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El coronavirus no se ceba con los niños, el confinamiento sí


2020-04-13

Por BEATRIZ LUCAS|PABLO LINDE | El País

Madrid - 13 ABR 2020 - 17:30 CDT No está del todo claro el mecanismo por el que los niños sufren menos el coronavirus que los adultos. Pero los datos muestran que entre ellos la mortalidad es casi nula, hay muchos menos casos y, cuando se dan son, por lo general, mucho más leves. Pero la pandemia les va a pasar factura a ellos también. Ni siquiera tienen la excusa de ir a hacer la compra para salir a la calle y que les dé el aire. Encerrados en casa durante más de un mes, y lo que queda, el confinamiento está ya trayendo de la mano problemas de ansiedad, de obesidad y educativos para los más pequeños.

Varias voces piden que se busquen soluciones, que se abra un poco la mano para que puedan salir a la calle, aunque sea en periodos cortos y cerca de casa. Esta medida la tomó Italia a principio de mes y algunos epidemiólogos la ven con buenos ojos, siempre que se haga de forma muy controlada. También países europeos como Francia o Alemania permiten sus salidas. Algunos presidentes autonómicos han solicitado estudiar alternativas similares, como el gallego Alberto Núñez Fejóo (PP), el aragonés Javier Lambán (PSOE) o el cántabro Miguel Ángel Revilla (PRC); también el vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado (C’s), quien ha solicitado que se empiece el día 26, cuando previsiblemente se prorrogará el estado de alarma. Pero el Ministerio de Sanidad no lo contempla por el momento. Preguntado por los periodistas, su titular, Salvador Illa, respondió ayer: “Vamos a actuar con máxima cautela. Cuando creamos que se dan las condiciones de seguridad en base a los datos, para tomar esta decisión, la tomaremos y la daremos a conocer. Por ahora siendo conscientes de sacrificio, hay que mantener esta medida”.

Pero algo se está moviendo. Sanidad ha pedido a la Asociación Española de Pediatría que cree un grupo de trabajo para valorar los condicionantes para el desconfinamiento de los niños. “Se está elaborando un informe teniendo en cuenta que será un proceso delicado, ya que, además de garantizar el bienestar de los niños, se ha de tener en cuenta que son grandes transmisores de la enfermedad y que han de estar acompañados siempre por un adulto”, explica la asociación. En este documento se especificará qué niños, por motivos diversos, deben tener prioridad en la salida, así como la manera de hacerlo sin que suponga un riesgo para ellos o el conjunto de la sociedad.

Los efectos sobre la salud de las estrictas medidas de confinamiento ya se están notando, según coinciden varios especialistas consultados. La Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) recordó ayer que la población infantil y juvenil es más proclive a adoptar hábitos de alimentación inadecuados durante el confinamiento y estiman un incremento medio cercano al 5% en el peso de los niños y adolescentes tras este periodo. Calcula que puede haberse incrementado en al menos un kilo de grasa el peso medio de la población infantil española en el último mes.

"Los niños que ahora están asustados e inhibidos en unos meses manifestarán los traumas y los verdaderos problemas que en su salud mental está generando esta situación”, según explica el psiquiatra Diego Figuera Álvarez, del Hospital Clínico San Carlos. “Lo que ha pasado está generando y generará traumas en la infancia y la adolescencia. Los recuerdos traumáticos crean memorias disociadas y se transforman en problemas de conducta que surgirán al regreso a las escuelas o que se traducen en somatizaciones”, anticipa el psiquiatra.

Alicia Arévalo, pediatra en un Centro de Atención Primaria de Madrid, explica que se han duplicado las consultas más emocionales: “Me llegan con muchas pesadillas, terrores nocturnos, desórdenes del sueño, trastornos de alimentación... y también, a nivel afectivo, mucha sensibilidad, llantos injustificados, están introvertidos, no cuentan las cosas y explotan por cualquier causa. Y muchos están aterrados porque creen que se van a morir los abuelos, o van a perder el trabajo los padres”, señala la pediatra.

Muchos de los motivos de consulta de esta pediatra, que es un 90% telefónica, se deben a la somatización, es decir que "expresan con el cuerpo lo que no pueden nombrar con las palabras”, apunta Arévalo. “Llegan con dolor de cabeza muy intenso, de tripa, torácico, palpitaciones, molestias en el pecho o dificultad para respirar y en realidad cuando hablas con ellos surge la causa, es la plasmación de la ansiedad que están viviendo; no saben ponerle nombre y se manifiesta así”, explica la doctora. Y un capítulo aparte merecen los niños con disfunción neurológica, como los Trastornos del Espectro Autista o niños con hiperactividad que han estado “sometidos a un sufrimiento real con el confinamiento”. Aunque la pediatra alerta de que a largo plazo no sabemos las consecuencias que tendrá esta situación porque es algo novedoso, sí ha detectado los “altísimos niveles de estrés a los que están sometidos tanto los padres como los hijos”. David Andina, pediatra de Urgencias en el Hospital Niño Jesús, apunta también que están viendo un incremento de emergencias por intoxicaciones o cuadros relacionados con accidentes caseros, como daño colateral.

Una locura

“Lo que está pasando en España es una absoluta locura", dice en su grupo de Whatsapp Mamás en Madrid, Cecile, madre de dos niños de cuatro y ocho años y cuyo marido ha estado aislado por coronavirus. "Pienso en la gente que no tiene ni un triste balcón y es terrible, los niños más de un mes sin ver el sol, ni tomar el aire. Es insalubre. No entiendo qué riesgo hay en que den un paseo por el campo, o salir con la bicicleta o el patín”, añade Liz en referencia a otros países europeos que han permitido las salidas primando el bienestar de los niños sin que se demuestre una relación directa con el incremento de contagios. “A nosotros no nos dejan ni usar las zonas comunes de la urbanización, nos habíamos organizado para hacer turnos y no coincidir, pero el administrador dijo que no podía ser; como tengamos que pasar el verano así...”, concluye Gilmara. Esta conversación es una clara plasmación de la inquietud en las familias que no entienden que se permitan aglomeraciones en el metro y a los niños los mantengan encerrados: “A este paso abren los bares y a los niños los siguen manteniendo encerrados”, apunta Elisa, otra madre.

Una dificultad añadida es la educación. Desde que se cerraron todos los centros educativos tras la aprobación del decreto de alarma, 8,2 millones de estudiantes de enseñanzas regladas no universitarias siguen los programas desde casa. El principal problema, según denuncian las familias y los expertos en educación, es que muchos de los alumnos se han desconectado, informa Ana Torres. Aunque no hay cifras oficiales, las comunidades están trabajando en la recopilación de datos, el Ministerio de Educación calcula que un 10% de esos estudiantes no tiene acceso a Internet en casa (algunas autonomías, como Cataluña y Valencia, lo elevan hasta el 15%). La semana pasada el Consejo Escolar del Estado, máximo órgano consultivo del Gobierno en materia educativa, propuso en un informe remitido al ministerio que los alumnos sean evaluados de los contenidos en los que están trabajando durante el confinamiento, lo que, según las voces más críticas, podría ampliar la brecha educativa entre los estudiantes con más recursos y los más desfavorecidos. A la falta de conexión a la Red, se suma la escasez de dispositivos electrónicos: en España, mientras el 61% de los alumnos de las familias más aventajadas tienen tres o más ordenadores en casa, el 44% de las desaventajadas cuentan con solo uno y el 14% con ninguno, según los datos del último informe PISA.

Esto es precisamente lo que preocupa a Ricardo Ibarra, director de la Plataforma de la Infancia. La brecha educativa, pero no solo eso. “Los que están en infraviviendas o en hacinamiento sufren todavía más problemas de salud mental y física. Hemos pedido al Gobierno que les busquen soluciones habitacionales”, relata. Ibarra también incide en las familias que solo tienen un referente adulto. “Estar trabajando en casa y cuidando a los hijos es imposible para una persona sola. Se ha planteado la posibilidad de reducción de jornada, pero el 50% de las familias monomarentales [suele ser la mujer la que está a cargo] está en riesgo de pobreza y no se puede permitir prescindir de parte del salario”, abunda. Un problema añadido de estrés tanto para progenitores como para los niños, las víctimas indirectas de la pandemia.



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