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Los problemas del censo para contar a hispanos en Estados Unidos


2020-03-17

Por ANITA SNOW y ADRIANA GÓMEZ LICÓN

GUADALUPE, Arizona, EU (AP) — Las dos Iglesias blancas al estilo de las de la época de las misiones jesuitas y viejas casas de madera de esta comunidad mayormente hispana y de descendientes de los pueblos originarios parecen fuera de lugar entre tantos complejos de departamentos de lujo en Phoenix.

Fundada por indígenas yaqui que huyeron de México hace más de un siglo, Guadalupe lleva el nombre de la santa patrona de los mexicanos, Nuestra Señora de Guadalupe, y se siente muy orgullosa de su historia. Esta comunidad conocida por sus festividades de Pascua con bailarines disfrazados de venados mira con recelo a la gente de afuera en momentos en que se prepara para el censo del 2020.

Los líderes comunitarios esperan poder despejar cualquier temor que pueda haber en torno a este conteo que se hace una vez cada diez años y que puede decidir si Guadalupe recibe más fondos federales que apuntalen un diminuto presupuesto de 12 millones de dólares que a menudo no alcanzan para tapar pozos en las calles y arreglar cañerías de desagüe.

“Toda fuente de fondos es importante para una comunidad tan pequeña como esta”, dijo el administrador de Guadalupe Jeff Kulaga.

En todo el país, comunidades pequeñas y pobres como Guadalupe, cada una con una composición étnica distinta, representan un duro reto para los trabajadores del censo. Problemas con el idioma, la pobreza, residentes que están de paso y desconfían del gobierno hacen que resulte difícil contarlos, según refleja un análisis de información estadística de todo el país hecho por la Associated Press.

Casi un tercio de los 6,500 residentes de Guadalupe son descendientes de los pueblos originarios y el 70% se identifican como hispanos. Un tercio lucha contra la pobreza en una comunidad donde los ingresos promedio de una familia son de unos 32,000 dólares anuales y el valor de las propiedades no llega a 90,000 dólares. Solo el 60% de los adultos terminaron la secundaria.

Una situación parecida se da en Immokalee, Florida, donde una reciente ola de inmigrantes indígenas de Guatemala que hablan solo dialectos mayas plantea nuevos desafíos en una región que produce tomates, que Edward R. Murrow destacó en su documental de 1960 sobre los trabajadores agrícolas migrantes “Harvest of Shame” (La cosecha de la vergüenza).

El hospital más cercano está a 48 kilómetros (30 millas), en Naples. Esta comunidad agrícola de 25,000 habitantes está tan aislada que la gente tiene que hacer dedo para ir a supermercados más cerca de la costa. Más del 43% de sus residentes viven en la pobreza. Un porcentaje similar no terminó el noveno grado.

Las comunidades pequeñas, pobres, mayormente hispanas, tradicionalmente no son bien contabilizadas, según el análisis de AP, y plantean problemas especiales a los trabajadores del censo, cuya misión es asegurarse de que los fondos federales llegan a las comunidades que más los necesitan.

“Es cada vez más difícil y costoso contar estos grupos”, dijo D’Vera Cohn, experta en el censo del Centro de Investigaciones Pew. “Tal vez ello se deba a la desconfianza en el gobierno o a que son gente que no está fija, sino que van de un lado a otro y que no habla inglés”.

La Oficina del Censo está invirtiendo 500 millones de dólares en publicidad. De ellos, 50 millones están destinados a avisos enfocados en los hispanos y en despejar el temor de que se les preguntará por su ciudadanía.

“En el 2010 tuvimos un montón de dinero que fue desperdiciado, que no llegó a las comunidades. Eso es algo vital”, dijo Vincent Keeys, presidente de la oficina de la Asociación Nacional de Personas de Color del condado de Collier, Florida, durante una reciente conferencia de organismos sin fines de lucro y dependencias del gobierno en Immokalee.

El idioma y las costumbres de la gente pueden ser un obstáculo en Guadalupe, donde la mayor parte de los residentes hablan español además de inglés y donde muchos miembros de tribus prefieren comunicarse en pascua yaqui.

“Si observas el lugar, te das cuenta de que no fue bien servido por el censo en el pasado”, declaró la organizadora comunitaria Petra Falcón, quien lleva décadas trabajando en Guadalupe. “Hay altas tasas de embarazos de adolescentes y de suicidios, y sueldos bajos”.

Funcionarios tribales dicen que están preparando presentaciones y contratando traductores de pascua yaqui para explicar el proceso a los ancianos, incluida la conexión directa entre un conteo ajustado y la obtención de las cosas que necesita la comunidad. Se están vendiendo camisetas con diseños indígenas que exhortan a la gente en inglés y en yaqui a participar en el censo: “Está en tus manos”, dicen las camisetas.

“Analizamos mucho el censo del 2010 y creemos que ahora la gente se siente más cómoda”, expresó Letticia Baltazar, investigadora especializada en la tribu.

Los pascua yaqui tienen unos 20,000 miembros en Estados Unidos, incluidos varios miles en Guadalupe.

En Immokalee, los principales obstáculos son el idioma y la limitada educación formal de una comunidad con muchas casas rodantes en la que las mujeres llevan a sus bebés en sus espaldas y los hombres se manejan en bicicletas.

Más del 72% de los residentes son hispanos, mayormente de México y Guatemala. La cantidad de guatemaltecos se triplicó del 2009 al 2016 y se espera que siga subiendo ya que en los dos últimos años han llegado más centroamericanos.

El hecho de que mucha gente vive en una misma casa y el temor a las preguntas sobre el status inmigratorio pueden complicar el conteo de comunidades creadas en el siglo 19 por indígenas seminole. Hay más de 250 miembros de la tribu en una reserva.

“Cuando lidias con comunidades que viven en las sombras, a menudo no se entiende bien cuáles son sus necesidades, si un Walmart, un hospital o carriles para bicicletas”, dijo Juana Brown, directora de las escuelas chárter de la Asociación de Migrantes Cristianos de Redlands de Immokalee.

La organización de Brown está colaborando con la Oficina del Censo para educar a las familias de migrantes. Un trabajador social ofrece talleres sobre el tema y las escuelas reparten información del censo en la esperanza de que los alumnos despejen las dudas que puedan tener sus padres.

Si bien organizaciones sin fines de lucro le dicen a la gente que la información que den no será compartida con las autoridades del servicio de inmigración, mucha gente cree que se les pedirá el número de su Seguro Social.

“Vinimos aquí ilegalmente y esta parece una forma sencilla para pillarnos si llenamos los formularios. Pero ahora entiendo cómo funciona”, comentó María Juárez, quien es oriunda de San Marcos, Guatemala, y trabaja en la cosecha de tomates.

Cerca de Phoenix, el pascua yaqui José Román, de 43 años, dice que él llenará el formulario, pero que cree que mucha gente no lo hará en Guadalupe. El gobierno reconoció a la tribu recién en 1978, casi un siglo después de que sus antepasados le escapasen a la represión en México y Arizona, y su historia reciente está caracterizada por conflictos.

El sheriff Joe Arpaio hizo redadas durante dos días en Guadalupe en el 2008 en busca de inmigrantes sin papeles, tras lo cual fue acusado de discriminación, ya que sus agentes paraban más que nada a los hispanos por infracciones de tráfico y otras faltas menores.

“Guadalupe siempre tuvo que librar batallas”, dijo Santino Bernasconi, diácono de la iglesia Nuestra Señora de Guadalupe.

La iglesia es un gran punto de referencia para personas como Frank y Ester Cota, octogenarios que se casaron allí y bautizaron a sus hijos. Hoy trabajan como voluntarios en la iglesia.

Dicen que la comunidad ha resistido la construcción de nuevas obras y de una carretera que cruza el pueblo, y que esto puede ayudar a explicar por qué algunos residentes se resisten a participar en el censo.

“Mucha gente, sobre todo los yaqui, no son muy confiados”, dijo Frank Cota, quien no pertenece a esa tribu. “Pero tienen que participar. Es en su propio beneficio”.



Jamileth


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