Aunque los miembros de la tripulación usaban guantes y cubrebocas, corrían el riesgo de diseminar —o contraer— el virus siempre que abrían la puerta de los camarotes y metían las bandejas de comida.

Incluso después de empezar a usar papel y plástico, el personal seguía entrando con los alimentos a los camarotes en vez de dejarlos afuera en el suelo, como Tarling creía que estaba sucediendo.

Los expertos dicen que la tripulación no estaba equipada para llevar a cabo la cuarentena, por lo que era inevitable tener más casos de personas infectadas. “Veamos cómo operan los equipos de enfermedades infecciosas en cualquier parte del mundo. Ese es su trabajo “, dijo Kate Bunyan, exdirectora médica de Carnival U.K.

Pero nadie está diciendo que alguien se opusiera a la cuarentena del Princess. Tarling afirmó que era la mejor opción en ese momento.

En los últimos días, la preocupación se centraba en el otro crucero Princess que estaba varado a miles de kilómetros de distancia.

Una vez más, Tarling estuvo ayudando a gestionar la crisis. Cuando le preguntamos si hubiera querido hacer algo diferente para contener el brote en el Diamond Princess, no se le ocurrió ninguna decisión diferente.

“Creo que, de hecho, nuestra respuesta inicial fue bastante buena”, afirmó.


 



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