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El enigma de la COVID-19: ¿Por qué el virus arrasa en algunos lugares y en otros no?


2020-05-05

Por Hannah Beech, Alissa J. Rubin, Anatoly Kurmanaev y Ruth Maclean

The New York Times

Los expertos se preguntan por qué el coronavirus es tan caprichoso. Las respuestas pueden determinar el mejor modo de protegernos y durante cuánto tiempo tendremos que hacerlo.

El coronavirus ha matado a tantas personas en Irán que en ese país han tenido que recurrir a los entierros en masa; pero en Irak, su país vecino, la cifra de muertos es menor de cien.

República Dominicana ha reportado 7600 casos de coronavirus. En Haití, al otro lado de la frontera, se han registrado alrededor de 85.

Se cree que en Indonesia han muerto miles de personas por el coronavirus, pero en Malasia, el país vecino, gracias a una cuarentena estricta, el número de casos fatales se ha mantenido en aproximadamente cien.

El coronavirus ha llegado a casi todos los países del planeta, pero parece que su impacto es caprichoso. Las metrópolis globales como Nueva York, París y Londres han sido devastadas, mientras que, hasta ahora, ciudades atestadas como Bangkok, Bagdad, Nueva Delhi y Lagos se han salvado en buena medida.

La pregunta de por qué el virus ha azotado a algunos lugares, pero no ha afectado tanto a otros es un enigma que ha generado muchas teorías y especulaciones. Sin embargo, no existen respuestas definitivas. Una explicación podría tener implicaciones importantes para la forma en que los países responden al virus, para determinar quién está en riesgo y para saber cuándo es seguro volver a salir.

Ya existen cientos de estudios en desarrollo en todo el mundo que analizan cómo la demografía, las enfermedades preexistentes y la genética podrían afectar la amplia variación en el impacto.

Los médicos en Arabia Saudita están estudiando si las diferencias genéticas pueden ayudar a explicar los diferentes niveles de gravedad en los casos de la COVID-19 entre los árabes sauditas, mientras que los científicos en Brasil están investigando la relación entre la genética y las complicaciones de la COVID-19. Los equipos en varios países están estudiando si medicamentos comunes contra la hipertensión pueden empeorar la gravedad de la enfermedad y si una vacuna contra la tuberculosis podría hacer lo contrario.

Muchos países en vías de desarrollo con clima cálido y poblaciones jóvenes se han librado de lo peor, lo que indica que podrían participar factores como la temperatura y la demografía. Pero países tropicales como Perú, Indonesia y Brasil, que están sumidos en una epidemia cada vez mayor, son como un balde de agua fría para esta idea.

Es evidente que el distanciamiento social estricto y las medidas iniciales de confinamiento han sido eficaces, pero Birmania y Camboya no impusieron ninguna de estas dos medidas y han reportado pocos casos.

Una teoría sin comprobar, pero imposible de refutar es que tal vez el virus simplemente no ha llegado aún a esos países. Parecía que Rusia y Turquía estaban bien hasta que, de pronto, ya no lo estuvieron.

El tiempo aún puede ser el gran ecualizador: la gripe española que estalló en Estados Unidos en 1918 pareció extinguirse durante el verano solo para volver con fuerza con una cepa aún más mortal en el otoño, y una tercera ola al año siguiente. Finalmente llegó a lugares remotos como las islas en Alaska y en el Pacífico Sur e infectó a un tercio de la población mundial

“En realidad, estamos en el inicio de esta enfermedad”, señaló Ashish Jha, director del Instituto de Investigación de Salud Global de Harvard. “Si esto fuera un partido de béisbol estaríamos en la segunda entrada y no hay razón para pensar que, cuando lleguemos a la novena, el resto del mundo que ahora parece no haber sido afectado, no se vuelva como otros lugares”.

Los doctores que estudian enfermedades infecciosas en todo el mundo dicen que no tienen suficientes datos para tener una imagen epidemiológica completa, y que esa falta de información en muchos países hace que sea peligroso sacar conclusiones. La administración de pruebas es lamentable en muchos lugares, lo que lleva a una gran subestimación del progreso del virus, y es casi seguro que se registran menos muertes de las que en realidad hay.

Aún así, los patrones generales son claros. Incluso en lugares donde los registros son muy malos y los sistemas de salud están quebrados, los entierros masivos u hospitales que rechazan a miles de personas enfermas serían difíciles de pasar por alto, y varios lugares simplemente no lo están viendo, al menos aún no.

Entrevistas con más de una decena de expertos en enfermedades infecciosas, funcionarios de salud, epidemiólogos y académicos de todo el mundo apuntan a cuatro factores principales que podrían ayudar a explicar dónde prospera el virus y dónde no: demografía, cultura, medio ambiente y velocidad de respuesta del gobierno.

Cada explicación posible se presenta con salvedades y refutaciones desconcertantes. Por ejemplo, si la población de la tercera edad es la más vulnerable, Japón estaría encabezando la lista, y no es así. No obstante, estos son los factores que los expertos encuentran más convincentes.

Las ventajas de la juventud

Muchos países que se han librado de la epidemia masiva tienen poblaciones relativamente jóvenes.

Es más probable que los jóvenes contraigan la enfermedad de una manera leve o asintomática que sea menos transmisible a los demás, señaló Robert Bollinger, profesor de Enfermedades Infecciosas en la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins. Además, según la Organización Mundial de la Salud, tienen menos probabilidades de presentar ciertos problemas de salud que puedan hacer que la COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, sea especialmente mortal.

África —con alrededor de 45,000 casos reportados, una pequeñísima proporción de sus 1300 millones de habitantes— es el continente más joven, donde más del 60 por ciento de su población tiene menos de 25 años. En Tailandia y Nayaf, Irak, los funcionarios locales de salud descubrieron que el grupo de entre 20 y 29 años tenía la tasa más alta de infección, pero que casi siempre sus síntomas eran leves.

Por el contrario, el promedio de edad a nivel nacional en Italia, uno de los países más afectados, es de más de 45 años. La edad promedio de quienes fallecieron ahí por COVID-19 es de alrededor de 80 años.

Existe una tendencia a que los más jóvenes tengan sistemas inmunitarios más fuertes, lo que puede dar como resultado que presenten síntomas más leves, afirmó Josip Car, experto en población y salud global de la Universidad Tecnológica de Nanyang en Singapur.

En Singapur y Arabia Saudita, por ejemplo, la mayoría de infecciones son de trabajadores inmigrantes extranjeros, muchos de los cuales viven en dormitorios atestados. Sin embargo, muchos de estos trabajadores son jóvenes y están en forma, y no han requerido hospitalización.

Junto con la juventud, una salud relativamente buena puede disminuir el impacto del virus entre los infectados, mientras que ciertas condiciones preexistentes — en especial la hipertensión, la diabetes y la obesidad — pueden empeorar la gravedad, dicen investigadores en Estados Unidos.

Hay excepciones notables a la teoría demográfica. Japón, con la población promedio más vieja del mundo, ha registrado menos de 520 muertes, aunque su número de casos ha aumentado con el incremento del testeo.

Y Jha, de Harvard, advierte que algunos jóvenes que no muestran síntomas son también altamente contagiosos por razones que no se comprenden bien.

La distancia por costumbres culturales

Según los epidemiólogos, es posible que los factores culturales, como la distancia social que existe dentro de ciertas sociedades, brinden mayor protección en algunos países.

En Tailandia e India, donde el número de contagios es relativamente reducido, la gente se saluda guardando una cierta distancia y juntando las palmas como si estuvieran rezando. En Japón y Corea del Sur, la gente se inclina y, mucho antes de que llegara el coronavirus, había una tendencia a usar cubrebocas cuando se sentía enferma.

En gran parte de los países en desarrollo, la costumbre de cuidar en casa a los ancianos hace que haya menos asilos, donde en los países occidentales se han desatado brotes trágicos.

Sin embargo, existen excepciones interesantes a la teoría del distanciamiento por costumbres culturales. En muchos lugares de Medio Oriente, como Irak y los países del golfo Pérsico, los hombres a menudo se abrazan o se estrechan la mano cuando se saludan, pero la mayoría no se están enfermando.

Lo que podría llamarse “distanciamiento nacional” también ha resultado ventajoso. Los países que están relativamente aislados han obtenido de su aislamiento beneficios para la salud.

Las naciones remotas, como algunas en el Pacífico Sur y en partes del África subsahariana, no se han visto tan inundadas de visitantes que traen el virus con ellos. Los expertos en salud en África citan los viajes limitados desde el extranjero como la posible razón principal de la tasa de infección relativamente baja del continente.

Los países que son menos accesibles por razones políticas, como Venezuela, o por un conflicto, como Siria y Libia, también se han visto protegidos por la falta de viajeros, así como países como Líbano e Irak, que han sufrido protestas generalizadas en los últimos meses.

La falta de transporte público en algunos países en desarrollo también puede haber reducido la propagación del virus.

La luz y el calor

La geografía del brote —el cual se propagó con rapidez durante el invierno en los países de zonas templadas como Italia y Estados Unidos y casi no se vio en países más cálidos como Chad o Guyana— parece indicar que el virus no se adaptó bien al calor. Otros coronavirus, como los que causan el resfriado común, son menos contagiosos en climas más cálidos y húmedos.

No obstante, los investigadores afirman que la idea de que el clima cálido por sí solo puede ahuyentar al virus es una ilusión.

Algunos de los peores brotes en los países en desarrollo se han producido en lugares tan tropicales como la región de la Amazonía de Brasil.

“La mejor hipótesis es que las condiciones climáticas del verano ayudarán, pero no es probable que por sí solas produzcan una ralentización importante del desarrollo ni una reducción de los casos”, comentó Marc Lipsitch, director del Centro para la Dinámica de las Enfermedades Transmisibles de la Universidad de Harvard.

Parece que el virus causante de la COVID-19 es tan contagioso que atenúa cualquier efecto benéfico del calor y la humedad, señaló Raul Rabadan, biólogo computacional de la Universidad de Columbia.

Sin embargo, podrían ayudar otros aspectos de los climas cálidos, como el que la gente pase más tiempo en el exterior.

“Es posible que el hecho de que las personas que viven en interiores en ambientes cerrados favorezca la recirculación del virus, lo cual aumenta las probabilidades de contraer la enfermedad”, afirmó Car, de la Universidad Tecnológica de Nanyang.

Según un estudio de quienes elaboran modelos de los procesos ecológicos en la Universidad de Connecticut, los rayos ultravioleta de la luz directa del sol debilitan este coronavirus. Así que quizás sea menos probable que sigan contaminadas las superficies de los lugares soleados pero, por lo general, la transmisión se efectúa por el contacto con alguien infectado, no por tocar una superficie.

Ningún científico ha propuesto que sería una cura efectiva poner luz radiante dentro de una persona infectada, como ha sugerido el presidente Trump.

“La gente decía; ‘Aquí hace calor aquí, no me va a pasar nada’”, dijo Doménica Cevallos, investigadora médica en Ecuador. “Algunos incluso estaban saliendo a propósito para tomar sol, pensando que los protegería de la infección”.

Confinamientos oportunos y estrictos

Los países que impusieron confinamientos oportunos, como Vietnam y Grecia, han podido evitar los contagios descontrolados, lo que prueba la eficacia del distanciamiento social estricto y de los confinamientos para contener el virus.

En África, los países que han tenido experiencias amargas con asesinos como el VIH, la tuberculosis resistente a los medicamentos y el ébola, ya conocían el procedimiento y reaccionaron con rapidez.

El personal de los aeropuertos, desde Sierra Leona hasta Uganda, estuvo tomando la temperatura (aunque luego se supo que era una medida menos eficaz), recabando información de los contactos y usando cubrebocas mucho antes de que sus contrapartes de Estados Unidos y Europa tomaran esas precauciones.

Senegal y Ruanda cerraron sus fronteras e impusieron toques de queda cuando todavía tenían muy pocos casos. Los ministerios de Salud iniciaron de manera temprana el rastreo de los contactos.

Todo esto sucedió en una región donde los ministerios de salud dependen del dinero, personal y suministros de donantes extranjeros, muchos de los cuales tuvieron que centrar su atención en los brotes en sus propios países, dijo Catherine Kyobutungi, directora ejecutiva del African Population and Health Research Center.

“Los países se despertaron un día y dicen: ‘OK, el peso del país resta en nuestros hombros, por lo que necesitamos intensificar’”, dijo. “Y lo han hecho. Algunas de las respuestas han sido lindas de contemplar, honestamente”.

Sierra Leona reutilizó los protocolos de seguimiento de enfermedades que se habían establecido a raíz del brote de ébola en 2014, en el que murieron casi 4000 personas. El gobierno estableció centros de operaciones de emergencia en cada distrito y reclutó a 14,000 trabajadores de salud comunitarios, 1500 de los cuales habían sido entrenados como rastreadores de contactos, a pesar de que Sierra Leona solo tiene alrededor de 155 casos confirmados.

Sin embargo, no está claro quién pagará sus salarios o gastos como motocicletas e impermeables para mantenerlos operativos durante la próxima temporada de lluvias.

Uganda, que también sufrió durante el contagio del ébola, puso en cuarentena rápidamente a los viajeros de Dubai, después de que el primer caso de coronavirus llegara desde allí. Las autoridades también rastrearon a cerca de otros 800 que habían viajado desde Dubai en las semanas anteriores.

Las autoridades de salud ugandesas también testean a alrededor de 1000 camioneros al día. Pero muchos de los que dieron positivo han venido de Tanzania y Kenia, países que no están monitoreando de forma tan agresiva, llevando a preocupaciones de que el virus seguirá penetrando por fronteras porosas.

Los confinamientos, con prohibiciones de cónclaves religiosos y eventos deportivos con espectadores, claramente funcionan, dice la Organización Mundial de la Salud. Más de un mes después de cerrar las fronteras nacionales, las escuelas y la mayoría de las empresas, países de Tailandia hasta Jordania han visto caer los números de nuevas infecciones.

En el Medio Oriente, el cierre generalizado de mezquitas, santuarios e iglesias ocurrió relativamente temprano y probablemente ayudó a detener la propagación en muchos países.

Una notable excepción fue Irán, que no cerró algunos de sus santuarios más grandes hasta el 18 de marzo, un mes completo después de haber registrado su primer caso en la ciudad de peregrinación de Qum. La epidemia se propagó rápidamente desde allí, matando a miles en el país y propagando el virus a través de las fronteras, cuando los peregrinos regresaron a sus hogares.

Por eficaces que sean los bloqueos, en los países que carecen de una red de seguridad social sólida y en aquellos donde la mayor parte de las personas trabaja en la economía informal, las órdenes de cerrar negocios y exigir a las personas que se refugien serán difíciles de mantener por mucho tiempo. Cuando la gente se ve obligada a escoger entre el distanciamiento social y alimentar a sus familias, están eligiendo lo último.

Contra toda lógica, parece que se han salvado algunos países donde las autoridades reaccionaron tarde e impusieron un confinamiento desordenado. Camboya y Laos tuvieron brotes breves de la infección cuando había unas cuantas medidas de distanciamiento social, pero ninguno de los dos ha registrado ningún caso nuevo en cerca de tres semanas.

Líbano, cuyos ciudadanos musulmanes y cristianos a menudo peregrinan respectivamente a Irán e Italia, lugares donde abunda el virus, deberían haber tenido un gran número de infecciones. No es así.

“Simplemente no vimos lo que esperábamos”, dice Roy Nasnas, consultor de enfermedades infecciosas en el Hospital Universitario Geitaoui, en Beirut. “No sabemos por qué”.

Cosa de suerte

Finalmente, la mayoría de los expertos concuerdan en que quizás no exista una razón en particular por la que algunos países hayan sido afectados y otros no. Es probable que la respuesta sea una combinación de los factores mencionados con anterioridad y otro al que aluden los expertos: la suerte.

Países con la misma cultura y el mismo clima podrían tener resultados muy diferentes cuando una persona infectada asiste a un evento social muy concurrido y lo convierte en lo que los expertos califican como un evento de altísimo contagio.

Debido a que la persona infectada puede no experimentar síntomas durante una semana o más, si acaso los siente, la enfermedad se propaga de forma desapercibida, de manera exponencial y aparentemente aleatoria. Si la mujer en Daegu se hubiera quedado en casa aquel domingo de febrero, el brote en Corea del Sur podría haber sido menos de la mitad de lo que es.

Algunos países que deberían haber sido inundados no lo están, dejando a los investigadores rascándose la cabeza.

Tailandia reportó el primer caso confirmado de coronavirus fuera de China a mediados de enero, de un viajero de Wuhan, la ciudad china donde se cree que comenzó la pandemia. En esas semanas críticas, Tailandia continuó recibiendo una afluencia de visitantes chinos. Por alguna razón, esos turistas no provocaron una transmisión local exponencial.

Tampoco se sabe qué sucede cuando los países no hacen bien las cosas y, sin embargo, al final no les va tan mal con el virus como se esperaría.

“En Indonesia, tenemos un ministro de Salud que cree que se puede rezar para alejar al coronavirus, y se hacen muy pocas pruebas”, señaló Pandu Riono, especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de Indonesia. “Pero tenemos suerte de que haya tantas islas en nuestro país que limiten los viajes y quizás el contagio”.

“Por el momento, no estamos haciendo ninguna otra cosa”, añadió.



Jamileth


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