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No podemos dejarnos llevar por el pánico.


2020-04-17

Por: P. Fernando Pascual, LC 

Surge el pánico entre los soldados. Después de los primeros disparos cae un compañero. Huida de muchos para salvar la propia vida.

Surge el pánico entre los habitantes de un pueblo o una ciudad: acaba de comenzar una epidemia, y todos miran con sospecha a los que dan señales de los primeros síntomas.

Surge el pánico entre los inversionistas: anuncian leyes que penalizarán los beneficios. La cotización en la bolsa baja en picado.

Surge el pánico en una persona que camina por una calle poco transitada: oye, a sus espaldas, el ruido de otro que se acerca apresuradamente.

Son tantas y tantas las situaciones de pánico que afectan a los individuos y a los grupos. Incluso en un día ordinario puede, de repente, aparecer un peligro imprevisto que genera una sensación caótica de miedo.

El sentimiento de pánico dificulta pensar con calma. Unos buscan causas para intervenciones de emergencia. Otros ya están planeando una fuga o una compra urgente de lo que pueda servir para los próximos días.

Además, cada uno afronta una situación que parece peligrosa de maneras diferentes. Por eso las reacciones pueden ser mejores o peores, capaces de aliviar o de empeorar las cosas.

Cuando uno logra superar las primeras impresiones ante lo que se presenta como peligro serio, y cuando el grupo deja a un lado reacciones colectivas absurdas, resulta más fácil afrontar lo que ocurre con mejores perspectivas.

Entonces las decisiones podrán ser mejores. Aunque haya hilos por atar, al menos se evitarán reacciones absurdas, en las que el “remedio” resultaría más dañino que la “enfermedad”.

Una nueva noticia inesperada y amenazadora se asoma en la pantalla de nuestros móviles. Llega la hora de analizar si se trata de algo serio, si hay algo que podamos hacer para prevenir daños, si se nos pide un gesto valiente para ayudar a otros.

No podemos dejarnos llevar por el pánico. Con serenidad, con prudencia y, cuando sea necesario, con una sana audacia, estaremos en condiciones de afrontar un peligro en vistas a lo mejor para nosotros, para nuestros seres queridos y para otros seres humanos implicados.


 



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