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Bolsonaro, aislado y desafiante, subestima la amenaza del coronavirus en Brasil


2020-04-03

Ernesto Londoño, Manuela Andreoni y Letícia Casado, The New York Times


El presidente del país sudamericano, quien calificó al virus como un “resfriado miserable”, es el único líder de una nación grande que todavía cuestiona las medidas de confinamiento para combatir la pandemia.

A medida que aumentan los casos y las muertes por coronavirus en Brasil, el presidente de la nación, Jair Bolsonaro, ha mantenido su actitud desafiante, con lo que se convierte en el último bastión notable, entre los principales líderes mundiales, que niega la gravedad del coronavirus.

Los brasileños, según declaró la semana pasada, están especialmente preparados para resistir la pandemia porque pueden sumergirse en aguas residuales y “no agarran nada”.

Desafiando las pautas emitidas por su propio Ministerio de Salud, el presidente visitó el domingo un concurrido distrito comercial de Brasilia, la capital, donde les hizo un llamado a todos los brasileños, excepto a los de edad avanzada, para que volvieran al trabajo.

Luego insistió en que una píldora contra la malaria, cuya eficacia no ha sido comprobada, curaría a quienes se enferman con el virus que ha matado a más de 43,000 personas en todo el mundo.

“Dios es brasileño”, le dijo a una multitud de seguidores. “La cura está ahí”.

Varios líderes mundiales, entre ellos el presidente estadounidense, Donald Trump, y el primer ministro británico, Boris Johnson, tardaron en comprender la amenaza del virus altamente contagioso y se mostraron reacios a adoptar las medidas disruptivas y económicamente dolorosas del distanciamiento social que se han convertido en la norma en gran parte del mundo.

Sin embargo, Bolsonaro sigue perteneciendo al grupo de alto perfil que ignora el consenso científico sobre las medidas de confinamiento necesarias para evitar que los sistemas de atención médica se desborden.

Su manejo de la crisis ha generado consternación en todo el espectro político del país, a tal punto que los líderes del congreso, los comités editoriales y el líder del Supremo Tribunal Federal le han pedido a los brasileños que ignoren a su presidente. Un movimiento para destituir a Bolsonaro está ganando apoyo popular, y todas las noches los brasileños cacerolean desde sus ventanas para repudiar a su mandatario.

“Ha demostrado que no está capacitado para ser presidente”, dijo Maria Hermínia Tavares de Almeida, politóloga de la Universidad de São Paulo. “Solo permanece en el poder por una razón muy simple: nadie quiere crear una crisis política para expulsarlo en medio de una emergencia de salud”.

Desde que el nuevo coronavirus se detectó por primera vez en Brasil a fines de febrero, el virus se ha extendido rápidamente por todo el país, infectando a grandes grupos en São Paulo y Río de Janeiro, los estados más poblados del país. Hasta el miércoles, había 6836 casos confirmados en Brasil, donde las pruebas son limitadas, y 240 muertes registradas.

El martes por la noche, en un discurso televisivo, Bolsonaro habló sobre el virus en términos más graves, al calificarlo como “el mayor desafío de nuestra generación”.

Sin embargo, de manera notable, el presidente no aprobó medidas estrictas de cuarentena y ha parafraseado de forma engañosa algunos comentarios del jefe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) al afirmar que los trabajadores informales deberían continuar trabajando duro.

“Los efectos colaterales de las medidas para combatir el coronavirus no pueden ser peores que la misma enfermedad”, dijo.

En gran parte del país, sus palabras fueron ahogadas por los manifestantes que protestaban con cacerolazos y cantaban: “¡Abajo Bolsonaro!”.

A mediados de marzo, los gobernadores comenzaron a instar a los brasileños a permanecer en el interior de sus casas a menos que trabajen en sectores críticos y les pidieron a varias categorías de negocios que cierren sus operaciones. Desde entonces, el comercio, el tránsito y los vuelos se han reducido drásticamente, lo que ha ahogado la economía más grande de América Latina, que aún no se ha recuperado de la brutal recesión de 2014.

A medida que el conjunto de medidas de confinamiento se endureció, Bolsonaro arremetió contra los gobernadores por caer en un estado de “histeria” y afirmó, sin pruebas, que estaban inflando las cifras del coronavirus para obtener beneficios políticos. Atacó a periodistas, acusándolos de provocar pánico en un esfuerzo por socavar a su gobierno. Ha llegado a definir el virus como un “resfriado insignificante”.

“Algunos morirán”, dijo, porque “así es la vida”.

Durante el fin de semana, Twitter, Facebook e Instagram eliminaron algunas publicaciones de Bolsonaro en las que cuestionaba las medidas de distanciamiento social, al considerar que violaban las pautas que prohíben el contenido que pone en peligro la salud pública.

El martes, la OMS instó a los líderes del continente americano a expandir de manera urgente la capacidad de atención al paciente, mientras implementan las medidas de distanciamiento social que podrían permanecer vigentes durante al menos tres meses.

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“Esas medidas pueden parecer drásticas, pero son la única forma de evitar que los hospitales se saturen por recibir a demasiadas personas enfermas”, dijo Carissa F. Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud, en un encuentro con los medios celebrado en Washington. Agregó que los protocolos de distanciamiento social “siguen siendo nuestra mejor apuesta” para combatir al virus.

Bolsonaro y sus aliados sostienen que es injusto retratarlo como alguien imprudente por postular que las estrictas medidas de aislamiento podrían ser más perjudiciales para el bienestar de los brasileños que permitir que el virus se extienda más rápidamente.

“El presidente y el gobierno están trabajando en dos frentes: salvando vidas y salvando empleos”, dijo Vitor Hugo de Araújo, un legislador federal que es considerado como la mano derecha de Bolsonaro en el congreso. “Lo que está haciendo el gobierno es tratar de encontrar un punto medio entre el cierre total y permitir que la economía y el comercio continúen”.

Aunque la política de Bolsonaro pueda parecer autodestructiva políticamente hablando, es probable que la suya sea una apuesta calculada, dijo Malu Gatto, profesora asistente de Política Latinoamericana en la University College London.

“Los gobernadores están actuando y efectivamente implementan prácticas de aislamiento mientras que Bolsonaro puede seguir predicando que el gobierno federal se concentra en promover el crecimiento económico”, dijo Gatto. Eso permite al presidente “recaudar los beneficios”, agregó, de medidas restrictivas al mismo tiempo que se presenta como el defensor de los brasileños que no tienen trabajo.

La respuesta de Bolsonaro a la pandemia lo ha convertido en una anormalidad donde la mayoría de los líderes han respondido con rapidez para implementar medidas que piden quedarse en casa, cerrar las fronteras y cerrar los negocios. Dichas medidas han sido adoptadas en otros países con polarización política —como Chile y Argentina— y Colombia, con poca oposición.

Otro caso extraño es el de Nicaragua, donde el gobierno socialista de Daniel Ortega ha mantenido abiertas las escuelas y convocado a eventos masivos. Rosario Murillo, vicepresidenta y primera dama del país, dijo el domingo que el país no se detendría y que “con fe podemos conquistar al miedo”.

Aunque el virus ha devastado a la economía global, se espera que los países en América Latina sientan un mayor impacto, pues varios países de la región, mucho antes de que la pandemia los sumiera en una crisis, ya estaban batallando para crecer, detener la inflación y pagar la deuda.

El Senado de Brasil aprobó la semana pasada un paquete de ayuda que le otorgará a unos 30,8 millones de trabajadores informales un subsidio mensual de 115 dólares mensuales durante tres meses. Antes, Brasil declaró estado de calamidad, lo que le permite al gobierno aumentar el gasto en servicios de salud y exceder los límites de egreso gubernamental.

Debido a los mensajes contradictorios de la capital, los brasileños en comunidades vulnerables han empezado a tomar acciones de manera individual en días recientes en un esfuerzo por protegerse del virus.

Los líderes indígenas han cerrado el acceso a aldeas remotas y en algunos casos han hecho barricadas en los caminos por temor a que el coronavirus pueda arrasar comunidades enteras en donde el acceso a los servicios médicos es limitado.

“Han estado intentando adherirse a las pautas de aislamiento y restringir los ires y venires de los pueblos indígenas hacia y desde las ciudades”, dijo Márcio Santilli, activista de derechos indígenas.

Pero Santilli dijo que los territorios indígenas que han sido tomados por los mineros informales y los taladores están en grave peligro pues es casi imposible frenar dichas invasiones. También expresó preocupación por los pueblos no contactados, a los que los misioneros evangélicos han estado intentando llegar.

El miércoles, una mujer de 20 años de la tribu kokama cerca de la frontera con Colombia dio positivo en una prueba de coronavirus, el primer caso reportado entre los grupos indígenas brasileños, según la Sesai, la agencia de servicios de salud indígenas del Ministerio de Salud.

En las favelas de Rio de Janeiro, grupos de narcotráfico han impuesto toques de queda nocturnos y los líderes comunitarios han lanzado campañas para persuadir a la gente que limiten su movimiento a las actividades esenciales.

Verônica Brasil, activista en la favela Ciudad de Dios, una de las más grandes de Río, dijo que los voluntarios habían estado recolectando canastas de alimentos y productos de higiene para ayudar a las familias a sobrevivir antes de que los negocios empiecen a cerrar.

“La desesperación aumenta”, dijo Brasil. “La gente se está quedando sin comida y perdiendo trabajo”.



Jamileth


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