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Sensibilizar


2020-05-05

Por: P. Fernando Pascual, LC

Uno de los grandes defectos humanos consiste en la insensibilidad hacia los problemas y sufrimientos de otros. Por eso es tan importante sensibilizar, “esponjar” los corazones, para captar lo que afecta a los demás.

Hay insensibilidad cuando estamos muy metidos en nuestros asuntos y problemas, o cuando dejamos crecer el egoísmo, o cuando falta confianza en nuestras posibilidades de bien, o cuando no percibimos cómo otros nos aman.

En cambio, empezamos a sensibilizar nuestras almas cuando acogemos el amor que rodea la propia vida: un amor que viene de Dios y que también percibimos en tantos familiares, amigos y conocidos.

Por eso, frente a un mundo lleno de indiferencias, de falta de solidaridad, de prisas que impiden percibir lo que les ocurre a otros, necesitamos abrir los ojos para captar todo aquello que pueda ser necesario para el bien de los demás.

Hoy será un gesto sencillo para no molestar: es un paso fácil, pero importante, pues miles de problemas se hacen más pesados ante el martilleo de portazos evitables y de suciedades que inquietan a los más cercanos.

Mañana será un gesto más positivo: preparar la comida, limpiar la vajilla, dejar la mejor silla al otro, regalar ese libro que sabemos va a gustarle.

Incluso habrá ocasiones para gestos heroicos: arriesgar la propia salud al visitar a un enfermo en el hospital, perder parte de los ahorros para ayudar a los pobres de la mejor manera posible.

Dicen que uno de los peores síndromes de nuestro tiempo es el síndrome de la indiferencia adquirida. Frente al mismo, dejar que nuestro interior quede tocado por el Amor de Dios y por el de tantas personas buenas nos vacunará contra la insensibilidad y nos encenderá con esa sana sensibilidad que percibe aquellos actos buenos que podemos emprender para ayudar a nuestros semejantes.


 



regina


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